viernes, 26 de septiembre de 2014

La Sospecha de la mentira.

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Publicado por Fernando Antonio Reyes Crespo

Hablamos de lo mentirosas que son las personas a las que intentamos ayudar en la intervención social, como si de una realidad especial se tratase. Aunque es cierto que existe la mentira, y negarlo sería absurdo por nuestra parte, existe del mismo modo que en nuestros círculos de relaciones. ¿Quién no ha mentido alguna vez?; ¿ quién no desea mostrar su mejor imagen al comienzo de una relación a costa incluso de decir alguna que otra mentira?; ¿quién no ha mentido alguna vez por temor a ser juzgado?.
Tenemos la sensación que a partir de esa premisa favorece la relación con el destinatario de la ayuda. Es normal y esperable que a lo largo del camino aparezca la mentira. Es una dinámica más , objeto de atención para el terapeuta o agente social. El echo de vivirlo como normal y esperable "que no deseable", y no como un problema, representa el inicio de un buen camino para desentrañar el sentido de esa mentira.
Una persona miente cuando teme las consecuencias de decir la verdad, o cunado desea preservar una buena imagen, o cuando ésa
es su consistencia comportamental, o por cualquier otra razón que habrá que descubrir con ella.
Retomando lo anterior, la estrategia de manejo de la mentira empezaría por entender que está, como venimos diciendo, forma parte de la relación. Vivirla como algo esperable, sirviéndonos de una actitud empática para entender dicha conducta, puede ser de gran ayuda.
Partamos de la base de no tener prisa por descubrir la verdad;; merece la pena dejar un tiempo para que sea la misma persona quien la diga. La mentira reconocida por uno mismo TIENE MAYOR EFECTO TERAPÉUTICO QUE CUANDO ES PRESENTADA POR EL TERAPEUTA.
Fernando Reyes.
Foto: La Sospecha de la mentira.

Hablamos de lo mentirosas que son las personas a las que intentamos ayudar en la intervención social, como si de una realidad especial se tratase. Aunque es cierto que existe la mentira, y negarlo sería absurdo por nuestra parte, existe del mismo modo que en nuestros círculos de relaciones. ¿Quién no ha mentido alguna vez?; ¿ quién no desea mostrar su mejor imagen al comienzo de una relación a costa incluso de decir alguna  que  otra mentira?; ¿quién no ha mentido alguna vez por temor a ser juzgado?. 
Tenemos la sensación que a partir de esa premisa favorece la relación con el destinatario de la ayuda. Es normal y esperable que a lo largo del camino aparezca la mentira. Es una dinámica más , objeto de atención para el terapeuta o agente social. El echo de vivirlo como normal y esperable "que no deseable", y no como un problema, representa el inicio de un buen camino para desentrañar el sentido de esa mentira.
Una persona miente cuando teme las consecuencias de decir la verdad, o cunado desea preservar una buena imagen, o cuando ésa
es su consistencia comportamental, o por cualquier otra razón que habrá que descubrir con ella.
Retomando lo anterior, la estrategia de manejo de la mentira empezaría por entender que está, como venimos diciendo, forma parte de la relación. Vivirla como algo esperable, sirviéndonos de una actitud empática para entender dicha conducta, puede ser de gran ayuda.
Partamos de la base de no tener prisa por descubrir la verdad;; merece la pena dejar un tiempo para que sea la misma persona quien la diga. La mentira reconocida por uno mismo TIENE MAYOR EFECTO TERAPÉUTICO QUE CUANDO ES PRESENTADA POR EL TERAPEUTA.
Fernando Reyes.

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