miércoles, 21 de enero de 2015

El agradecimiento: “lo que no agradeces, lo pierdes”


El agradecimiento: “lo que no agradeces, lo pierdes”


agradecimiento
El agradecimiento no parece ser algo natural y espontáneo. Yo, que he vivido dos vidas, que escribo desde la perspectiva del sobreviviente, tengo que recordarme a diario, agradecer la libertad que se me regaló hace muchos años. Tal es la condición humana que, con una facilidad tremenda se olvida cuanto en la vida es puro regalo y en ausencia de agradecimiento se pierde, lo que es más preciado, lo que es más amado, en mi caso: el regalo de la recuperación.
Si no estoy pendiente, mi libertad se esfuma al olvidar que la debo al que vino antes que yo, al que me llevó el mensaje, al trabajo de los Doce Pasos y al Poder Superior.  Sin agradecimiento, la soberbia se apodera de mi, el egocentrismo hace fiesta, descuido la fuente, el origen, de donde emana mi recuperación y de repente, el día menos pensado, estoy vacío, sin nada, buscando alivio fuera, dependiendo nuevamente, apegado a algo, sufriendo y miserable.
Recuerdo cuando todo logro lo atribuía a mi talento, mi inteligencia y mi tesón. Entonces no contaban para nada otros, ni mis padres, ni mi familia, ni los compañeros de trabajo, ni la educación recibida. No, todo era mio y yo me lo merecía, porque la sociedad tenía una deuda conmigo, y estaba obligada a mi, o porque yo era, sencillamente, brillante. Entonces tenía una sed insaciable y todo lo acomodaba a mi beneficio y utilizaba personas como si fueran cosas y no sentía empache, ni vergüenza alguna por ello, porque yo era un egocéntrico, un producto que se creía extraordinario, y todo en esta vida pensaba, giraba a mi alrededor y estaba para darme placer y servirme.
Gracias al dolor, caí por mi propio peso ante la incapacidad de sostener el enjambre, la mentira, la ilusión, el edificio de naipes que había levantado. Y fue tan horrenda la caída, tan contundente el golpetazo, la derrota, que me dije “coño, yo no estoy bien, tiene que haber otro camino” y en efecto, lo había. ¡Bienvenido a los Doce Pasos!
Era el camino de la humildad. En él la vida era un regalo, nada era por mérito propio, todo se hacía en conjunto, con la ayuda de otros, respetando la libertad de cada cual, reconociendo que no estoy bienque necesito ayuda, que solo no puedo y que solamente, entregando mi vida a algo más grande que yo, amoroso y capaz de cuidarme, podía ser libre y feliz.
Así, poco a poco, muy lentamente, fui abriéndo mi interior a otros, exponiendo mis miedos, mis defectos, entregando cada uno de ellos y recibiendo a cambio el regalo de unos Principios Espirituales que me ayudaron a vivir mejor. ¿Cómo llegaron a mi? Y ¿por qué unos y no otros? No puedo explicarlo, pero lo cierto es, que siguiendo los Doce Pasos comencé a actuar de otra manera, evitando sobre todo el resentimiento y la soberbia. Así me encontré dispuesto a disculparme cuando me equivocababuscando la guía de un Poder Superior todos los días y agradeciendo a diario el milagro que era vivir en recuperación.
Desafortunadamente, no todos siguen este camino. Entiendo que no lo hagan, no es fácil, se requiere mucha disposisión para atravesar por el dolor necesario para crecer y así, uno tras otro vuelve a la miseria porque toman la vida en sus manos, sin darse cuenta, que al hacerlo, niegan el regalo que es un solo día libre de la adicción a personas, lugares o cosas. En fin, de algún modo, por alguna razón, carecen de humildad para agradecer una nueva manera de vivir.
¿Qué se puede hacer? No mucho. Llevar el mensaje y seguir este camino de la recuperación donde, como dice la literatura de Doce Pasos, muchos tienen que morir para que otros vivan. Así es. Ellos nos muestran contundentemente, sin lugar a dudas, que estar de rodillas, reconocerse vulnerable y débil es nuestra mejor condición. Hay que agradecer a diario para vivir cada día. El agradcimiento es clave para mantenerse limpio, un día a la vez.
Imagen original por: Mattias Karlsson. Editada.

                   http://www.principiosespirituales.com/

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