jueves, 31 de octubre de 2013

Las drogas, el juego, el sexo compulsivo, las compras obsesivas, etc, van destrozando vidas, las de las personas que sufren estas adicciones para las que rápidamente buscamos soluciones, tratamientos que les hagan dejar esa tortura y volver a dirigir sus vidas.

Kike Sanz
Las drogas, el juego, el sexo compulsivo, las compras obsesivas, etc, van destrozando vidas, las de las personas que sufren estas adicciones para las que rápidamente buscamos soluciones, tratamientos que les hagan dejar esa tortura y volver a dirigir sus vidas.

Pero hay una corte de actores secundarios que sufren también, papeles muchas veces poco importantes en la película de la adicción gente que realmente sufre al interpretar el guion escrito por la enfermedad, los familiares.

Su equilibrio emocional se rompe, su vida se derrumba, los parámetros que ellos tenían instaurados de cómo iban a vivir, sufren el mayor terremoto de la historia, y como en muchas ocasiones ocurre ante una catástrofe de tales magnitudes, las secuelas perduran muchísimo en el tiempo. Algunos se convierten en juguetes rotos, se vuelven grises y se alejan del brillo para vivir en el ostracismo. Otros se separan de toda esta historia, pero el problema reside en que cuando el terremoto ya ha sucedido hay que reconstruir el terreno si o si, sino quedara inservible e inestable por mucho tiempo y cuando decidan intentar rehacer sus vidas, cualquier construcción se tambaleara ya que los cimientos no están bien asentados.

Es igual de importante que un coadicto se ponga en tratamiento como que lo haga el adicto, ya no por el bien del adicto sino por su propio bien, por su propia salud mental y emocional y para que en las vidas que vivan no sufran los daños colaterales de un pasado doloroso, ni ellos, ni los posibles nuevos actores que interactúen con ellos.

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