sábado, 29 de noviembre de 2014

AUTOESTIMA Y ADICCIÓN"""


Autoestima y adicción"""

Todos estamos propensos a caer en adicciones, pero también a salir de ellas. Las adicciones no son sólo a las drogas, al alcohol o al tabaco. También se dan hacia el trabajo, la comida, una actividad o hacia las personas. Lo que todas tienen en común es la raíz que las genera: la vida emocional, pues es un estado de dependencia a una sustancia u objeto, actitud (depresión) o persona (codependencia).

Todas las adicciones tienen un objetivo: ayudar a la persona a fugarse de los estados emocionales que generan la dependencia y provocan atrofiamiento de la voluntad. En menor o mayor medida, cualquier persona con problemas emocionales las llega a desarrollar: nos enfrascamos en actividades laborales con tal de no enfrentar las disfunciones que tenemos como familia; comemos en exceso porque es la única manera de sentirnos satisfechos; nos da por el juego porque sólo así experimentamos emociones, entre otros.

Cuando la vida emocional enfrenta problemas, comúnmente se fisura la autoestima, que de acuerdo con la psicología, es la disposición a considerarse competente frente a los desafíos básicos de la vida y sentirse merecedor de la felicidad. Cuando la autoestima es alta, el ser humano se siente confiado para la vida, cuando no, la persona es más propensa a desarrollar pensamientos adictivos.

Y como todo proceso, el pensamiento adictivo comienza como una carga emocional que incomoda a la persona y que se trata de eliminar a través de racionalizar dicho estado para encontrar una solución. Si la solución está fuera del alcance del individuo, genera frustración que es experimentada como culpa, dolor, miedo o ira y dichas emociones llegan a ser tan desagradables e insoportables, que para “aliviarlas”, se evaden a través de la adicción.

De tal manera, desarraigarlas no es fácil, señalan los expertos, ya que quien vive la dependencia es la persona y el problema está en ella no en una “sustancia”. Por sí mismas, las sustancias, las cosas (la televisión, la Internet, los video juegos, la comida) o las actividades (trabajo, el ejercicio) son inocuas a la persona. El problema en realidad se ubica en el cómo se percibe y se siente dentro de la realidad el individuo. Así, cuando el dolor emocional se “alivia” a través de una conducta adictiva, ésta se vuelve una obsesión, y es cuando se ancla en la mente para finalmente hacer que el cuerpo desarrolle una necesidad de ello.

Sólo una comunicación sana, la confianza y el amor hacen que la autoestima se fortalezca. Si se quiere combatir una adicción hay que atacar la raíz: provocar y reforzar emociones que lleven a la persona a sentirse capaz de decidir y actuar con seguridad frente a los retos de su vida, a merecer ser feliz y sentirse valorada dentro de su realidad.