martes, 13 de enero de 2015

DESARROLLO DEL PROCESO ADICTIVO"""

Desarrollo del proceso adictivo""".

Sea cual sea el problema adictivo de que se trate, la conducta es al principio un deseo de experimentar y de disfrutar de una determinada forma, produciéndose un uso más o menos ocasional de la misma. Por lo general, las personas hacemos un uso de toda una multiplicidad de conductas que nos producen satisfacción, sin que por ello lleguen a constituir nunca un problema de abuso o de dependencia. Sin embargo, cuando concurren una serie de circunstancias o de factores de riesgo, ya sean éstos de tipo individual, familiar, laboral o social, la conducta inicial pasa a ocupar un lugar de mayor peso en la vida de la persona, especialmente cuando proporciona al individuo una forma de escape o de pseudo-solución a problemas personales o sociales de diversa índole. La conducta adictiva puede constituir una huida hacia adelante, una forma de evadir los problemas, más que de afrontarlos. A medida que esto sucede comienza a funcionar un círculo vicioso, en el que los problemas relegados o “tapados” por la conducta adictiva van presentándose con mayor fuerza a un individuo, que cuenta cada vez con menor capacidad para afrontarlos.

En este proceso de constitución de una adicción, podemos diferenciar varias etapas:

Etapa inicial:
Se establece un hábito de conducta, en el que se producen episodios de descontrol (por ejemplo la persona dedica mucho más tiempo o medios a dicha conducta de lo que inicialmente se había plateado). Paralelamente, el deseo de realizar dicha conducta ocupa cada vez más el pensamiento y la persona busca la forma de dedicarle más y más tiempo. Como consecuencia de todo ello, se producen cambios importantes en el estilo de vida, que son percibidos por las personas del entorno, ya que se van desvinculando progresivamente de las actividades que anteriormente realizaban o de las personas y relaciones que mantenían (salvo de aquellas con las que participe en la conducta objeto de adicción). Comienzan a aparecer algunos cambios psíquicos como nerviosismo, irritabilidad, cambios de humor, que son percibidos como extraños por el entorno cercano.

Etapa intermedia:
Se produce una pérdida de control del sujeto sobre la conducta adictiva, lo que lleva aparejado un aislamiento creciente de su entorno habitual. A pesar de esto, en muchos casos se produce una negación del problema por parte de quien lo sufre, no reconociendo situaciones que evidencian de modo claro que el problema existe. Una de las “salidas” ante esta situación es el aislamiento; el adicto toma una distancia cada vez mayor de las personas de su entorno habitual, con las que, por otra parte, comparte cada vez menos intereses, tratando así de evitar enfrentarse con lo evidente de su conducta problemática. En esta fase suelen aparecer los problemas en otros ámbitos, como el escolar o el laboral, ya que la conducta adictiva impide el adecuado rendimiento en el puesto de trabajo o en el centro académico y suelen producirse ausencias e incumplimientos importantes. En ocasiones, estos problemas son los que dan la voz de alarma y permiten al sujeto o a la familia tomar conciencia clara de la situación de riesgo en la que se encuentran y comenzar a poner soluciones, evitando así que la adicción continúe avanzando.

Etapa avanzada:
Cuando no se pone límite a la conducta adictiva a partir de la etapa anterior, la dedicación a la misma se hace intensiva, a veces hasta extremos que ponen en grave riesgo la salud del individuo, ya que el hábito va invadiendo más y más los espacios personales, robando el tiempo más indispensable para las necesidades básicas como comer, asearse, dormir o descansar. Toda otra actividad o necesidad, incluso las fisiológicas básicas, quedan supeditadas a la actividad objeto de adicción, produciéndose abandonos importantes en otras áreas. En esta situación, la capacidad de razonar y cuestionar el objeto de la dependencia por parte del adicto no siempre es posible, a pesar de que en muchos casos intentan sin éxito abandonar la adicción. En esta etapa, muy dolorosa para el adicto, suelen aparecer problemas económicos y de relación graves, motivados por el abandono de sus responsabilidades (educativas, familiares, laborales) y por el intento de ocultar su problema, mintiendo sobre el mismo a las personas más cercanas. La pérdida de autoestima y el sentimiento de culpa suelen acompañar al adicto, constituyendo un nuevo escollo para abandonar la conducta adictiva, que es vivida como el único refugio posible frente a un intenso sufrimiento psíquico. Este “tocar fondo”, como suele describirse a esta etapa, puede suponer el inicio de la salida del problema, en la medida en que, al destruir toda la negación mantenida hasta este momento, permite a la persona reconocerlo en toda su magnitud y pedir o aceptar ayuda.