martes, 6 de enero de 2015

Noveno Paso, enmiendas

Noveno Paso, enmiendas

la plaza real, barcelona
Al hacer enmiendas pude mirar de frente a los demás.
En el Octavo Paso descubrí que tenía poco que restituir en términos materiales. Csi todas mis enmiendas requerían que yo fuera otro. Si deseaba enmendar, actuaría de otro modo. Esa era la única y mejor enmienda que podía hacer. Las promesas no servían de nada, sólo los actos contaban.
En las pocas ocasiones tuve que ir a donde quien había dañado para hacer una enmienda. quedé sorprendido por los resultados. Nunca fue como preví.

Las enmiendas tienen que ser planificadas

Antes de enmendar le consulté a mi padrino. No se trataba de causar más daño ni de meterme en problemas adicionales. Para prevenir planificamos las enmiendas. Discutí con él lo que pasó en cada caso y juntos determinamos cómo era mejor llevar a cabo la enmienda.

No se trata de lo que te hicieron a ti

En una enmienda particular, después de haber planificar cómo la haría, fui a donde una persona a la que había causado daño. Esta persona me había tratado malísimo y me había hecho muchísimo mal. Pero este no era el punto del Noveno Paso de los Doce Pasos. El punto era asumir la responsabilidad de mi parte en la situación que causó daño. Eso tenía que estar claro.
La llamé para hablar con ella y acordamos un día y la hora. Recuerdo que fue en su lugar de trabajo. Llegué a la hora acordada y ella me recibió sorprendida e intrigada. Me senté frente a ella y le dije que estaba allí porque le había causado daño y quería excusarme. Ella se hechó a llorar. Yo me sonreí sorprendido.
Me excusé con ella y luego hablamos sobre otros asuntos. En ningún momento mencioné lo que ella me había hecho a mi. Me fui de allí habiendo cumplido mi propósito. Excusarme por lo que hice. Algo muy sencillo, breve y claro. Nada más importaba.
Estaba contento. En paz.

Se trata de cultivar el valor, la humildad y el respeto por otros

La humildad que este tipo de enmiendas requirió de mi era inconmesurable.Todo mi ser se retorció cada vez que tuve que ir a donde otro olvidando lo que me había hecho a mi. El orgullo, el resentimiento, la venganza, la falsa dignidad y lo que llamaba respeto se interponían en mi camino. Tuve que sobreponer esos obstáculos una y otra vez. Eran verdaderas pestes contra mi desarrollo espiritual.
A veces era una imprudencia enmendar. Había personas que sencillamente no querían saber de mi. Ir donde ellas iba a reabrir heridas y les iba a causar más daño. Esas enmiendas no las hice. En esos casos también tuve que sobreponerme a mi interés y respetar el de ellos. Nuevamente eso requería de humildad en contra del egocentrismo. No todo era yo. El otro era más importante que yo.
Requirió valor sobreponerme a mi egoismo y a mi temor. También dejar atrás lo que me hicieron ami fue muy difícil. Sin embargo, hacer enmiendas cuando eran saludables o no hacerlas cuando era malo, me dejó libre para mirar el mundo cara a cara y sin temor. Hice mi parte y eso era suficiente.

Te toca a ti

¿Has tenido que enmendar con alguien? ¿Cómo te fue? ¿Crees que ganaste al enmendar? Me interesa tu opinión, déjame saber en los comentarios.
Foto por: Juan Antonio Zamarripa (editada)

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