lunes, 7 de octubre de 2013

La guerra policial contra las drogas está perdida, son más puras y baratas que nunca

Antonio de Miguel
La política represora actual es un fracaso, habiendo aumentado sensiblemente la población encarcelada y la afectada gravemente en materia de salud, no solo directamente por el abuso de las drogas.


Policía enseña un alijo de droga
03-10-2013
La propaganda del Gobierno sobre los éxitos en la guerra contra las drogas tiene su cita cotidiana en los telediarios. Hace pocos días se informaba con gran despliegue de la intercepción de un buque con bandera africana a menos de 30 millas de la costa de Almería, que transportaba 18 toneladas de hachís, deteniendo a la tripulación compuesta totalmente por sirios (no se aclaraba de qué facción). En los que va de años han sido cinco las aprehensiones de grandes cantidades de hachís. Con la cocaína más de lo mismo, el mes pasado se ha “televisado” una exitosa operación: La  interceptación de un velero con 800 kilos de cocaína, y  dos meses antes la de otro barco con 5.000 kilos de polvo blanco.
España es, según el Observatorio Europeo de Drogas, el principal punto de entrada de cocaína y hachís de Europa, y el último informe de Ameripol (Policías de América) también pone el foco en Canarias y la costa peninsular como centros logísticos de los narcotraficantes. El Gobierno sigue vendiendo a la opinión pública una presunta eficacia de la lucha policial contra las drogas, que no existe en ninguna parte del mundo, y no ha hecho otra cosa que generar una criminalidad que ha penetrado en el poder político y el judicial.
El último informe que se acaba de hacer público en British Medical Journal Open es demoledor.  Un grupo de cinco científicos, Dan Werb, Thomas Kerr, Bohdan Nosyk, Steffanie Strathdee, Julio Montaner y Evan Wood, que trabajan en el Centro de Excelencia de Vancouver en la lucha contra el Sida, y en la Universidad de California, han estudiado la evolución de las capturas de droga, el precio y la pureza de aquella, entre los años 1990 y 2007.

Los precios de las drogas han bajado

más del 50% en los últimos 20 años

Mientras que las aprehensiones aumentaban, el precio de los opiáceos y la cocaína bajaba (inflación y pureza ajustada) un 74% y un 51% respectivamente en Europa. En Estados Unidos, el país que más dinero ha gastado en esta guerra el abaratamiento ha sido incluso mayor, con caídas del 81% en el precio de la heroína, el 80% en la coca y el 86% en cannabis. Australia ha tenido unos descensos más moderados, pero el estudio dice que el precio del cannabis y la heroína han bajado a la mitad en los últimos diez años.
El informe ‘The temporal relationship between drug supply indicators: an audit of international government surveillance systems’ deja claro que la droga es ahora más barata y más pura a pesar de los esfuerzos policiales y económicos realizados por los países de tránsito y consumidores, y sus autores opinan que es hora de explorar otras alternativas, como la regulación legal y descriminalización de drogas, la educación y otras políticas preventivas.
Los efectos negativos de la guerra llevada a cabo hasta ahora están bien documentados. Naciones Unidas cifra en 350.000 millones de dólares anuales el comercio ilegal de drogas. Se ha producido un récord de encarcelaciones por delitos relacionados con ellas, y los efectos sanitarios se han dejado notar en el ascenso de enfermedades infecciosas, como hepatitis y Sida.

España tiene serios problemas con

el maluso de las drogas legales

El estudio no ha valorado otros fenómenos de drogadicción, como anfetaminas, tranquilizantes, sedativos, lsd, etc, cuyo consumo, prevalencia y tráfico está recogidos en el informe mundial de drogas de Naciones Unidas.  En España hay 230.000 jóvenes de entre 15 y 24 años, el 8% del total, que son usuarios de sustancias legales que imitan los efectos de ilegales, siendo el quinto país con más prevalencia y también ocupamos ese lugar en cuanto al consumo de sustancias sicoactivas nuevas (éxtasis, ketamina, etc). Aquí también el tráfico ilegal es más rápido que la burocracia estatal, que para cuando decide prohibir una sustancia ya hay otra en el mercado.

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