jueves, 5 de junio de 2014

DURO ,CRUEL PERO OCURRE DEMASIADO A MENUDO.



DURO PERO REAL.

 "Un día mi esposa estaba lavando los platos y se cortó la mano con un vaso roto. Se hizo un tajo profundo y tenía que ir al hospital. Me dio un ataque yo tenía que ir a las casa de apuestas de las carreras, ¡cómo se atreve a hacerme esto!. Me las ingenié para que un vecino la llevara a la sala de urgencias con el pretexto de que yo no podía lograr arrancar el coche. En cuanto se perdieron de vista, me fui a las carreras."
"Después de tener relaciones sexuales con prostitutas me decía: "Se acabó. Estoy asqueado. Ya he tenido bastante. Ésta vez es la última. Eso decía hasta la próxima vez. La voluntad no sirve para nada en éstos casos. De hecho es el enemigo. No da resultado. Si la voluntad sirviera de algo, nadie sería sexo maníaco, ni alcohólico, ni ninguna otra cosa así."
"Tenía un gran anhelo de ser aceptado y no entendía por qué se burlaban de mí. Me afligía mucho. Y eso hacía reforzar el escape a través de la masturbación. Había algo en el hecho de mirar mujeres desnudas, una sensación de vínculo que me hacía sentir querido. Es difícil de explicar."
"Me cuesta decir cuáles son las cosas más importantes que he obtenido de la liberación, pero una de ellas es la libertad: estoy libre de temores, de la inseguridad en mí misma, libre de la necesidad de controlar, libre de la reconcentración, y tengo la libertad que viene de aceptar que no soy sino un ser humano, que tendré los mismos problemas que todos los demás y que puedo afrontarlos igual que ellos"
"Me siento libre. No sabía quién era cuando usaba la droga. Tenía una imagen. Tenía que usar cocaína para mantener esa imagen. Ahora estoy descubriendo quién soy realmente. Estoy despojándome de la máscara, y eso me da una enorme sensación de libertad y de descubrimiento. Uno de los cambios principales es que ahora acepto responsabilidades, mientras que antes me pasaba la vida eludiéndolas. Ahora es estimulante aceptar responsabilidades"
"No comencé en esto como cualquier otro joven, pillando un gramito entre varios. La primera vez la probé con una pareja de amigos mayores que ya eran cocainómanos, y consumíamos directamente al menos cinco gramos, una cantidad muy elevada. Hay personas que son adictas durante años y no toman más de un gramo diario. Aparentemente hacía la vida normal para una chica de esa edad, pero la nieve ya me había atrapado. Hay dos maneras de estar enganchado a la cocaína. La puedes tomar con alcohol, bebes mucho y te pones rulos para contrarrestar la borrachera. Pero a mí me gustaba justo lo contrario, yo bebía para bajar el subidón de la cocaína. Bebía porque consumía cocaína, no consumía por beber. Como también por esa época empecé a trabajar por la noche en discotecas, en cuestión de tres horas me podía acabar una botella de whisky, de ron o lo que fuera. Luego otra, y otra… En realidad, me convertí en lo que los médicos llaman una politoxicómana: porros, pastillas, mucho alcohol… Pero tan sólo he desarrollado dependencia a la cocaína. . Cuando reflexiono sobre lo que viví esos días, meses y años, llego a la conclusión de que estaba anulada de sentimientos. Me di cuenta de la gravedad de mi situación cuando me quedé embarazada. Creía que controlaba mi adicción, pero no era así. Me seguía poniendo, en contra de mi voluntad. No era capaz de parar, ni tan siquiera por mi hijo. Y eso que mis padres nunca me han regañado, siempre han querido razonar conmigo, explicarme en qué infierno me estaba metiendo. A ellos les ha costado muchísimo entender que tienen una hija cocainómana. Que lo que padezco es una enfermedad, una dependencia. Te puedes encerrar dos días enteros en tu casa, o en un hotel. Lo decides después de haber tomado un par de copas y deseas ponerte sólo de perico. Las primeras veces lo haces en compañía, pero luego te empieza a dar vergüenza y te vuelves muy egoísta. Te vas aislando de todo. Al final eres tú y la coca. Ya no quieres amigos, y ya no tienes familia. Es muy difícil olvidarte de la coca, porque cuando tienes hambre comes, cuando quieres sexo lo buscas con tu pareja. Es agotador luchar contra ella, es una guerra continua. Aunque dejes de consumir, la droga va a estar siempre en ese departamento, durante toda tu vida…muchos creen que está rodeada de glamour. En los últimos tiempos, yo acudía a comprarla al poblado de Las Barranquillas, en un suburbio de Madrid, que se ha convertido en el mayor supermercado de droga de Europa. Allí puedes conseguir una micra, la décima parte de un gramo, por cinco euros. La cocaína ha bajado de precio, mientras que la heroína ha subido. El gramo cuesta en la calle 60 euros, la mitad que hace ?0 años. En España es barata y muy buena, puede llegar al 60% de pureza. En las peores rachas, era capaz de gastarme el equivalente a 6.000 euros al mes, aunque había quien se gastaba hasta 9.000. Esto es habitual entre los que se enganchan. Hay ejecutivos que se endeudan y terminan arruinándose. El dinero se va muy fácil. El peor momento llega cuando ya no te hace efecto. El subidón es muy fuerte, pero también fugaz. Puedes pasarte tres días consumiendo sin comer ni dormir. La droga te mantiene despierto, pero no sientes nada más que desesperación. Y no tardan en llegar las alucinaciones. Puedes estar encerrada en tu casa, con las persianas bajadas, y creer que de pronto quieren irrumpir por las ventanas personas persiguiéndote con cámaras para ver cómo te drogas. Últimamente ya no obtenía placer, no te lo pasas bien. Te empiezas a volver loca. Ves sombras, oyes voces, estás llena de calambres. Experimentas manías persecutorias, piensas que tus amigos están hablando de ti a tus espaldas, que tu propia familia va en contra de ti. Vives en tu mundo, encerrado en él… Uno de mis conocidos llegó a ver a grupos de policías, con el uniforme de los geos, haciendo rápel por su edificio para sorprenderle… Algo absurdo, pero que nosotros en ese momento creemos que es completamente real. Llevo ya tres meses en esta clínica y mañana es mi último día. Necesitaba estar un tiempo encerrada en un sitio así, sin poder salir a la calle, y pasar el mono. El periodo de deshabituación de la cocaína se sufre a nivel psicológico, más que físico. Nadie puede imaginarse con qué fuerza te apetece probarla de nuevo.
Una vez pasados los primeros días, que son durísimos, empiezas a salir los fines de semana. Vas feliz a reencontrarte con tu familia, en mi caso también con mi hijo. Y te das cuenta de lo mal que lo han pasado, del tremendo daño que he ocasionado a mis padres y que antes era absolutamente incapaz de percibir y comprender. No veía nada más que a mí misma. Pero lo peor que puedes hacer es pensar que estás curado y, cuando vuelvas a la calle, pegarte un homenaje, como llamamos a los grandes consumos de perico. Soy una dependiente, y enseguida puedo volver a caer. Así que cero homenajes, cero pensar que estoy curada. Debo aprender a estar en la vida sabiendo que soy una toxicómana. La gente que nos ayuda aquí, en la clínica, nos aconseja que tengamos proyectos a corto plazo, que no hagamos grandes planes porque si no la frustración puede ser mayor. Yo creo que me diré a mí misma: "Esta semana no voy a consumir". Lo que haga a la semana siguiente ya se verá. Como comenta uno de mis compañeros de terapia, nuestro carácter no nos permite estar sentados en una terracita tomando una Coca-Cola. Somos demasiado impulsivos, tenemos que volver a nacer. ¿Sabré aburrirme, sabré estar sola, y encima con dinero en el bolsillo…? Y siempre con esos miedos en la cabeza, torturándote, sobre todo el de volver a defraudar a la gente que ha apostado por ti Cuando cualquier cosa de la vida cotidiana te la recuerde, como una segunda copa, o hasta un folio blanco un poco doblado que veas al abrir un cajón, algo en ese departamento se va a encender y tu cabeza te la va a pedir inmediatamente. La verdad es que tengo mucho miedo a salir de aquí"
DURO PERO REAL.
"Un día mi esposa estaba lavando los platos y se cortó la mano con un v












"Un día mi esposa estaba lavando los platos y se cortó la mano con un vaso roto. Se hizo un tajo profundo y tenía que ir al hospital. Me dio un ataque yo tenía que ir a las casa de apuestas de las carreras, ¡cómo se atreve a hacerme esto!. Me las ingenié para que un vecino la llevara a la sala de urgencias con el pretexto de que yo no podía lograr arrancar el coche. En cuanto se perdieron de vista, me fui a las carreras."
"Después de tener relaciones sexuales con prostitutas me decía: "Se acabó. Estoy asqueado. Ya he tenido bastante. Ésta vez es la última. Eso decía hasta la próxima vez. La voluntad no sirve para nada en éstos casos. De hecho es el enemigo. No da resultado. Si la voluntad sirviera de algo, nadie sería sexo maníaco, ni alcohólico, ni ninguna otra cosa así."
"Tenía un gran anhelo de ser aceptado y no entendía por qué se burlaban de mí. Me afligía mucho. Y eso hacía reforzar el escape a través de la masturbación. Había algo en el hecho de mirar mujeres desnudas, una sensación de vínculo que me hacía sentir querido. Es difícil de explicar."
"Me cuesta decir cuáles son las cosas más importantes que he obtenido de la liberación, pero una de ellas es la libertad: estoy libre de temores, de la inseguridad en mí misma, libre de la necesidad de controlar, libre de la reconcentración, y tengo la libertad que viene de aceptar que no soy sino un ser humano, que tendré los mismos problemas que todos los demás y que puedo afrontarlos igual que ellos"
"Me siento libre. No sabía quién era cuando usaba la droga. Tenía una imagen. Tenía que usar cocaína para mantener esa imagen. Ahora estoy descubriendo quién soy realmente. Estoy despojándome de la máscara, y eso me da una enorme sensación de libertad y de descubrimiento. Uno de los cambios principales es que ahora acepto responsabilidades, mientras que antes me pasaba la vida eludiéndolas. Ahora es estimulante aceptar responsabilidades"
"No comencé en esto como cualquier otro joven, pillando un gramito entre varios. La primera vez la probé con una pareja de amigos mayores que ya eran cocainómanos, y consumíamos directamente al menos cinco gramos, una cantidad muy elevada. Hay personas que son adictas durante años y no toman más de un gramo diario. Aparentemente hacía la vida normal para una chica de esa edad, pero la nieve ya me había atrapado. Hay dos maneras de estar enganchado a la cocaína. La puedes tomar con alcohol, bebes mucho y te pones rulos para contrarrestar la borrachera. Pero a mí me gustaba justo lo contrario, yo bebía para bajar el subidón de la cocaína. Bebía porque consumía cocaína, no consumía por beber. Como también por esa época empecé a trabajar por la noche en discotecas, en cuestión de tres horas me podía acabar una botella de whisky, de ron o lo que fuera. Luego otra, y otra… En realidad, me convertí en lo que los médicos llaman una politoxicómana: porros, pastillas, mucho alcohol… Pero tan sólo he desarrollado dependencia a la cocaína. . Cuando reflexiono sobre lo que viví esos días, meses y años, llego a la conclusión de que estaba anulada de sentimientos. Me di cuenta de la gravedad de mi situación cuando me quedé embarazada. Creía que controlaba mi adicción, pero no era así. Me seguía poniendo, en contra de mi voluntad. No era capaz de parar, ni tan siquiera por mi hijo. Y eso que mis padres nunca me han regañado, siempre han querido razonar conmigo, explicarme en qué infierno me estaba metiendo. A ellos les ha costado muchísimo entender que tienen una hija cocainómana. Que lo que padezco es una enfermedad, una dependencia. Te puedes encerrar dos días enteros en tu casa, o en un hotel. Lo decides después de haber tomado un par de copas y deseas ponerte sólo de perico. Las primeras veces lo haces en compañía, pero luego te empieza a dar vergüenza y te vuelves muy egoísta. Te vas aislando de todo. Al final eres tú y la coca. Ya no quieres amigos, y ya no tienes familia. Es muy difícil olvidarte de la coca, porque cuando tienes hambre comes, cuando quieres sexo lo buscas con tu pareja. Es agotador luchar contra ella, es una guerra continua. Aunque dejes de consumir, la droga va a estar siempre en ese departamento, durante toda tu vida…muchos creen que está rodeada de glamour. En los últimos tiempos, yo acudía a comprarla al poblado de Las Barranquillas, en un suburbio de Madrid, que se ha convertido en el mayor supermercado de droga de Europa. Allí puedes conseguir una micra, la décima parte de un gramo, por cinco euros. La cocaína ha bajado de precio, mientras que la heroína ha subido. El gramo cuesta en la calle 60 euros, la mitad que hace ?0 años. En España es barata y muy buena, puede llegar al 60% de pureza. En las peores rachas, era capaz de gastarme el equivalente a 6.000 euros al mes, aunque había quien se gastaba hasta 9.000. Esto es habitual entre los que se enganchan. Hay ejecutivos que se endeudan y terminan arruinándose. El dinero se va muy fácil. El peor momento llega cuando ya no te hace efecto. El subidón es muy fuerte, pero también fugaz. Puedes pasarte tres días consumiendo sin comer ni dormir. La droga te mantiene despierto, pero no sientes nada más que desesperación. Y no tardan en llegar las alucinaciones. Puedes estar encerrada en tu casa, con las persianas bajadas, y creer que de pronto quieren irrumpir por las ventanas personas persiguiéndote con cámaras para ver cómo te drogas. Últimamente ya no obtenía placer, no te lo pasas bien. Te empiezas a volver loca. Ves sombras, oyes voces, estás llena de calambres. Experimentas manías persecutorias, piensas que tus amigos están hablando de ti a tus espaldas, que tu propia familia va en contra de ti. Vives en tu mundo, encerrado en él… Uno de mis conocidos llegó a ver a grupos de policías, con el uniforme de los geos, haciendo rápel por su edificio para sorprenderle… Algo absurdo, pero que nosotros en ese momento creemos que es completamente real. Llevo ya tres meses en esta clínica y mañana es mi último día. Necesitaba estar un tiempo encerrada en un sitio así, sin poder salir a la calle, y pasar el mono. El periodo de deshabituación de la cocaína se sufre a nivel psicológico, más que físico. Nadie puede imaginarse con qué fuerza te apetece probarla de nuevo.
Una vez pasados los primeros días, que son durísimos, empiezas a salir los fines de semana. Vas feliz a reencontrarte con tu familia, en mi caso también con mi hijo. Y te das cuenta de lo mal que lo han pasado, del tremendo daño que he ocasionado a mis padres y que antes era absolutamente incapaz de percibir y comprender. No veía nada más que a mí misma. Pero lo peor que puedes hacer es pensar que estás curado y, cuando vuelvas a la calle, pegarte un homenaje, como llamamos a los grandes consumos de perico. Soy una dependiente, y enseguida puedo volver a caer. Así que cero homenajes, cero pensar que estoy curada. Debo aprender a estar en la vida sabiendo que soy una toxicómana. La gente que nos ayuda aquí, en la clínica, nos aconseja que tengamos proyectos a corto plazo, que no hagamos grandes planes porque si no la frustración puede ser mayor. Yo creo que me diré a mí misma: "Esta semana no voy a consumir". Lo que haga a la semana siguiente ya se verá. Como comenta uno de mis compañeros de terapia, nuestro carácter no nos permite estar sentados en una terracita tomando una Coca-Cola. Somos demasiado impulsivos, tenemos que volver a nacer. ¿Sabré aburrirme, sabré estar sola, y encima con dinero en el bolsillo…? Y siempre con esos miedos en la cabeza, torturándote, sobre todo el de volver a defraudar a la gente que ha apostado por ti Cuando cualquier cosa de la vida cotidiana te la recuerde, como una segunda copa, o hasta un folio blanco un poco doblado que veas al abrir un cajón, algo en ese departamento se va a encender y tu cabeza te la va a pedir inmediatamente. La verdad es que tengo mucho miedo a salir de aquí"
 — con Guadalupe Berumen