Los conceptos de “lo que hay o no que hacer” en el marco de una adicción no tienen sentido. Una de las características principales de las adicciones es la pérdida de la voluntad de elegir entre consumir o no hacerlo.
La adicción, a cualquier sustancia permitida o prohibida, es una enfermedad mental. Si se logra salir, las secuelas son muchas. En principio siempre se será adicto, vuelva o no a consumir. Esto significa que jamás se podría volver a consumir como un consumidor social, sino por el contrario. Una mínima cantidad de sustancia bastará para desencadenar nuevamente la seguidilla de compulsiones, y se estará en muy poco tiempo peor de lo que ya se estuvo.
Lo importante es detectar que situaciones y personas detonan el deseo de volver a consumir. Una vez detectado eso, hay que empezar a tomar decisiones a favor de la abstinencia. Poniendo el hecho de no consumir como el acto más importante, aún más importante que un trabajo e incluso la familia. De nada sirve arriesgarse, muertos no se puede disfrutar ni del trabajo ni de la familia. Por ello, cuidarse es fundamental.
Luego, es importante revisarse a si mismo. Los defectos de carácter que siempre se tuvieron, y que las sustancias acentuaron, deben detectarse, encontrar sus razones y eliminarse lo más posible.
Ser un “ex adicto”, o adicto abstemio, es un gran logro que debe sostenerse cada día. No es fácil. Es duro. Sin embargo… ¿para quién le es fácil la vida? Todos los seres humanos tiene su propia “cruz”, su Talón de Aquiles. A cada uno le toca lo que le toca, y comenzar a ver las dificultades en los otros es una arma infalible para aceptar las propias con dignidad y fortaleza porque todos somos iguales, todos tenemos nuestros dolores, nuestros instintos de muerte y de supervivencia. Todos lidiamos con ellos cada día.
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