La vergüenza y la adicción son gemelas siamesas. Rara vez existe la una sin la otra. No se puede encontrar un adicto sin vergüenza – o una persona vergonzosa que no tenga una adicción.
La vergüenza y la adicción están atadas en la mente, compartiendo el mismo alimento que las mantiene vivas. Hacia donde va una le sigue la otra. Ambas existen tras el muro de la negación, creciendo como un cáncer, chupándose la vida. Y ambas nos destinan al mismo lugar en el espiral de la muerte.
La vergüenza y la adicción están atadas en la mente, compartiendo el mismo alimento que las mantiene vivas. Hacia donde va una le sigue la otra. Ambas existen tras el muro de la negación, creciendo como un cáncer, chupándose la vida. Y ambas nos destinan al mismo lugar en el espiral de la muerte.
El objetivo más importante de la vergüenza es evitar la expresión. Para muchas personas que cargan vergüenza, esto no lo saben. No pueden saberlo. A veces se va manifestando tan lentamente que uno ni siquiera sabe cuándo se empezó a sentir así.
Y muchas veces viene disfrazada como si no fuera: rabia irracional, indiferencia, deseo abrumador de controlar, depresión, andar en las nubes, obsesión por consumir, entumecimiento de la mente, pánico y necesidad de correr. Nos agarramos de cualquier cosa para defendernos de resbalar en las profundidades de la vergüenza.
Irónicamente, estas defensas nos salvaron en nuestros peores momentos. De hecho son la razón por la cual estamos vivos hoy, y podemos pensar de ellas como razones sanas bajo circunstancias insanas. Podemos admirarnos y respetarnos por tenerlas, antes de empezar a vivir una nueva vida que ya no necesita de estas reacciones.
Muchos de nosotros llegamos a la recuperación inconsciente. En la podredumbre de haber tocado fondo y aceptando el Primer Paso sobre nuestra impotencia ante el alcohol, somos como niños, esperanzados de que todo se nos va a arreglar. La verdad es que alcanzar un poco de sobriedad solamente nos coloca en la puerta de inicio. Eventualmente, si somos sinceros con nuestra recuperación, chocaremos con los sentimientos que hemos tenido por años.
La recuperación no es un destino. Es un viaje. Desde el primer día que tomamos nuestros primeros pasos en sobriedad, empezamos el viaje que durará toda la vida hacia la serenidad y al amor. El camino en muchas ocasiones será traicionero, algunas veces glorioso, y siempre impredecible. Demanda nuestra entera participación, nuestro total y completo compromiso con nuestro ser interior.
Pero no podemos llegar allí si estamos encadenados a la vergüenza. Con la vergüenza controlando nuestra vida muchos beberemos nuevamente, concluyendo tristemente que "la sobriedad no era todo lo que esperábamos que fuese". Muchos codependientes dejaran de ir a las reuniones, arrastrándose directamente hacia la adicción porque no nos imaginamos cómo alguien pudo haber hecho esas cosas tan horribles que hicimos alguna vez, cuando estamos sobrios.
Muchos nunca regresarán de esa recaída porque la vergüenza los devora, y la muerte parece ser la única forma de alivio para tanto dolor. Cualquiera que haya experimentado las profundidades de la vergüenza puede entender por qué el suicidio parece ser la única solución posible.
Pero hay otra manera. Lo primero es reconocer nuestra propia vergüenza. El expresarla es la única manera de salir de ella. Si usted está leyendo estas lineas, ya va a la mitad del camino. El propósito de este escrito es darle nuevas esperanzas y algunas herramientas para combatir la vergüenza toxica. La vergüenza puede que sea una emoción universal, que todos los seres humanos sienten porque nunca podremos vivir a la altura de los ideales de perfección de nuestras limitadas imaginaciones.
Pero hay otra manera. Lo primero es reconocer nuestra propia vergüenza. El expresarla es la única manera de salir de ella. Si usted está leyendo estas lineas, ya va a la mitad del camino. El propósito de este escrito es darle nuevas esperanzas y algunas herramientas para combatir la vergüenza toxica. La vergüenza puede que sea una emoción universal, que todos los seres humanos sienten porque nunca podremos vivir a la altura de los ideales de perfección de nuestras limitadas imaginaciones.
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