martes, 27 de mayo de 2014

UNA DE MIS REFLEXIONES. EL TRABAJADOR SOCIAL ( O TERAPEUTA) EN LA DROGADICCIÓN

Como Terapeuta (F.REYES).

No hay peor juez para un adicto que otro adicto o persona no recuperada dentro unos buenos cánones de terapia o Psicológicos


A riesgo de repetirnos en conceptos ya vertidos, necesitamos enfatizar que el trabajo social, se desarrolle en el campo que se desarrolle, siempre se rige por dos principios básicos": Principio de aceptación y "derecho a la propia determinación".
La relación que se establezca con el drogadicto será un factor relevante en la experiencia terapéutica del mismo.

Si el trabajador social aprende a manejar una sensibilidad instrumentada profesionalmente, podrá ser capaz de identificar las necesidades emocionales del paciente y lograra realizar acciones positivas y de utilidad para aquel.

Por otro lado, si bien es cierta la importancia que tiene el crear un clima terapéutico tolerante, se deben tener perfectamente clarificados los limites de esta tolerancia. La tarea de las limitaciones es una ocupación que corresponden a todo el equipo tratante , y deben ser bien esclarecidas para no dar lugar a dudas.

Este punto lo consideramos fundamental por cuanto una de las características mas comunes a todos los drogadictos es el haberse formado o "criado" en una casi total "falta de limites". El que una familia no establezca ciertos limites "necesarios" en el proceso de socialización de sus hijos suele ser incorporado por estos como falta de interés hacia ellos, como falta de amor (de hecho, en la mayoría de los casos es así). De esto se desprende otra de las características de sugestiva frecuencia entre los jóvenes drogadictos: Su (manifiesta o no) "carencia afectiva".

La posibilidad de una buena relación del trabajador social con jóvenes drogadictos también se ve muy condicionada por la posición o estatus que el trabajo social ocupa dentro de las instituciones y por la percepción que los asistidos tienen de ella.
Su tarea específica, la podemos dividir en "intra-mural" (la que se realiza dentro del establecimiento y, "extramural"(la que se realiza fuera del establecimiento).

Una de las cosas que siempre habrá que remarcar y más específicamente en el tema, es que el profesional, en su trato con los asistidos, deberá siempre y por sobre todas las cosas respetarlos como personas que son; esto implica una conducta  no crítica.

Si bien son todos drogadictos eso no significa que no sean personas diferenciadas, con necesidades t posibilidades distintas.
Yo particularmente y otros expertos en la materia (descontamos que tendremos muchas críticas sobre este punto) creemos y sostenemos que los más importante como camino terapéutico es manejarse a través del área afectiva y no de la intelectual interpretativa.

Esto último no significa en absoluto (como muchos creen) la pérdida de autoridad o de la distancia necesaria entre terapeuta y asistido, sino que, por el contrario, equivale a darles la oportunidad de ser tratados como "seres humanos lesionados por un serio problema" a los cuales es nuestro deber ayudar.

"El peor enemigo que tienen los drogadictos es la sociedad con su actitud rechazante. Actitud ésta que, lamentablemente, adoptan algunos profesionales cuando están frente a ellos.

Estas personas enfermas y tan dependientes de factores externos (drogas) para lograr apoyo emocional están muy necesitadas que los profesionales que los tratan, entre los cuales figura el trabajador social psiquiátrico y terapeuta, no sean de aquellos que en su fuero intimo sienten que se tratan de individuos despreciables, porque, de ser así, de no haber superado ese sentimiento negativo hacia el drogadicto, este percibirá el rechazo, lo cual contribuirá a alimentar la baja estimación que(en general) tienen por sí mismos".

Los drogadictos necesitan para su atención un ambiente especial capaz de contar con controles específicos y limitaciones firmes, para poder evitar que lleguen a tener posibilidad de proveerse de las drogas.

"Para estos pacientes es útil la actividad grupal donde se les brinda la oportunidad de relacionarse con otros individuos que tienen problemas comunes, lo cual contribuye a neutralizar en algo ese sentimiento", ‘cosa mala’ que han estado experimentando y fuera alimentado por la actitud hostil y rechazante de la sociedad".



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