domingo, 21 de julio de 2013

Alcoholicos Anonimos : 24 horas Sobrio


Alcohólicos Anónimos La Plata



Con más de siete décadas de experiencia en el programa de los Doce Pasos, fueron los primeros en comprender que el alcoholismo es una enfermedad en la cual el enfermo se auto-diagnostica. ¿Se puede detener la ingesta? Aquí las historias de quienes luchan por detener el infierno personal día a día. 

Uno puede tomarse una copa de vino, dos cervezas, emborracharse los fines de semana, salir del boliche con un vaso en la mano, tomar hasta el amanecer en un casamiento. También puede hacer papelones. Tomar todos los días, en cualquier momento del día. No parar. Quedar tirado. Sudoroso. Temblando. Con lagunas mentales.

Uno puede ser un bebedor social: decidir emborracharse. O bien puede, no poder decidirlo. Entonces, lo más probable, es que tenga un problema con el alcohol y pretenda negarlo. Hasta el hartazgo.


SER O NO SER

Fue a fin de año. Era una noche cálida y en una casa de familia se preparaba, como todos los años, un saratoga. El aperitivo tiene champán, vino blanco, y el sabor del ananá se esparcía dulzón entre los turrones, confites y garrapiñadas. Luis, no supo bien cómo, quizá lo vio como un juego con su hermano y su prima, se arrojó sobre el jarrón y se comieron toda la fruta embebida en alcohol. Tenía cinco años y se emborrachó. Esa fue su primera noche en estado de ebriedad.

En la adolescencia tomará por moda. Será el más divertido de su barra de amigos. Frecuentará bares, la noche, las mujeres, los excesos. No conocerá grises. Se matará a palos en cualquier esquina. No golpeará jamás a sus hijos, pero los lastimará con la palabra. Irá preso, estará dos veces internado y un día decidirá reconocer su enfermedad. “Soy un alérgico físico al alcohol –asegura, convencido, Luis, a sus 53 años- si yo ingiero una gota no puedo parar”.

Mariana tomaba sola. Vino tinto. Ni la cerveza ni la bebida blanca le gustaban. Había empezado un tratamiento para dejar de fumar y en la abstinencia del pucho, una noche, se dijo: ´por qué no tomarme un traguito`. “A los cuatro días estaba chupando botella y media”, cuenta esta mujer de 62 años, quien ya tenía cinco hijos, estaba separada y su madre, de la que todavía espera escuchar un te quiero, entraba en un profundo alzheimer.

Cuando iba a los cumpleaños trataba de disimular. Tomaba una sola copita. Pero cuando volvía a su casa, la botella que –por supuesto, dice- escondía en el placard, la esperaba. Ella, como otros alcohólicos, no podía soportar la idea de que el líquido color sangre le faltara. Una vez, al regresar del trabajo, entró a su habitación y encontró arriba de la cama una botella vacía. Su hermano la había descubierto. Se indignó.

- Mi hermana me dijo el otro día: no te recuerdo sin tomar. ¿Hasta cuándo vas a seguir? Si ya conociste todo. ¿Qué querés: morirte?

El que habla es Enrique y asegura que todo empezó a los 18. Antes no. “Tengo media vida en blanco. Las fiestas, siempre digo, hasta el carnaval carioca, después no me acuerdo nada”, dice a sus 59. La historia es así: a él siempre le gustó la noche, esa otra mitad de la vida. Amigo de los más grandes, amante del tango y los cabarets, tenía una mesa propia en cada bar. Y no duda en explicar: “la persona normal sabe que a las 9 de la mañana tiene que tomar un café con leche. A mí me daba lo mismo tomar un whisky o un gancia con limón”.

“Me dijeron no vayas a los lugares que frecuentabas y cagué”, dice Enrique e ironiza: “Ahora, estoy con arresto domiciliario, no me queda otra que quedarme en casa, porque toda la gente que conozco es tóxica”.

En esta nota los nombres han sido modificados. La última de las 12 tradiciones de Alcohólicos Anónimos cita el refugio del anonimato, base espiritual de todas sus tradiciones. Al fin de cuentas el límite entre el periodismo y la ficción lo permiten: lo único que no se puede es inventar. Aquí: cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia.

VIVIR CON ALERGIA

A ciencia cierta, el alcoholismo, es una polémica. Hubo quienes pensaron que era una cuestión de nacimiento, que le sucedía a los niños precoces o mimados, que es hereditario, que depende del ambiente o las experiencias. Según los modelos socio-históricos hablaron de desviación, delito, enfermedad o adicción y más tarde de una manifestación sintomática. Pero nadie sabe muy bien por qué ni cuándo uno se puede volver alcohólico.

“Hoy pocos son alcohólicos puros”, dice Oscar Molteni, psicólogo y director del Hospital Reencuentro -y explica que en la perspectiva de la enfermedad- tuvo gran influencia Alcohólicos Anónimos (AA).

Corría 1935, cuando William Silkworth, médico especializado en la adicción, elaboró la teoría de la alergia. Y en una carta expuso: “el alcoholismo es una enfermedad crónica, de quienes poseen el deseo imperioso de beber y no pueden usar sin peligro el alcohol”.

Para ese entonces, en Arkron, Ohio. Bill, un agente de la bolsa de Nueva York ya conocía a Bob, un cirujano. Ambos eran alcohólicos, y se convirtieron en socios. El primero había dejado de tomar, y el segundo – a pesar de ser médico- ni siquiera sabía que lo que tenía era una enfermedad. Comenzaron a trabajar con otros pares, y, como quien no quiere la cosa, dieron vida al objetivo fundamental de AA: mantenerse sobrio y ayudar a otros a lograr la sobriedad. Fundaron el primer grupo de autoayuda para alcohólicos y aunque llegaron a darse cuenta de que la cosa se les iba de las manos, no imaginaban que en cuatro años contarían tres grupos y 100 “recuperados”, mucho menos imaginaron que lo que habían inventado, permanecería por décadas, como una “hermandad internacional”, que en la actualidad posee más de 100 mil grupos en 170 países. En La Plata hay cinco grupos, a los que asisten más de 15 personas por día.

AA aportó un componente importante: auto-reconocerse enfermo es la llave para poder producir un cambio de comportamiento y la participación diaria en los grupos la posibilidad de la abstinencia y el cambio de carácter, para evitar recaídas.

PARA PRINCIPIANTES

Si uno tuviera que explicar Alcohólicos Anónimos para principiantes, hay cuatro cosas fundamentales.

Uno. Es un “programa” pero nada tiene que ver con la televisión. Tiene una serie de mandamientos, pero lejos está de la iglesia, religiones, sectas, organizaciones no gubernamentales o partidos políticos.

Dos. El alcohólico se auto-diagnostica a sí mismo y una vez que lo hace, se sabe alcohólico hasta la muerte. El único requisito para ser miembro de AA es el deseo de dejar la bebida.

Tres. Usan la frase: Lo primero, primero. Porque primero, hay que detener la ingesta alcohólica. El plan comprende 90 días de abstinencia, 90 reuniones, pero con una proyección cada 24 horas. Usted se preguntará ¿Y cómo lo logran? La propuesta es llenarse la panza con líquido, claro está, cualquiera que no tenga alcohol. Comer dulce de membrillo y tener el número de celular de un compañero siempre a mano. Ante las ganas de tomar la regla indica: “lo llamé para hablar y me escuchó para no tomar”.

Cuatro. Recién después podrá trabajar la parte emocional, transitar los Doce pasos, elegir un padrino que lo guíe en el proceso, participar de los servicios, tener responsabilidades, trasmitir el mensaje.

BUENAS 24

Cuando un alcohólico se reconoce como tal, se presenta: “Yo soy Víctor, un enfermo alcohólico en recuperación”.

Los alcohólicos lo saben, hay una metáfora que explica su comportamiento. “La gente sana está conectada a 220 y un alcohólico a 110”. Si se proyectan se queman, porque piensan en términos de resultados y antes de arrancar se frustran. Si usted se siente identificado, puede sentarse tranquilo en el sillón de su casa y responder las 12 preguntas para saber si es alcohólico (ver aparte). La marca indica: si al menos responde positivamente 4, quizá esté en problemas.

Es viernes 12 de julio. En el colegio Don Bosco el Grupo La Plata de AA se reúne, como todos los días, de 19.30 a 21. Una sala de reuniones pequeña, una mesa larga, sillas y bancos alrededor. A primera vista un cartel: “Si usted quiere dejar de beber, el problema es nuestro. Si usted quiere seguir tomando, el problema es suyo”. Y sobre la otra pared, los mandamientos de AA: los Doce Pasos y las Doce Tradiciones, bases del programa.

Mariana no es Mirtha Legrand. Pero desde la cabecera coordina la mesa con igual histrionismo. Primero lee el preámbulo. Es tiempo del paso siete: “Humildemente le pedimos que nos libere de nuestros defectos”. Usted se preguntará a quién le piden. Alcohólicos Anónimos les propone a sus miembros creer en un poder superior, cualquiera sea su creencia o fe, para pedirle fortaleza.

Como si fuera un evangelio, cada día se leen las reflexiones diarias, la de hoy reza: “Porque sin cierta dosis de humildad, ningún alcohólico puede permanecer sobrio”. Uno podría pensar que la reunión se desarrolla con los tiempos de una misa, más allá de la creencia de cada uno, estos hombres y mujeres tienen algo que celebrar: 24 horas de sobriedad.

Luis lleva 6 años sin tomar, Mariana va a cumplir dos en agosto, Alberto, uno, Paula, se sincera, puede contar la abstinencia a partir de enero. Enrique perdió la cuenta, de tanto recaer. Pero no se aflige. Al fin de cuentas, saben que no importa quién tiene más antigüedad. Alcohólicos Anónimos tiene un solo plan de financiamiento: te renueva el crédito cada 24 horas.

TIENE LA PALABRA
¿Cómo estás Andrés?

Buenas 24, gracias al grupo y a mi poder superior.

La coordinadora saluda a cada uno y cada uno responde. Por un segundo, el clima se tensa. Afuera, hay uno nuevo. Luis sale de la sala y pasado un rato, presenta al recién llegado. Se llama Carlos, y dice que lo mandó su mujer, la misma que lo va a esperar afuera hasta que termine. Todos le dan la bienvenida. Él asegura: “no creo ser alcohólico, a mí solo me gusta la cerveza”. Algunos bajan la mirada o se guiñan un ojo. Ya pasaron por eso, todos la sufrieron: se llama negación.

“A partir de ahora todo el que quiera hablar pedirá por la reflexión”, retoma Mariana. Pero hoy es un día atípico, hay uno nuevo a quien mostrarle que ahí adentro está lleno de espejos.

Andrés tiene la palabra. “Todos saben que yo vine acá porque me sacaron a mi nene y al principio llegué a pensar que esto estaba armado para que yo dejara de tomar”. Al principio, dice Andrés, lo único que hizo fue tapar la botella pero siguió siendo el mismo borracho. Con el tiempo y las experiencias de sus compañeros aprendió que “el otro, es el otro”. Que él no era un genio, que tenía que bajar el copete. “Hoy gasté mucha plata en un remedio para mi hijo”, destaca, orgulloso, Andrés. Antes, no paraba hasta conseguir el más barato y hasta era capaz de comprarlo vencido.

Andrés sobre todo, es muy gráfico: “En mi cabeza, ahora, las neuronas están de fiesta – a puro sexo- se están reproduciendo. Antes las mataba todas, pedo sobre pedo”. Y Cuando lo dejan sus compañeros, también es algo escatológico. Le encanta contar como vomitaba o llegaba destruido a su casa, después de días enteros de alcohol. Entre ellos aseguran que recordar las anécdotas divertidas puede causarles atracción, mientras que tener presente el horror, contribuye con la aceptación.

Ahora es el turno de Gastón. El también tuvo sus Buenas 24, es un veterano, lleva casi veinte años de sobriedad y tira las cartas sobre la mesa. “A mí me tranquilizó saber que ésta era una enfermedad y lo entendí cuando me dijeron que, si seguía con el alcohol, tenía tres posibles finales: el loquero, la cárcel o el cementerio”.

En la primera crónica que se escribió sobre AA, el periodista Jack Alexande publicó en el Saturday Evening Post una observación pertinaz. Dijo que a los alcohólicos, tanto los borrachos como los sobrios, les encanta hablar. Eso explica algo del programa: disfrutan relatar una y otra vez la historia de su alcoholismo.

Enrique, hoy está enojado. Se pregunta: ¿Por qué pongo tanta resistencia? Y afirma: “Estoy como si hubiera tomado”. Y se dice a sí mismo, como quien repite un mantra: “Tengo que bajarme del caballo, practicar la humildad”

Todos lo saben, lo repiten como cuando en la escuela decían la oración a la bandera. Luis se encarga de explicarlo: “el alcoholismo es una enfermedad de la mente, las emociones (el alma) y el cuerpo”.

“Si me preguntás desde cuándo tomo, creo que tomo desde la mamadera, dice Marcela y asegura que no puede cambiar toda una vida en tres meses.

El recién llegado se llevará el kit de folletos con las 12 preguntas para responder en la intimidad. Tomados de la mano, dicen la oración de la serenidad y en un abrazo extendido renuevan la esperanza: detener la enfermedad 24 horas más.

Usted se preguntará si Carlos vuelve. Quienes saben, aseguran que mientras la mujer lo escolte va a regresar. El resto, lleva tiempo y, sobre todo, abstinencia.


Fuente Diario El Día.

Grupos Locales :


GRUPO LA PLATA

Calle 8 y 57 nº1195 - Ex alumnos Don Bosco – Tel: 4246183. Todos los días del año – incluso feriados – de 19.30 a 21.

GRUPO UNIDAD

Diag. 74 nº 861 e/ 3 y 4 – Iglesia Metodista. Lunes, martes, jueves, viernes – de 19 a 21.

GRUPO PROVIDENCIA

Calle 60 e/ 27 y 28 – Parroquia Nuestra Señora de Luján – Hogar Sacerdotal. Martes, jueves, sábado, domingo – 19 a 21.

GRUPO ESPERANZA Y FE

Calle 140 y 57 – Parroquia San Benjamín. Lunes, miércoles y viernes – de 19 a 21.

NUEVA GUARDIA

Calle 32 e/ 138 y 139 – Parroquia San Carlos Borromeo. Lunes, miércoles y viernes – 19 a 21.



Guardia telefónica

Las 24 hs. los 365 días del año al

0221-15-5117323

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