viernes, 28 de septiembre de 2012

Anécdotas de la Rehabilitación: Asertividad y Honestidad






Dejar las drogas es la aventura más maravillosa que una persona puede vivir. No solo por lo que aporta en salud física, económica o emocional. Sino también por los profundos aprendizajes que el proceso grupal nos brinda. En este terreno, el aprendizaje de valores como la honestidad es inigualable.

Reconocernos, aceptarnos, asumirnos responsables de nuestros destinos solo es posible en el marco grupal, donde los espejos se multiplican y disparan múltiples procesos de aprendizaje en cada uno de sus miembros.

Cada Comunidad Terapéutica, cada grupo de Narcóticos Anónimos son un hervidero de riquísimas historias de vida, que aportan a cada miembro un cúmulo de enzeñanzas que permiten reconocer al Otro como un igual, ponernos en sus zapatos. Romper el egoísmo, al tiempo que vamos reconociendonos como individuos con mucho para dar.

Sabernos seres humanos que dan pelea a fantasmas propios y ajenos en una búsqueda incanzable de dignidad y libertad, da cobijo para enfrentar el mayor de los terrores: dejar de ser el drogón, para pasar a ser "nada". Por lo menos, esa es la sensación tras reconocer nuestra enfermedad y la imposibilidad ya de controlar nuestras vidas.

Suena poético visto desde lejos. Pero el inicio del proceso es similar a arrojarse a un hueco oscuro, que uno presume, sin fondo. Un salto a la nada, donde solo queda confiar con humildad en la ayuda de los demás.

/// Honestidad

En este marco, surgen miles de anécdotas. Una de ellas, refleja lo que fue para mí una gran lección sobre el rol de la honestidad en nuestras vidas. Cierta vez, un muchacho que estaba a semanas de ingresar a reinserción, en una salida y por impulso roba un desodorante en una cadena de supermercados. 

El hecho, era muy similar a haber consumido drogas, la recaída en actitudes era evidente. Y la situación para el muchacho era complicada. ¿Qué hacer? Si decía la verdad, podía estar más tiempo en una Comunidad Terapéutica. Si callaba, nadie se iba a enterar, pero los secretos matan. 

El muchacho eligió blanquear lo sucedido y pidió ayuda. Era conciente de que atravesaba una situación de alto riesgo, y pudo trabajar las situaciones previas que habían disparado su recaída en actitudes. 

Pero ¿Eso basta para ayudarlo? Esa fue la pregunta del equipo multidisciplinario del lugar. Y la respuesta que elaboraron, marcó en mi un antes y un después, en lo que respecta a la diferencia entre "hablar" de valores y "vivir" desde valores.

La ayuda brindada a este muchacho, fue clara y sencilla. 

Ser adulto es asumir las consecuencias de las decisiones que tomamos. Hacernos responsables. Por ende, se le sugirió que devolviera el desodorante robado. ¿Qué !!!!??? fue la reacción de todos al conocer la disposición. Algunos se plegaron en contra de la medida, otros a favor.

Pero al final, el muchacho fue al supermercado pidió hablar con el gerente, le informó lo que había hecho y devolvió el desodorante. Luego el Gerente lo felicitó por su valentía. Pasa que al general de las personas nos gusta asumirnos, adultos y honestos. Por lo menos, de la boca para afuera. Pero al momento de enfrentarnos realmente con la consecuencias de nuestras decisiones, gran parte de la Humanidad huye temerosa.

Ese día aprendí que la Honestidad no tiene grises, se es honesto, o no se lo és. También comprendí que "Vivir desde valores como la Honestidad", implica un compromiso con uno mismo y nada más que con uno mismo. Algunas personas lo han hecho en forma natural a lo largo de sus vidas, otros debimos pagar un alto costo hasta aprenderlo. Pero juntos, estamos haciendo la diferencia. El mundo, sin dudas, será un lugar mejor.

Gabriel Genri

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