domingo, 15 de diciembre de 2013

Mismo escenario, diferente jugador

"He de decir que, tras casi dos años de tratamiento de adicciones, era la primera vez que salía con gente que desconocía mi situación,
al menos la gran mayoría. Ahí estaba yo, de nuevo siendo parte de la noche, en un ambiente que podría entenderse de riesgo".

¡Buenos días!

Comparto con vosotros el post de esta semana.

¡Un fuerte abrazo!


adiccion pasadaHace menos de un mes acudí a un congreso, en él tuve la oportunidad de conocer, y reencontrarme, a mucha gente, pudiendo disfrutar después de ir a cenar con ellos una vez terminada la jornada. Era viernes, tras las ponencias hubo un catering en el que servían vino, así que os podréis imaginar como andaba ya el ambiente. Durante el trayecto al restaurante era palpable la alegría de algunas personas, y esto se acrecentó durante la cena.
He de decir que, tras casi dos años de tratamiento de adicciones, era la primera vez que salía con gente que desconocía mi situación, al menos la gran mayoría. Ahí estaba yo, de nuevo siendo parte de la noche, en un ambiente que podría entenderse de riesgo. Me sentía bien, seguro, las cosas estaban claras, yo no bebo, yo no consumo.
LA CENA
Según avanzaba la velada, la cosa se animaba más, comienzas a ver “movimientos que te suenan”, actitudes que pertenecen a tu pasado, pero que no había tenido la oportunidad de enfrentarme a ello desde el otro lado. Me volví analítico, de pronto me descubrí observando a todo y todos. Qué decían, cómo lo hacían, cuándo se levantaban, a dónde iban,… Opté por dejar esa actitud, centrarme en mí y disfrutar de donde, y con quien me encontraba, pero el David que todo lo que quería observar aparecía de nuevo.
En concreto, hubo una persona que me recordaba mucho a mí en el pasado. No paraba de beber, le resultaba imposible mantenerse tranquilo, hablando continuamente, cambiándose de mesa una vez tras otra, hablando de todo con todos. Apenas probó bocado, esto es algo que era frecuente en mí cuando consumía e iba a cenar o comer, alcohol el que quieras, comer algo, era imposible. No puedo asegurar que esta persona hubiese consumido algo más que alcohol, pero sí que veía reflejado a un David que quedó atrás. A un David perdido, con una tremenda necesidad de comunicarse, de sentir, de exprimir cada segundo, porque en el fondo, algo no iba bien. De pronto, recordé algunos de los motivos por los que consumía en mi etapa final, e imaginar que algunos de ellos podrían ser los que tuviese la persona con la que estaba, me hizo entristecer.
LAS COSAS HAN CAMBIADO
Una vez, mi extrema atención a los movimientos de los demás fue apaciguándose, comencé a disfrutar de la conversación que tenía con la gente. Esto me sorprendió, más de la mitad de mi vida, las drogas habían estado presentes en mis relaciones sociales, existiendo de esta manera siempre una máscara, un espacio entre ellos y yo, una frontera que me permitía mantener una distancia entre lo que acontecía y mis verdaderos sentimientos.
Pero como era de esperar, la cena terminó y esperaban las copas. Al salir del restaurante “olía a noche”, a esas noches en las que todo apuntaba a copas, consumo y lo que hiciese falta. Empecé a sentirme incómodo, no porque tuviese alguna tentación, simplemente me encontraba fuera de lugar. Muchos recuerdos comenzaron a visitar mi cabeza, cierta ansiedad y nerviosismo se hicieron palpables en mí. Al final, antes de llegar al primer bar, opté por volverme a casa. No lo hice por temor a consumir, tenía claro que no lo haría. Lo hice porque me sentí incapaz de saber desenvolverme en ese ambiente, y esto es curioso. Se trataba de escenario que dominaba a la perfección, yo había sido el “rey” en esos saraos nocturnos durante años, y ahora, me encontraba como un conductor novel el primer día en carretera tras sacarse el carnet, ansioso por disfrutar de tu nueva condición, pero nervioso al no ser capaz de desenvolverte con soltura.
De vuelta a casa repasaba todo lo que había ocurrido, sobre todo el momento posterior a la cena. Me sentía feliz y alegre por verme sereno, por saber que no había gastado lo que no tenía, por poder madrugar al día siguiente y no pasar toda la noche en vela escondido en el trastero, o cualquier otro lugar, consumiendo. Por poder entrar en las habitaciones de mis hijos y darles un beso, por poder dárselo a mi mujer, y no temer que se despierte y viese mi estado.
Pero amigos, también existió desilusión por no haber podido continuar tras la cena. Me hubiese encantado charlar con personas que no tuve la oportunidad de hacerlo. Sé que se trataba de una primera vez complicada, una primera vez que no consistía tanto en si controlaría el consumo, como el ver que pasaría con el nuevo David en estas ocasiones, mismo escenario, diferente jugador.
El balance fue muy positivo. Saqué varias conclusiones, una de ellas, que ahora debo dejar que todos los cambios provocados en mí vayan asentándose, encajando en todos los aspectos de la vida. Las cosas son muy diferentes: la percepción de la gente y lugares, estar en contacto con mis emociones y sentimientos, muchísimas cosas. Vayamos poco a poco, disfrutando de ello, pero sin angustiarnos cuando nos notemos extraños, deberé entender que es normal, que todo tiene un proceso.
¡Un abrazo!

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