lunes, 13 de mayo de 2013

NUESTRO PEQUEÑO MUNDO.


Joaquín Roberto Jiménez Carrillo

Andaba yo deambulando sin moverme del sitio, esto, aunque parezca paradójico, es muy habitual en mí. Pienso y pienso sin ninguna necesidad de llegar a un sitio determinado. Simplemente el pensamiento fluye sobre cosas que observo con el desapego de un espectador sin intenciones concretas. Vuelo. Floto. Fluyo. No hay ni la más leve pretensión en esta acción, ni tan siquiera estoy seguro de que sea una acción, al menos aquí en Occidente, en Oriente le suelen llamar “vida contemplativa” y consiste en ver la vida pasar tal cual desde mi propia, voluntaria o involuntaria percepción. Por estos lares no es un entretenimiento que goce de buena prensa, algunos o muchos, lo calificarán como pérdida de tiempo, como si esto fuese posible; el tiempo nunca-siempre se pierde, es su propia naturaleza.
De pronto irrumpen en mí pensamientos a cerca de mi sentido aquí, de este regalo que es encarnar un cuerpo con posibilidades de hacer o deshacer, de enredar o aclarar, de sentir el milagro de ser o de mostrarme inerte, como si esto fuese una circunstancia sin importancia. Y con ello llegan las grandes preguntas, esas cuyas respuestas nunca tendrán una respuesta cierta y que nunca están exentas de la incertidumbre con la que la vida convive de forma inclusiva, indeterminada e inexorable. Sí, esa que a veces nos produce tanta desazón, que no nos garantiza nada, que no tiene porqué ser justa y menos aun la que tú quieras que sea, esa que nos crea ansiedad, angustia, vacío existencial. Y es ahí cuando sólo encuentro una posible respuesta, bueno, más que una respuesta, que no puede ser otra que asumirla y aceptarla tal cual es, una forma determinada forma de gestionarla con cierto éxito. No, no conozco la repuesta a porqué ni nada por el estilo, no, creo que, la mayoría de las veces, simplemente no existe, sólo pretendo encontrar la respuesta a otra pregunta de la misma o más enjundia que la interior, pero mucho más pragmática; la pregunta en cuestión es “cómo”, sí, cómo puedo darle sentido a mis días para así yo recibir la espléndida sensación de que todo pueda llegar a ser inteligible incluso. A lo mejor es la pregunta “cómo” la que da respuesta a la pregunta sin respuesta de “porqué”. Y a esta pregunta sí me ha ensañado la vida a responderla, intentaré explicar qué me da resultado a mí y digo a mí porque no tengo ni idea de si el resultado que a mí me produce le vale a otros. Eso es una labor que cada uno de nosotros tiene que abordar, una experiencia íntima e intransferible. Sí comunicable, pero intransferible. Pertenece al grado de la evolución que cualquier ser humano va desarrollando a través de los actos que lleva a cabo después de haber llegado a alguna idea que te produce la convicción más íntima y sincera de qué tienes que hacer para salir de las musarañas que están acechando siempre y que, a veces, sólo son el prefacio de un laberinto sin fin.
Y la respuesta a “cómo” tiene que ver con ponerme en acción, con salir de mí, de la antesala del laberinto y ofrecer mi más sincera contribución al bien. A qué bien?, a cualquier bien, al bien hacia los demás. Es así de simple y no lo quiero complicar ni un ápice con más explicaciones de las necesarias. Sólo apuntaré algunas pistas, se trata de ayudar a otros a resolver problemas en los que yo, humildemente, tenga algo para dar, para entregar desinteresadamente, sin esperar nada a cambio, de estar de parte de la solución de cualquier tipo de problema. A fin de cuentas, es tan simple como ponerte en acción en pro del bien. Y es en ese justo momento cuando me doy cuenta que desaparece mi propio malestar, que las preguntas ya no tienen ni la más leve importancia. Recibo dando, no hay más. Todo se llena de plenitud, satisfacción personal, me da igual cual ha sido el porqué, si es o no egoísta. Lo que tengo la certeza absoluta es de que es práctico, de que funciona y con esto se acaban las tribulaciones, los comecocos, el nihilismo sufrido o degustado. Estoy y me encuentro en otro plano, no sé ni tan siquiera si obedece a un desarrollo de tipo espiritual o personal. De lo que estoy absolutamente seguro es de que me encuentro mejor, más útil, más completo, más en sintonía con el regalo que la vida tiene para mí. Así que entenderán que me da lo mismo casi todo. Los resultados serán los que tengan que ser, unas veces serán los deseados y otros no, pero empieza a dar un poco igual, porqué, pues la respuesta es porque consigo de esta forma que mi vida no sea la aspiración ilusoria tantas veces de a dónde quiero llegar, si no el camino que me lleva a ese posible y deseado destino. Mi vida es el camino y punto, el resto nunca dependerá de mí y en él pongo todo mi empeño, mi motivación y mi esencia como ser humano solidario y parte de este todo que hemos dado en denominar “nuestro pequeño mundo”.


Joaquín Jiménez.

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