lunes, 5 de diciembre de 2016

UN TESTIMONIO DE UNA JOVEN , NO IMPORTA EL SITIO, SINO EL MENSAJE. LEERLO DESPACIO Y REFLEXIONAR ( POR FAVOR). QUIZÁS AYUDE A ALGUIEN A REACCIONAR.

UN TESTIMONIO DE UNA JOVEN , NO IMPORTA EL SITIO, SINO EL MENSAJE.
LEERLO DESPACIO Y REFLEXIONAR ( POR FAVOR). QUIZÁS AYUDE A ALGUIEN A REACCIONAR.
Las drogas las probé por curiosidad a los 12 años. Mi primera experiencia fue con la marihuana, en el colegio. Me pillaron, pero solo me dieron un aviso, sólo porque era excelente alumna; ellos no le dieron mucha importancia, y yo tampoco. A los 15 años probé el alcohol. Ahí me fui a pique. Consumía cualquier cosa que consiguieray que me hiciera salir de la realidad. A los 16 años tuve una gran depresión y cambios severos de personalidad.
Por mi timidez, me refugié en las drogas. Yo era muy testaruda y mi madre no sabía cómo controlarme. Luego me metí a punk. Estuve dos años viviendo en la calle, y a veces llegaba a mi casa solamente a comer y ducharme. Mi mamá estaba histérica yendo al siquiatra, mientras mi hermana menor estaba sola. Yo estaba en mi mundo.
Ser punk tiene mucho que ver con ir contra la sociedad. Me junté con gente que asaltaba, que tenían lugares específicos donde se juntaban. En ese mundo comencé a conocer más drogas. Me identifiqué mucho con los punk, porque estaba como rebelada, tenía mucha rabia por muchas cosas. Siempre había sido la niña perfecta y me aburrí de eso, de esa pantalla. Con las drogas me liberé y fue como un castigo para mi familia. Les dije: "Déjenme tranquila, soy lo que soy". Tenía ganas de morirme, de desaparecer.
A los 16 años conocí a un amigo y llegué a estar más reventada que él. La onda punk es súper absorbente. Se maneja toda una imagen: pelos de colores, chaquetas de cuero, escuchando música agresiva. En los conciertos, lo único que hacíamos era pegarnos: "pegar, pegar, que el mundo se va a acabar".
Pero ya me sentía súper mal. Sentía que la gente con la que estaba no me apoyaba en nada, aunque siempre dentro de todas mis colocónes tuve algún momento de lucidez en que me decía que ese trajín no era lo mío. Me metí en un mundo del cual no podía salir. Para un Año Nuevo me desaparecí cuatro días. Anduve por todos lados, y mi madre, desesperada, salió a buscarme. Una noche, en que incluso me habían pegado en la calle, llegué de madrugada a mi casa, entré por la ventana de mi habitación y me acosté en mi cama, como si nada. Entró mi madre , me vio y dijo: ¡Basta, esto no puede seguir!. De inmediato ella contactó con comunidades terapéuticas y clínicas, que no podíamos pagar.
Un día, a las nueve de la mañana, mi mamá me despertó y me dijo que íbamos a ir a un lugar donde me ayudarían a salir de la droga. , donde me dijeron que, si seguía así, terminaría en la cárcel, en un hospital o muerta. Lo pensé y dije: ¡Tienen razón, yo quiero seguir viviendo!. En el fondo de mi corazón quería salvarme, y me quedé.
Al día siguiente no hubiera vuelto: era ¡ahora o nunca!. Tenía una angustia terrible, pensé que no iba poder. Ahora llevo 18 meses limpia y deseo ser terapeuta.

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