martes, 15 de octubre de 2013

Ojo con las Adicciones


De Andres Reto Martin, el martes, 15 de octubre de 2013 a la(s) 14:15
  Para que una adicción pueda ser tratada, primero hay que identificarla. En algunos casos es reconocible fácilmente (adicción a la heroína, por ejemplo), pero  en otros casos, no lo es tanto, ya que el enfermo no quiere reconocerlo, puesto que no cree que tenga ningún problema.  Si no se identifica el problema, es muy complicado que alguien pueda ayudarte y brindarte la oportunidad de solucionarlo.
            No hace falta decir que las adicciones que se hallan en la actualidad son múltiples y que dependen de la edad, pero también de la posición socio-cultural, la predisposición, la propia personalidad de cada uno u el entorno en el que nos movemos cotidianamente. Habitualmente se dividen en dos grupos: las conductuales y las químicas, según el motivo de la adicción sea la ingesta de sustancias, consideradas drogas u de otro tipo. Pueden aparecer de forma individual, u bien, agrupadas (por ejemplo, cocaína y alcohol) y pueden  variar en intensidad,  o en la apreciación de los síntomas. De hecho, un adicto puede aparentar estar mejor de lo que en realidad está, independientemente de si la enfermedad está en sus inicios, en el desarrollo o cuando ya es irreversible.
            Los síntomas externos de cada adicción son distintos, sin embargo, independientemente del tipo de adicción,  lo grave es que se va apoderándonos de nosotros,  no discriminamos si  se trata de un problema de drogas, la televisión, Internet,  el alcohol; esa adicción nos provoca un Síndrome de adicción  que aunque sea distinto en cada caso, se va adueñando de nuestra vida, de nuestros hábitos. La doctora Beatriz Martínez lo define de la siguiente manera:
            " La disfunción bioquímica del cerebro del adicto es esencial en la raíz de la adicción, ya que la respuesta del enfermo puede provenir de una exposición prolongada al motivo de su adicción ( química u conductual), que originan una estimulación del sistema dopaminérgico mesolímbico del enfermo a tratar... en otras palabras... el proceso de adicción activa en el cerebro un mecanismo de recompensa, que es lo que lleva al enfermo al deseo convulsivo de consumir, jugar, comprar, etcétera, dando preferencia a su avidez y dejando de lado otras cosas."
            Por lo tanto, lo primero que vamos a hacer es repasarlas, para que seamos capaces de identificarlas. Nos encontramos con adicciones químicas que incluyen tanto las drogas denominadas duras, como las blandas, sin distinción. En este apartado de adicciones químicas también se incluyen las relacionadas con la alimentación, puesto que todas estas provocan alteraciones en el metabolismo que pueden ser gravísimas. A este grupo pertenecen: el alcoholismo, el tabaquismo, la cocaína, la marihuana, las anfetaminas, los tranquilizantes, la heroína, las drogas de diseño, el uso indiscriminado de medicamentos, la bulimia, la anorexia nerviosa y el perfil del comedor compulsivo.

            Otro tipo de adicciones sería el constituido por las adicciones de conducta, o sea, las que no dependen de la ingesta.  Dentro de este apartado se hallarían la ludopatía, Internet, Televisión, Móvil, Trabajo, Comprador compulsivo, sectas, sexo, trabajo obsesivo y la dependencia obsesiva de la pareja.
            Las adicciones también se pueden clasificar según su repercusión social e individual, por ejemplo, según si el objeto de la adicción está legalizada o no. Pongamos un ejemplo. En los años Veinte del siglo pasado se prohibió destilar, distribuir, vender y consumir alcohol, pero esta prohibición no erradicó su consumo. Sucedió exactamente lo contrario. Además se creó una red de mafias que elevó el precio del alcohol y hubo luchas sangrientas que ocasionaron muchos muertos. El público comenzó a beber alcoholes adulterados y esto ocasionó una cifra escalofriante: más de 150.000 ciegos. Cuando la prohibición ceso, se acabaron las mafias y bandas por falta de negocio.
De manera que la legalización o no depende de muchos factores y hay que estudiarlos con premeditación. En España, por ejemplo, los opiáceos, las drogas de diseño, la cocaína o los derivados del Cannabis están prohibidos; sin embargo, el alcohol o el tabaco, están legalizados, aunque su venta se circunscribe a una edad determinada.
            Debemos tener presente  que las adicciones son muy peligrosas porque provocan pérdida de autonomía, y ese vacío que se crea en nuestro interior cada vez es mayor y lo llenamos con esa adicción. Pero no sólo hablamos de drogas,  las nuevas tecnologías ( pasarse el día jugando en el ordenador),  ver la televisión a todas horas aunque no nos interese, un simple móvil; todo eso puede provocarnos dependencia. Sabemos que nos evadimos de los problemas mediante las drogas o las nuevas tecnologías, porque queremos crearnos un mundo de fantasía, con el que nos sentimos identificados, puesto que ahí, en esa burbuja que nos construimos,  somos como nos gustaría ser. Los SMS, por ejemplo,  son un medio de ligar sin dar la cara, pero impiden el crecimiento como persona puesto que no afrontamos los riesgos de una relación real.  Hablamos con la gente y les mandamos mensajes en los que nos mostramos tal y como quisiéramos ser y no como en realidad somos, todo eso por miedo al rechazo. Con las drogas, cada vez necesitas una dosis mayor para lograr ese efecto que deseas. En los móviles, esto se ve en el aumento de la factura, el mayor tiempo que pasan junto al teléfono o en tener dos o tres terminales.
            Pero, ¿cómo reconocemos una adicción? Si no somos capaces de reconocer el problema, difícilmente podremos solucionarlo, incluso a veces, no somos conscientes,  pasa de forma inadvertida, hasta para uno mismo. Por eso la psiquiatría considera a las adicciones como enfermedades invisibles. Es una enfermedad invisible que puede provocarnos un estado de paranoia constante, puesto que nos obliga a hacer cualquier cosa para huir de la realidad, invalida nuestra capacidad de respuesta.  Es necesario pues que conozcamos los síntomas más evidentes que produce una adicción. .
            En primer lugar, el descontrol, puesto que realizamos un gasto de energía y tiempo desproporcionados. A ese descontrol inicial añadimos una práctica continuada, a pesar del daño progresivo que no sólo nos afecta a nosotros sino también a nuestro entorno. Además se suele negar el problema, pese a las advertencias. Nuestra memoria selectiva sólo recuerda los momentos buenos, apartando los malos, lo que dificulta nuestra capacidad de reacción. Esa distorsión de la realidad nos provoca euforia y nos conduce a un autoengaño. Todo esto hace que nos alejemos del entorno habitual, de aquellos que quieren protegernos. Únicamente nos sentimos aliviados cuando estamos rodeados de personas que nos comprenden, las que comparten nuestras mismas adicciones o aquellas que "nos dejan en paz", las que no se meten en nuestros asuntos. Además, ante cualquier obstáculo sentimos ese síndrome de abstinencia que provoca ansiedad y desorientación, entre otras cosas. En definitiva somos incapaces de interpretar nuestros sentimientos, no entendemos el cambio emocional que provoca en nuestro cerebro, ni tampoco los cambios bioquímicos que conlleva.
            Al principio es más fácil hallar esas soluciones y paliar los problemas, después, a medida que pasa el tiempo, las soluciones son cada vez más difíciles de admitir, cada vez cuesta más dar marcha atrás. Por lo tanto, si creemos que padecemos una adicción o pensamos que tenemos problemas de autocontrol, pues nos irritamos, cuando nos interrumpen mientras jugamos al ordenador, hablamos largo tiempo por teléfono, vemos compulsivamente la televisión o nos obsesionamos con nuestro físico; aunque no sea sencillo, debemos pedir apoyo, ayuda porque nadie sabe hacer una ecuación de segundo grado si no le han enseñado, y ahora debe enfrentarse a la ecuación más difícil, aquella que sin posibilidad de error, nos devuelva a nuestra casa, haga que recuperemos nuestra identidad.
"Las cadenas del hábito son generalmente demasiado débiles para que las sintamos, hasta que son demasiado fuertes para romperlas"
Samuel Jonson, escritor inglés (Siglo XVIII)

Andres Reto Martin

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