sábado, 29 de noviembre de 2014

TERAPIA FAMILIAR"""

La terapia familiar es básica para la recuperación"""

Los grupos de familia y los grupos entre los pacientes adictos, son de suma utilidad en el tratamiento. Proveen de soporte emocional y de contención en la recuperación.
Una de las primeras metas a trabajar en la recuperación de la familia es en el sistema de creencias de la familia. El profesional actuante deberá descubrir y promover las propias cualidades y potencialidades en el proceso personal, familiar y social.

Se deberá concientizar la importancia de un proyecto de vida realizable, y así promover el crecimiento y poder elaborar una mejor calidad de vida. El miembro codependiente aprende junto al resto de la familia a separar su vida de la de los otros, se desprende de su obsesión por el control, y de los patrones de conducta compulsivos, que le generan dolor.

La adicción daña las relaciones familiares, haciendo muy difícil la expresión del amor sano. Con el tratamiento se aprende a ejercer y brindar el amor que el codependiente siente por el adicto y le permite establecer límites sanos con claridad y firmeza.

Esto lo llamamos Amor Responsable.

Como familiares, a veces el cariño puede evitar que pongamos límites adecuados para protegernos o para evitar conflictos. Sin embargo, el amor de la familia combinado de manera balanceada, con la firmeza necesaria para establecer límites saludables, es una herramienta vital en el proceso de convivir con un adicto activo. Los límites tienen que ver con el amor sano, con el cuidado, el límite determina el territorio el lugar de cada integrante de la familia.

La familia organizada y bajo la guía de un profesional especializado, puede convertirse en una herramienta de intervención sumamente valiosa para romper la negación del adicto. Sin embargo es necesario para poder iniciar ese proceso que los miembros estén dispuestos a comenzar y mantener su propia recuperación personal como codependientes.

La recuperación de la familia del adicto va de la mano con la recuperación del integrante que consume y viceversa. En la evolución de la familia, si las defensas no las crean la familia el joven carecerá de recursos para enfrentar el problema.

Los hijos necesitan estructuras firmes, sentido de pertenencia, valoración refuerzo de la autoestima, reglas claras y límites precisos. Tienen efectos negativos: la debilidad de carácter o su opuesto, la excesiva rigidez; la incoherencia en las reglas; la indecisión, la indiferencia, la sobreprotección obsesiva, la ausencia de valores, y los modelos diluidos o pesimistas. Todos éstos son elementos que contribuyen para convertir al adolescente en un buscador de sustitutos que cubran las carencias del hogar.

Lo más importante no es la cantidad sino la calidad del tiempo que se pasa con los hijos. El secreto está en una interrelación fluida y armónica que permite conocerse y confiar mutuamente, en que las necesidades sean sostenidas y resueltas con el soporte y el amor del grupo familiar. Enseñar a pensar, a optar a tomar decisiones a expresar sentimientos y las dudas, ofrece que cuando los jóvenes se encuentren en una encrucijada acudirán al ámbito hogareño en busca de ayuda y consejo.

El fortalecimiento de los valores y habilidades humanas, la comunicación, la educación, el respeto mutuo y el amor familiar. Así como en el establecimiento de normas firmes, pero amorosas, llevan a tener una calidad de vida sana.

La familia es el núcleo social donde se forman nuestros ciudadanos. Es el grupo humano donde se transmiten los valores espirituales por medio del ejemplo. Por lo tanto es sumamente importante que asumamos nuestra responsabilidad como padres o madres, líderes de familia y eduquemos a nuestros hijos con herramientas que les permitan una vida libre de drogas.

Fortalecer la capacidad de tomar decisiones personales, enseñar a enfrentar los problemas. Promover la autoaceptación y autoestima. Fomentar la expresión de sentimientos. Ayudar a que florezca la capacidad de amar, fortalecer la comunicación. Todas estas habilidades son transmitidas por el ejemplo más que por otros medios. De manera que debemos revisar en nosotros mismos estas capacidades y fortalecer las que hagan falta, para luego poder trasmitirlas a nuestros hijos. Para lograr un ambiente sano en la familia se necesita solo buena voluntad, orientación adecuada y amor entre sus miembros.