Jose Manuel Penades.
Os pongo uno de los primeros capítulos del libro que he escrito y que espero que alguna editorial pueda apostar por él, ya que es de auto-ayuda.
¡ SI QUIERES, PUEDES !
(Confesiones tóxicas de un superviviente)
CAPÍTULO UNO.
Toma de contacto
En mi vida privada, todo iba sobre ruedas. Nos casamos con un piso de segunda mano ya pagado, y la que era mi esposa comenzó a estudiar en la Universidad, al tiempo que hizo dos oposiciones, que aprobó, una en la Generalitat Valenciana y otro en el Servicio Valenciano de Salud. Teníamos dos buenos sueldos, un todo terreno, viajábamos cuando el trabajo lo permitía... Así que decidimos cambiar el tercero sin ascensor por un quinto en una urbanización recién terminada, con amplias zonas verdes, piscina y pista de tenis multifuncional.
Queríamos ser padres y mi ex mujer propuso que cuando aprobara la oposición iríamos a por el niño. Tuvo un embarazo extrauterino que no salió adelante. Tuvimos que esperar un año para tratar de ser padres. A la segunda fue la vencida. Nueve meses más tarde, tras haber cumplido ese año de abstinencia, llegó a la vida Pablo. Fue un dos de diciembre, preámbulo de Navidad. Ya habíamos dado la señal para el nuevo piso y hasta que lo terminaron estuvimos en el mismo barrio viviendo en un piso de mis suegros, ya que ellos se trasladaron al campo. Lo tenía todo. Un buen trabajo, una esposa, un piso nuevo, un hijo, una familia muy unida… Pero lo tiré todo por la borda. Todo lo que me costó llegar se desvaneció, como si de un castillo de naipes se tratara. Como he apuntado anteriormente, yo era una persona a la que le costaba exteriorizar los sentimientos y comencé a tontear con la cocaína sin saber ni cómo ni por qué. La había probado esporádicamente, pero acabé metiéndome en un callejón sin salida. Y todavía, a día de hoy, me sigo haciendo la misma pregunta: “¿Por qué?”
Mi ex mujer trató de salvar el matrimonio, que, todo sea dicho, naufragaba por mi culpa. Decidimos, de mutuo acuerdo, darnos un tiempo. Yo me marché a casa de mis padres, pero seguía consumiendo. Comencé a robar dinero a mis suegros hasta que la madre de mi ex se dio cuenta. Fue la gota que colmó el vaso y todo acabó con un divorcio cantado, a pesar de visitar psicólogos para tratar de frenar algo que estaba visto para sentencia. Me encerré en mi habitación y encontré en internet una fórmula de escape. Hice amistades en una página especializada, y unos años después de mi divorcio apareció en mi vida Cecilia. Ella, al igual que yo, estaba separada, con dos hijas de su matrimonio y una tercera fruto de una relación de pareja. Ella había recibido muchos reveses en su vida y superó hasta un cáncer de cérvix, pero supo salir adelante con sus tres niñas: Saray, Rocío y Marina. Nos conocimos, al igual que mi hermana Inma y el que es su marido, Carlos, por internet. Ellos acabaron casándose y ahora viven en la localidad albaceteña de Almansa. Yo seguí los pasos de mi hermana, aunque me quedé unos kilómetros antes, en Villena, donde resido en la actualidad; seguía trabajando en Alicante y consumiendo, aunque ella no sabía nada.
Yo dormía en casa de mis padres y los días en los que libraba o bien iba a su casa o venía ella a verme. Me hacía feliz, pero no sabía nada sobre mi doble vida.
Hoy en día quiero agradecerle que confiara en mí, al igual que a sus hijas, que aunque dudaron en un principio, acabaron por no poner trabas en nuestra relación. La maldita droga destruyó mi matrimonio, pero viendo el lado positivo, si lo hay, me ayudó a encontrar a la mujer con la que me despierto cada día. Pero la maldita droga me hizo tocar fondo. En la actualidad (año 2013), llevo seis fuera de esa peligrosa espiral, me siento con más fuerza que nunca y tengo unas ganas locas de vivir, aunque haya pasado de nadar en la abundancia a saber aprovechar el valor de diez euros, algo que no hacía cuando me dirigía en su momento a buscar a mi camello.
Llevo seis años con Cecilia. Tiene tres lindas hijas, vivo en Villena con ellas me y me he acoplado perfectamente al frío invernal y al sofocante calor estival. En Alicante están mis padres y mi hermana Mónica. Mi hijo también reside allí, mientras que mi cuñada Desi y mis sobrinos viven en Torrellano, a medio camino entre la capital y Elche. Inma está en Almansa, y en Valencia reside Víctor. El papel de la familia es muy importante para mí. A pesar de la distancia y de la ausencia de mi hermano Salva, ellos son el pilar donde me apoyo. Además, he aprendido mucho de mi pareja, compañera, esposa o como queráis denominarla. Me ha enseñado a ser fuerte, tanto física como psicológicamente. Las personas que hemos tenido alguna dependencia (drogas, alcohol, juego…) somos débiles y vulnerables mentalmente. Y creo que también tenemos algo de narcisistas.
Seis años después de mi último consumo (julio de 2007) he aprendido que la gente que nos alimentamos de nuestros sueños no envejecemos y que lo principal es quererse a uno mismo. En ello estoy. Soy de los que piensan que los que hemos superado algún problema de dependencia, aunque llevemos tiempo sin recaer, siempre seremos toxicómanos, alcohólicos, jugadores… No me gusta poner delante la expresión ex. Cualquier cambio emocional nos puede condenar a una recaída, algo que, en mi caso, sería como cavarme mi propia tumba. ¿Por qué? Porque sé que mi pareja dejaría de confiar en mí, al igual que mi familia y la madre de mi hijo. Lo que he recuperado poco a poco y con mucho esfuerzo se esfumaría de golpe y entraría de nuevo en esa espiral de autodestrucción… Y por nada del mundo lo deseo.
Mucha gente admira mi fuerza de voluntad y mi lucha por salir de un mundo donde otros muchos se han quedado por el camino. ¡Sí, me siento orgulloso! Pero no bajo nunca la guardia. Sé que he ganado una batalla, pero no la guerra. A pesar del alto el fuego, en cuestión de segundos el enemigo se puede apoderar de ti. Mi familia me ha ayudado sí, pero sin mi tesón, ganas y perseverancia creo que nunca lo habría conseguido. He estado en psicólogos, en Proyecto Hombre, en la UCA (Unidad de Conductas Adictivas) de Alicante, pero yo seguía drogándome entre sesión y sesión, entre descanso y descanso. No quería ayuda. Me sentía otro cuando destrozaba mi DNI preparando una raya de cocaína y la esnifaba en mi cuarto de la casa de mis padres junto al portátil, un paquete de tabaco rubio y una botella de agua.
Pero hasta ese momento de decadencia pasaron muchas otras cosas, casi todas miserables de las que no me siento nada orgulloso de contar. Pero lo quiero hacer para que quienes estén pasando por lo que yo pasé, y sus familias, puedan tener una referencia.
Siempre he dicho que si los toxicómanos formáramos una empresa, con nuestras mentiras triunfaríamos. A la hora de conseguir dinero para droga me montaba una película que ni Pedro Almodóvar. Ni qué decir tiene que las personas que me prestaban el dinero, muchas de ellas no lo han vuelto a ver. Cuando uno es de baja autoestima como lo fui yo, es muy fácil caer en una espiral peligrosa. A pesar de que elegí una de las drogas más caras y que no debilitan tu aspecto físico: la cocaína, cuya dependencia es más psicológica que otra cosa. Cuando ves que la papelina se está acabando ya estás pensando de dónde sacar aunque sean treinta euros para conseguir medio gramo. Pero llega un momento que esa cantidad te dura menos de una hora: tu cabeza, tu mente, está pendiente de que tienes en el bolsillo la papelina, el DNI y el billete preparado, aunque hiciera cinco minutos que hubieras esnifado la última raya..
Tengo claro que hay mucha gente que ha consumido alguna vez en su vida cocaína, speed, anfetaminas, heroína, cannabis, chocolate, tripis… La lista es muy larga. Y si mezclas drogas con alcohol, tu estado de excitación se multiplica por diez. Yo nunca lo he hecho pero consumía en el trabajo, en el coche, en mi cuarto, y alguna vez también tomaba en fiestas, despedidas de soltero, bodas… En esos sitios te das cuenta de qué pie cojea cada cual. Ves a gente que nunca imaginaste que tomara sustancias adictivas y te das cuenta de que la apariencia sólo es eso, apariencia. No recuerdo la primera vez que probé la cocaína. Hace veinte años era más conocido, y económico, el speed; lo probé y no me gustó. Sin embargo, la cocaína sí. Me gustaba y me hacía escribir mejor, me inspiraba. Me pasaba con ella igual que con la absenta a los pintores, escritores o escultores británicos del siglo XIX.
Pero regresemos de nuevo a mis comienzos en ese maldito mundo. Mi primer paso fue probar un canuto. No sentí nada. Sí recuerdo una mala experiencia cuando probé la marihuana: tenía el estómago vacío y bebía cerveza con unos amigos. Aluciné. Me marché al servicio a lavarme la cara porque veía cosas, formas extrañas, colores destellantes. Nunca más la volví a tomar. La coca la probé con 18 años de edad, más o menos. En la pandilla consumíamos casi todos, tanto chicos como chicas. Solíamos comprarla en contadas ocasiones: Nochevieja, fiestas del barrio o en alguna despedida de soltero. Recuerdo una de éstas en las que íbamos en autobús camino de Benidorm y había una bandeja con quince o veinte rayas que iba pasando de fila en fila de asientos....
Incluso el día de mi boda, tras la ceremonia y antes de ir al restaurante, paramos a comprar cocaína, porque nos cogía de paso. Algunos ya llevábamos alcohol y droga en el cuerpo. Prácticamente ni probé el menú de mi propio enlace matrimonial. Sabido es que la cocaína disminuye el apetito. Pero pensaba que la sabía manejar porque podían pasar meses y meses sin volverla a probar. Era lo que se denomina ‘consumidor ocasional’. Siempre tuve la impresión de que consumir estas sustancias me daba cierta importancia entre mis amistades. Es como el que fuma con solo quince años, que es admirado por las chicas y se hace respetar. Vamos, una chorrada al fin y al cabo. Pero así comencé yo a fumar, tabaco se entiende, y es el único vicio con el que sigo.
¡ SI QUIERES, PUEDES !
(Confesiones tóxicas de un superviviente)
CAPÍTULO UNO.
Toma de contacto
En mi vida privada, todo iba sobre ruedas. Nos casamos con un piso de segunda mano ya pagado, y la que era mi esposa comenzó a estudiar en la Universidad, al tiempo que hizo dos oposiciones, que aprobó, una en la Generalitat Valenciana y otro en el Servicio Valenciano de Salud. Teníamos dos buenos sueldos, un todo terreno, viajábamos cuando el trabajo lo permitía... Así que decidimos cambiar el tercero sin ascensor por un quinto en una urbanización recién terminada, con amplias zonas verdes, piscina y pista de tenis multifuncional.
Queríamos ser padres y mi ex mujer propuso que cuando aprobara la oposición iríamos a por el niño. Tuvo un embarazo extrauterino que no salió adelante. Tuvimos que esperar un año para tratar de ser padres. A la segunda fue la vencida. Nueve meses más tarde, tras haber cumplido ese año de abstinencia, llegó a la vida Pablo. Fue un dos de diciembre, preámbulo de Navidad. Ya habíamos dado la señal para el nuevo piso y hasta que lo terminaron estuvimos en el mismo barrio viviendo en un piso de mis suegros, ya que ellos se trasladaron al campo. Lo tenía todo. Un buen trabajo, una esposa, un piso nuevo, un hijo, una familia muy unida… Pero lo tiré todo por la borda. Todo lo que me costó llegar se desvaneció, como si de un castillo de naipes se tratara. Como he apuntado anteriormente, yo era una persona a la que le costaba exteriorizar los sentimientos y comencé a tontear con la cocaína sin saber ni cómo ni por qué. La había probado esporádicamente, pero acabé metiéndome en un callejón sin salida. Y todavía, a día de hoy, me sigo haciendo la misma pregunta: “¿Por qué?”
Mi ex mujer trató de salvar el matrimonio, que, todo sea dicho, naufragaba por mi culpa. Decidimos, de mutuo acuerdo, darnos un tiempo. Yo me marché a casa de mis padres, pero seguía consumiendo. Comencé a robar dinero a mis suegros hasta que la madre de mi ex se dio cuenta. Fue la gota que colmó el vaso y todo acabó con un divorcio cantado, a pesar de visitar psicólogos para tratar de frenar algo que estaba visto para sentencia. Me encerré en mi habitación y encontré en internet una fórmula de escape. Hice amistades en una página especializada, y unos años después de mi divorcio apareció en mi vida Cecilia. Ella, al igual que yo, estaba separada, con dos hijas de su matrimonio y una tercera fruto de una relación de pareja. Ella había recibido muchos reveses en su vida y superó hasta un cáncer de cérvix, pero supo salir adelante con sus tres niñas: Saray, Rocío y Marina. Nos conocimos, al igual que mi hermana Inma y el que es su marido, Carlos, por internet. Ellos acabaron casándose y ahora viven en la localidad albaceteña de Almansa. Yo seguí los pasos de mi hermana, aunque me quedé unos kilómetros antes, en Villena, donde resido en la actualidad; seguía trabajando en Alicante y consumiendo, aunque ella no sabía nada.
Yo dormía en casa de mis padres y los días en los que libraba o bien iba a su casa o venía ella a verme. Me hacía feliz, pero no sabía nada sobre mi doble vida.
Hoy en día quiero agradecerle que confiara en mí, al igual que a sus hijas, que aunque dudaron en un principio, acabaron por no poner trabas en nuestra relación. La maldita droga destruyó mi matrimonio, pero viendo el lado positivo, si lo hay, me ayudó a encontrar a la mujer con la que me despierto cada día. Pero la maldita droga me hizo tocar fondo. En la actualidad (año 2013), llevo seis fuera de esa peligrosa espiral, me siento con más fuerza que nunca y tengo unas ganas locas de vivir, aunque haya pasado de nadar en la abundancia a saber aprovechar el valor de diez euros, algo que no hacía cuando me dirigía en su momento a buscar a mi camello.
Llevo seis años con Cecilia. Tiene tres lindas hijas, vivo en Villena con ellas me y me he acoplado perfectamente al frío invernal y al sofocante calor estival. En Alicante están mis padres y mi hermana Mónica. Mi hijo también reside allí, mientras que mi cuñada Desi y mis sobrinos viven en Torrellano, a medio camino entre la capital y Elche. Inma está en Almansa, y en Valencia reside Víctor. El papel de la familia es muy importante para mí. A pesar de la distancia y de la ausencia de mi hermano Salva, ellos son el pilar donde me apoyo. Además, he aprendido mucho de mi pareja, compañera, esposa o como queráis denominarla. Me ha enseñado a ser fuerte, tanto física como psicológicamente. Las personas que hemos tenido alguna dependencia (drogas, alcohol, juego…) somos débiles y vulnerables mentalmente. Y creo que también tenemos algo de narcisistas.
Seis años después de mi último consumo (julio de 2007) he aprendido que la gente que nos alimentamos de nuestros sueños no envejecemos y que lo principal es quererse a uno mismo. En ello estoy. Soy de los que piensan que los que hemos superado algún problema de dependencia, aunque llevemos tiempo sin recaer, siempre seremos toxicómanos, alcohólicos, jugadores… No me gusta poner delante la expresión ex. Cualquier cambio emocional nos puede condenar a una recaída, algo que, en mi caso, sería como cavarme mi propia tumba. ¿Por qué? Porque sé que mi pareja dejaría de confiar en mí, al igual que mi familia y la madre de mi hijo. Lo que he recuperado poco a poco y con mucho esfuerzo se esfumaría de golpe y entraría de nuevo en esa espiral de autodestrucción… Y por nada del mundo lo deseo.
Mucha gente admira mi fuerza de voluntad y mi lucha por salir de un mundo donde otros muchos se han quedado por el camino. ¡Sí, me siento orgulloso! Pero no bajo nunca la guardia. Sé que he ganado una batalla, pero no la guerra. A pesar del alto el fuego, en cuestión de segundos el enemigo se puede apoderar de ti. Mi familia me ha ayudado sí, pero sin mi tesón, ganas y perseverancia creo que nunca lo habría conseguido. He estado en psicólogos, en Proyecto Hombre, en la UCA (Unidad de Conductas Adictivas) de Alicante, pero yo seguía drogándome entre sesión y sesión, entre descanso y descanso. No quería ayuda. Me sentía otro cuando destrozaba mi DNI preparando una raya de cocaína y la esnifaba en mi cuarto de la casa de mis padres junto al portátil, un paquete de tabaco rubio y una botella de agua.
Pero hasta ese momento de decadencia pasaron muchas otras cosas, casi todas miserables de las que no me siento nada orgulloso de contar. Pero lo quiero hacer para que quienes estén pasando por lo que yo pasé, y sus familias, puedan tener una referencia.
Siempre he dicho que si los toxicómanos formáramos una empresa, con nuestras mentiras triunfaríamos. A la hora de conseguir dinero para droga me montaba una película que ni Pedro Almodóvar. Ni qué decir tiene que las personas que me prestaban el dinero, muchas de ellas no lo han vuelto a ver. Cuando uno es de baja autoestima como lo fui yo, es muy fácil caer en una espiral peligrosa. A pesar de que elegí una de las drogas más caras y que no debilitan tu aspecto físico: la cocaína, cuya dependencia es más psicológica que otra cosa. Cuando ves que la papelina se está acabando ya estás pensando de dónde sacar aunque sean treinta euros para conseguir medio gramo. Pero llega un momento que esa cantidad te dura menos de una hora: tu cabeza, tu mente, está pendiente de que tienes en el bolsillo la papelina, el DNI y el billete preparado, aunque hiciera cinco minutos que hubieras esnifado la última raya..
Tengo claro que hay mucha gente que ha consumido alguna vez en su vida cocaína, speed, anfetaminas, heroína, cannabis, chocolate, tripis… La lista es muy larga. Y si mezclas drogas con alcohol, tu estado de excitación se multiplica por diez. Yo nunca lo he hecho pero consumía en el trabajo, en el coche, en mi cuarto, y alguna vez también tomaba en fiestas, despedidas de soltero, bodas… En esos sitios te das cuenta de qué pie cojea cada cual. Ves a gente que nunca imaginaste que tomara sustancias adictivas y te das cuenta de que la apariencia sólo es eso, apariencia. No recuerdo la primera vez que probé la cocaína. Hace veinte años era más conocido, y económico, el speed; lo probé y no me gustó. Sin embargo, la cocaína sí. Me gustaba y me hacía escribir mejor, me inspiraba. Me pasaba con ella igual que con la absenta a los pintores, escritores o escultores británicos del siglo XIX.
Pero regresemos de nuevo a mis comienzos en ese maldito mundo. Mi primer paso fue probar un canuto. No sentí nada. Sí recuerdo una mala experiencia cuando probé la marihuana: tenía el estómago vacío y bebía cerveza con unos amigos. Aluciné. Me marché al servicio a lavarme la cara porque veía cosas, formas extrañas, colores destellantes. Nunca más la volví a tomar. La coca la probé con 18 años de edad, más o menos. En la pandilla consumíamos casi todos, tanto chicos como chicas. Solíamos comprarla en contadas ocasiones: Nochevieja, fiestas del barrio o en alguna despedida de soltero. Recuerdo una de éstas en las que íbamos en autobús camino de Benidorm y había una bandeja con quince o veinte rayas que iba pasando de fila en fila de asientos....
Incluso el día de mi boda, tras la ceremonia y antes de ir al restaurante, paramos a comprar cocaína, porque nos cogía de paso. Algunos ya llevábamos alcohol y droga en el cuerpo. Prácticamente ni probé el menú de mi propio enlace matrimonial. Sabido es que la cocaína disminuye el apetito. Pero pensaba que la sabía manejar porque podían pasar meses y meses sin volverla a probar. Era lo que se denomina ‘consumidor ocasional’. Siempre tuve la impresión de que consumir estas sustancias me daba cierta importancia entre mis amistades. Es como el que fuma con solo quince años, que es admirado por las chicas y se hace respetar. Vamos, una chorrada al fin y al cabo. Pero así comencé yo a fumar, tabaco se entiende, y es el único vicio con el que sigo.
Curiosamente veo en tu relato una constante que se dá entre consumidores de todo tipo de substancias. El no aceptar la ansiedad existencial como un malestar momentáneo y con el que hay que aprender a convivir.
ResponderEliminarEl mundo no fué construído por gente que se sentía bien todo el tiempo. Como en parte sabes, solucionar con droga es hacerlo en falso. Aúnque un día escribas o pintes algo brillante no significa que al próximo consumo lograrás lo mismo.
De ser así todos los adictos a drogas ,alcohol y tabaco serían poseedores de progresos superlativos,en vez de lo contario. El genio de los grandes adictos que destacaron existió a pesar de sus vicios y no debido a los mismos.
Lo del tabaquismo lo mencionas casi como aceptando que debes conservar necesariamente un vicio, cual si éste fuése un mal menor. Que no lo es. Principalmente en lo que toca a desarrollar tu fortaleza física y mental al eximirte de la esclavitud de ser codependiente de alguna substancia, llámala estimulante,relajante o lo que quieras; pero en realidad el cigarillo es un gran engaño, por el cual a cambio de un bienestar momentáneo,casi diría brevísimo que otorga el disparo de las endorfinas en el torrente sanguíneo debido a la invasion de la nicotina y otros químicos contenidos en el tabaco y el papel
que fumaste, y que repito engañan a tu sistema nervioso con una promesa de permanente bienestar que jamás se cumple.
Cuerpo sano en mente sana sigue siendo una verdad a través de los tiempos.
Al final a través de nuestras vidas edificamos o produjimos algo. Pero principalmente edificamos a nuestra propia persona.
Seguir fumando y dañando tu cuerpo paulatinamente no edifica la solidez de tu personalidad que además posee la muy válida intención de evitarle a otros el abismo y la perdición de los vicios. Es como si metafóricamente estuvieras construído en cinco pisos y el segundo lo hicieras de barro, siembras tu propia trampa. Y nada malo con decir dejé atrás la adicción para siempre. Algo más que celebrar entre los dones de la vida cada día al levantarnos, el estar seguros que ésos monstruos no regresarán a exterminarnos.
El respirar es una function sagrada en la vida. Más sagrada que comer. Sin alimento sobrevives casi el mes o quizás días más, sin respirar ni siete minutos.
EL tabaquismo es inflingirnos un ataque directo a todas las vías respiratorias y circulatorias de nuestro cuerpo, y no lo justifica decir de algo moriré. ¿Porqué morir enfermo por mi propia mano? Bien dijiste ; hay que aprender a quererse.
El tiempo y recursos malgastados en fumar se pueden canjear por utilizarlos en pintar,escribir ,filmar,y tomar acciones de mantenimiento de salud como ejercicios respiratorios y actividades deportivas.
Una de las mayores causas de la decrepitud en los ancianos la trae el achicamiento de los pulmones y por tanto menor absorción de oxígeno en todo el cuerpo.
Ahora que dejes de fumar, y tengo fé que lo harás pues te expresas como buena persona,ejercita diariamente inflar al máximo tus pulmones para recuperar su tamaño y elasticidad. En meses verás que te has hecho un beneficio permanente y que tanto vivirá en tu obra como en tu salud, y la de los demás a quienes dejas de afectar con humo de segunda mano.
Deseando logres con tu obra efectos saludables y hacer el bien público, así como incrementar satisfactores auténticos por los valores permanentes que contienen.
Un abrazo,espero no te haya resultado pesada la aburridora.