martes, 18 de marzo de 2014

El Arte Vital De Soltar



soltarPuedo encarar este maravilloso tema, tan central a nuestra felicidad, desde dos miradas: la objetiva, que nos habla en forma informativa y nos amplía nuestra capacidad de pensamiento para nuestro desarrollo personal. Y la subjetiva, porque este aprendizaje –que continúa cada día y ante cada momento-, es en mi vida en particular, un pilar que mantiene mi estado de sorpresa y asombro, ante cada prueba de su efectividad, llevándome a agradecer permanentemente, la maravilla de vivir.

Ten valor para los grandes dolores de la vida, y paciencia para los más pequeños. Y cuando hayas logrado trabajosamente tus tareas diarias, ve a dormir en paz. Dios está despierto.  Victor Hugo
(Podés cambiar la palabra “Dios”, a tu criterio y creencia, por aquello en que creas que está, el único poder superior al Ser Humano)

Creo profundamente que soltar es un arte. Un arte particular ya que lo puede practicar cualquier persona. La única forma de aprenderlo es practicarlo permanentemente, en todos los aspectos de nuestra vida.
¿Te parece difícil?
Puede que lo sea.
¿Sabés por qué?
Porque nos apegamos a cosas y a personas, víctimas de la confusión.
¿Tenés un auto nuevo?
¿Lo dejarías por ahí?
¡Claro que no! Imagino que esa es tu respuesta, por lo menos, la primera y sin previa meditación.
Ahora bien…
¿Cuál es la importancia en tu vida, de un auto nuevo?
¿Te das cuenta que nos confundimos y confundimos nuestras prioridades?
Pensalo…
¿Qué provoca este apego?
Podemos llegar a tener una discusión por causa de un auto, con un ser querido. Imaginate que esta persona lo ensucia con una mancha que no se puede sacar.
¿Qué es más importante, la persona o tu auto?

Entrénate en soltar aquello que tienes miedo de perder.
Soy una amante de las películas que puedo usar para mostrar aspectos vitales.
Esta frase es de la película “La guerra de las galaxias. Episodio Tres”.
Repito: “Puede que sea difícil”. Si soltamos, lo perdemos y justamente, es algo que tememos perder.
Sin embargo, necesitamos entrenarnos en lograr este arte.
¿Qué es lo que temés perder? ¿Personas? ¿Cosas?
¿Podés tener el control sobre ellas?
Ni sobre las cosas tenés control. Claro que podés vivir con la ilusa idea de que sí, pero, cuando luchás por conservar algo que “necesitás” perder, lo que lográs, es perder mucho más en esos intentos… hasta salud.

¿Temés perder tus razones? “Yo tengo razón”.
Esto depende de la certeza y no tenemos certeza más que de contados hechos.
Los seres humanos tendemos a creer que solo lo que nosotros pensamos sostiene la razón.
Las convicciones son cárceles. Nietzsche
Tratá de no perderte. Esto no quiere decir que no defiendas lo que pensás, ni mucho menos, que no tengas tu propia mirada. Lo que quiere decir es que necesitamos permanecer abiertos para escuchar atentamente y así, seguir aprendiendo.

¿Temés perder viejos hábitos? “Si siempre lo he hecho así…”
El cambio es lo único permanente, entonces, la apertura mental y tu capacidad de seguir eligiendo (no solo quedarte con lo ya elegido), son tu posibilidad de vivir avanzando con el mundo.
Las cadenas del hábito son demasiado débiles para sentirlas hasta que son demasiado fuertes para romperlas. Samuel Johnson

¿Temés perder tus explicaciones?
Cuando no conseguimos lo que queremos, buscamos explicaciones que nos dejen satisfechos, que destruyan nuestra incertidumbre. Y nos creemos que son verdad, y ahí nos limitamos mentalmente, lo que nos sucede en transparencia sin dejarnos ver que esa seguridad ficticia que nos fabricamos, es de esa categoría: ficticia. Y volvemos a agarrarnos, a apegarnos.
Nunca sabemos que sucederá a continuación; tampoco sabemos por qué sucede lo que sucede. Inventamos explicaciones individuales, familiares, nacionales, religiosas o culturales. Queremos saber para poder predecir, para elegir un curso de acción o para intentar controlar nuestra vida, aunque sea un poco. Pero la verdad es que no sabemos. Janet Cedar Spring
(Voy a utilizar esta misma frase en mi post de la semana en RitaTonelliCoach donde te hablaré de un tema muy relacionado, la incertidumbre)

¿Temés perder tu pasado?
¿Qué sensación de seguridad sentís con él, que te hace considerarlo un aval de tu vida?
Claro que todos tenemos pasado. Lo importante es interpretarlo y usarlo para que nos proyecte al futuro, no para que nos tenga atados impidiendo nuestra evolución.
¿Algo “malo” que sucedió en tu pasado en determinada circunstancia, tiene necesariamente que volver a suceder de esa manera? ¿Por qué? ¿Qué es lo que te hace pensar así?

¿Seguís pensando que soltar es perder?
Yo creo que es ganar. Ganar en cambio, en avance, en paz, en fluir.

Aquí –como te dije al principio- está la objetividad de la información, y mi subjetividad de haber comprobado –felizmente- en mi propia vida, que los beneficios del soltar son inimaginables.
Y seguir comprobando… porque este aprendizaje, para mí, especialmente, no ha terminado.
Tshunulama era una muchacha que sentía su corazón esclavizado por una relación de amor. Y por más lágrimas que sus ojos derramaban, y por más que su mente le decía que tenía que soltar y nacer a la verdadera independencia, su corazón no sabía cómo salir del torturador apego que padecía. Noche tras noche, tan solo experimentaba un recuerdo obsesivo de aquel hombre ante el que se sentía ignorada y humillada.
Tshunulama se había convertido en una esclava del recuerdo, agarrada a una cuerda de su memoria, de la que no podía soltar su mano aferrada. Soltar…Tan solo de pensarlo el miedo aterrador la invadía.
Pero un buen día soñó con un anciano de ojos profundos y de mirada familiar y sabia que le decía:
–Basta, no temas, suelta la cuerda que ata tu vida y esclaviza tu alma.
–No puedo– respondió Tshunulama, viéndose a sí misma colgada de aquella cuerda–. Me da miedo, caería, siento que me moriría… es superior a mí.
–No es así –contestó él–. Desde que tu corazón se siente esclavo, has dejado de vivir tu propia vida. Eres capaz de soltar. Cuando lo hagas, sabes en lo más profundo que sentirás un gozo intenso y la paz que mereces.
Tshunulama sintió que podía ver con claridad sus miedos:
“¿Deseo realmente la libertad y la autonomía como para arriesgar lo que tanto aprecio? ¿Cómo puedo estar segura? ¿Qué quiero realmente de la vida? ¿Para qué he nacido?”. Sin darse cuenta, su mente se ensanchaba… Poco a poco, comenzó a sentir sus dedos más sueltos y empezó a permitir que algo profundo aflojara su mano aferrada, mientras sentía una brisa de paz.
Confiando en su intuición, aflojó el último dedo y, de pronto, observó que nada sucedía. Comprobó que permanecía exactamente donde estaba, y entonces se dio cuenta, atónita, de que había estado todo el tiempo sobre el suelo. Sus miedos tan sólo habían existido en su mente… Podía salir, abrir puertas y ventanas, y respirar la fuerza de la vida en su interior. Todo el Universo renacía en el rostro sonriente de una nueva Tshunulama.
Extraído del libro Cuentos para aprender a aprender, de José María Doria (Gaia Ediciones).

¿Hay un método?
No lo sé, pero sí sé lo que a mí me ha funcionado. Primero: aprender de la información, luego experimentar, y por último, no dejar de practicar en cada situación que me presentó la vida… ¡Y me funcionó!
Por el placer de compartir.