lunes, 29 de junio de 2015

CUANDO CARECEMOS DE PERSONALIDAD PROPIA


CUANDO CARECEMOS DE PERSONALIDAD PROPIA
El hombre descafeinado.

Es esa persona que carece de esencia, que es consumista, relativista pues es un hombre sin referentes, sin puntos de apoyo, envilecido, rebajado, convertido en un ser libre que se mueve pero no sabe a dónde va, un hombre que es veleta. Es vacío, y vive en la era del vacío, lo único que le interesa es su ascenso social y el placer a toda costa, su fin es despertar admiración o envidia.
Adquiere gran cantidad de información que le venden los medios pero no es capaz de hacer un síntesis de aquello que percibe y en consecuencia se ha ido convirtiendo en un sujeto trivial que lo acepta todo y es muy manejable. Posee una decadencia moral debido al hedonismo (placer sobre todo) y a la permisividad. "Gracias" a estos dos conceptos el hombre descafeinado se evade a sí mismo y se sumerge en sensaciones más sofisticadas contemplando la vida como un goce ilimitado. Cuando logra las apetencias materiales no abre otras vías más ricas en el campo cultural o espiritual, entonces se desliza de este modo a la frivolidad, pues en el hombre descafeinado hay una ausencia casi absoluta de cultura, sólo busca aquello que tenga relación con su profesión.
Este tipo de humano no tiene fondo y por eso es muy difícil que sea capaz de mantener una conversación de cierta altura, pero sorprendentemente toma parte activa en esos diálogos ya que para él si tienes bastante poder y has triunfado de algún modo ¿Cómo no va a poder opinar? Ser rico o ganar mucho dinero son las mejores cartas de presentación en el ambiente descafeinado. Los temas predilectos de los que habla él son: la vida ajena, los viajes, las anécdotas de los mismos, la última separación conyugal, entre otros. Este hombre esta repleto de todo, lleno de cosas, pero sin brújula, que recorre su existencia consumiendo, entretenido en cualquier asuntillo y pasándola bien sin más pretensiones.
Sostiene que las relaciones sexuales son para el bienestar y representan un placer fugaz. No existe una pretensión de conocer al otro; porque es transitorio, epidérmico e intrascendente.
Como ya hemos comentado anteriormente al hombre descafeinado le dá todo igual y busca siempre la diversión pero esta apoteosis de lo superficial ha ido teniendo una serie de dramáticas consecuencias:
Adicción al sexo
Adicción a la droga
Adicción al juego
Adicción a los sedantes.

Su anhelo empieza por una satisfacción materialista y termina por fabricarse una ética a su medida.
No tiene vida interior ni intimidad, está siempre pendiente de la apariencia exterior.
El narcisismo, la búsqueda personal constante y la obsesión por el hedonismo inmediato hacen a este hombre indefenso y propenso a hundirse en cualquier momento, un hombre demasiado vulnerable, que busca mayor comodidad con el menor esfuerzo. Pero no es feliz, tiene bienestar pero no puede saborear lo que sea felicidad; tiene placeres pero sin la verdadera alegría ya que está centrado en sí mismo y nunca se compromete con los demás.
Para solucionar al hombre descafeinado se debe recuperar el humanismo por medio la historia, o sea cultivar en su interior la sabiduría clásica, el significado del mundo romano, el amor por las tradiciones y la vuelta al pensamiento cristiano, de los valores educando instintos y pasiones, distinguir el bien y el mal, intentar el bien colectivo, superar el cinismo y eliminar el predominio de las aspiraciones humanas, el progreso materias, el hedonismo (que niega el sufrimiento por lo tanto la madurez) y la permisividad.

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