miércoles, 25 de febrero de 2015

De la soberbia a la humildad: el orgullo y la amistad

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De la soberbia a la humildad: el orgullo y la amistad

orgullo
La soberbia es una sobrevaloración de nuestras capacidades y una negación de nuestras limitaciones.  La soberbia no reconoce defectos ni límites, todo lo contrario, insiste con terquedad en que somos perfectos e incapaces de cometer errores. Esta soberbia, es insana, una locura, porque, ¿qué ser humano no posee limitaciones y comete errores?
Yo era muy soberbio. Los Doce Pasos me regalaron humildad. Con el Primer Paso admití que no podía contra mi enfermedad y que mi vida era ingobernable. En el Segundo, contemplé la posibilidad de que algo superior a mi, podría ayudarme y en el Tercer Paso, puse mi mi vida y voluntad en manos de ese Poder Superior. El efecto de estos tres pasos sobre mi soberbia fue inmenso. A partir de esas sencillas admisiones comprendí que no lo podía todo; que mi vida era el desastre cuando pretendía todo; que necesitaba de otros y; sobre todo, que tenía que dejarme guiar. Nunca antes en mi vida había pensado así.
El proceso continuó con el Cuarto Paso al identificar cuándo había actuado mal. En el Quinto, al admitir mis errores ante otro. En el Sexto, al adquirir disposición para desprenderme de la soberbia y en el Séptimo cuando la entregué. Pero no quedó ahí, pues en el Octavo Paso estuve dispuesto a enmendar el daño que con mi soberbia causé a otros y, en el Noveno Paso, fui persona a persona enmendando mis errores.
Confieso, que una vez llegado aquí, me sentí pequeño, mínimo e insignificante. Aquella soberbia que antes tenía me pareció estúpida y la reconocí como la causa de infinidad de problemas y dificultades con otros y conmigo mismo.
Sobre todo, la soberbia me privó de la amistad conmigo y con otros. La amistad requiere de la humildad. La humildad nos permite aceptar al otro y a nosotros con defectos y virtudes.  La humildad admite errores. y nos faculta para pedir perdón y perdonarnos cuando nos equivocamos. También la humildad nos hace posible pedir ayudar cuando la necesitamos. La humildad es base para la intimidad con otros y con uno.  Por eso yo, soberbio como era, siempre estaba solo y no me conocía.
Me prometí entonces, nunca jamás ser soberbio. Pero la humildad no fue, ni es, fácil de lograr. Una y otra vez, soberbio he vuelto a ser. Sin embargo, ahora poseo el Décimo Paso y, cuando lo practico, reconozco mi soberbia y rápido puedo enmendar cualquier daño causado y volver a la humildad (¡siempre duele!).
El Paso Once ayuda a evitar ser soberbios. Bajo la guía del Poder Superior, en un mundo perfecto, nunca erraríamos el camino pero, nuestra capacidad para entregar nuestra voluntad es también limitada y aún bajo su guía y con las mejores intenciones, nos equivocamos. Así volvemos al Décimo Paso, reconocemos nuestro error y enmendamos.
Sirviendo desinteresadamente a otros, en el Paso Doce, sucede los mismo. No siempre somos desinteresados y nuestra soberbia nos lleva a controlar, insistir en nuestra razón y en tantas otras cosas y nuevamente, ¿dónde terminamos?. ¡En el Décimo Paso! Con el dolor de reconocer que fallamos nuevamente y con una mayor humildad al enmendar.
Este proceso contiene un gran regalo: la intimidad, la compasión y el amor. Primero con uno y luego con los demás. No he conocido una sola persona que habiendo trabajado los Doce Pasos sinceramente y de corazón, no se transforme en un ser más humano, compasivo y feliz y que por otra parte sea un mejor amigo de si y de los demás. Antes fueron soberbios y hoy sienten orgullo de lo que son gracias al trabajo de los Doce Pasos.
Imagen original por Rachel Titiriga. Editada.