sábado, 8 de junio de 2013

El mecanismo de la adicción

El mecanismo de la adicción
Hablar de conductas adictivas implica hablar de dependencia a un objeto o a una sustancia (tabaco, alcohol, drogas, comida, juego, internet y  compras, entre otras).
Si bien cada uno genera diferentes consecuencias en la vida de quien los consume, tienen un patrón común que está vinculado con el dominio y la sumisión. Quien padece una adicción se somete y se siente dominado por la misma.
Desde esta perspectiva, las conductas adictivas comienzan a tener un papel central en la vida del individuo, absorbiendo toda la energía disponible y limitando de esta manera la energía que debería dedicarse a otras áreas o actividades.
Por ejemplo, quien tiene una adicción al juego y no puede manejar ese impulso, ya no tiene energía para cumplir con sus responsabilidades y -aun sin tener malas intenciones- puede poner en riesgo el patrimonio familiar. Del mismo modo, quien se encuentra ebrio puede tener conductas desbordadas o violentas que no responden al sí mismo sino que son causadas por la interacción entre la sustancia y el organismo.
Teniendo en cuenta estas cuestiones podríamos afirmar que el adicto es "tomado” por la adicción y así como muchas veces un tumor va invadiendo otros órganos, la conducta adictiva va tomando la vida de quien la padece.
Ahora bien, poniendo el énfasis en la salud, debemos decir que todas las personas resolvemos diferentes cuestiones vitales que implican cierto grado de estrés. En mayor o menor medida desde que nacemos tenemos que enfrentarnos al desafío de superar los obstáculos que se nos van presentando. Muchas de estas cuestiones complejas son esperables desde el punto de vista evolutivo y están ligadas al crecimiento, pero muchas otras son frutos del azar y el destino y generan un impacto que puede resultar difícil de procesar.
El desarrollo vital se produce por la interacción de diferentes variables internas y externas que generan respuestas singulares. Cada uno de nosotros es único y original. Nuestra personalidad se va configurando a partir de diferentes influencias genéticas, vinculares y socio-culturales. Y desde nuestra personalidad respondemos (poniendo en juego nuestros recursos y evidenciando nuestras vulnerabilidades) a las demandas que se nos van presentando en nuestra vida.
Los planteos existenciales resultan complejos de resolver. Muchas veces existen sensaciones difusas que impiden que podamos concretar una respuesta. Y esa sensación difusa puede convertirse en angustia o ansiedad  y necesita ser calmada.
“Consumir”, considerando diferentes objetos y sustancias puede resultar una anestesia efectiva para los cuestionamientos existenciales y para posponer  la resolución de las azarosas crisis que pudieran presentarse a lo largo de nuestra vida.
De esta forma evito enfrentar un problema real y siento cierta calma producto de la anestesia del consumo. Sin embargo, esa calma momentánea, se duplica en angustia cuando vuelvo percibir difusamente la amenaza real y comienza a generarse un círculo vicioso que va configurando el mecanismo de la adicción: Consumo para no angustiarme, pero luego me angustio más y necesito volver a consumir. Y habitualmente se produce un efecto de tolerancia que lleva a tener que aumentar la dosis de consumo para lograr el mismo efecto y ahí ya está desencadenada la adicción. lo cual se convierte en un problema que afecta y somete a quien lo padece.
Teniendo en cuenta estas ideas, podemos comprender algo más de las conductas adictivas y considerar el mecanismo de evitación que se pone en juego. La dificultad para enfrentar los problemas vitales reales se traduce en la creación de un problema artificial que al instalarse, deja en segundo plano la resolución efectiva del primero.
Utilizando una metáfora gráfica podríamos imaginarnos a alguien que tiene su casa desordenada. Imaginemos que al no poder encarar esta tarea, toma la decisión de incendiar la casa.
Una vez que el fuego está prendido: ¿Quién se preocuparía por el desorden? El fuego se expande e invade todos los lugares de la casa. El desorden queda en segundo plano porque ahora el incendio toma el primer lugar. De algún modo, así funciona la adicción.
Por supuesto que nuestra mente no actúa de una manera tan lineal e intervienen múltiples variables inconscientes para desencadenar una enfermedad.  Está claro que nadie elige voluntariamente enfermarse o padecer una conducta disfuncional.
Lo importante es tratar de comprender y preguntarnos qué misión y qué significado tienen esas conductas en la vida de la persona particular.
Muchas personas se sienten vulnerables frente a las demandas vitales y creen no tener los recursos suficientes para enfrentar esas cuestiones. Por este motivo, pueden adoptar conductas adictivas que funcionan como vías de escape para no enfrentar la realidad. 
(*) La licenciada Mercedes Porello es psicóloga especializada en adolescencia, obesidad y trastornos alimentarios. Psicoterapeuta del Programa de Adolescencia del Hospital de Clínicas José de San Martín y docente de Psicología de la UCA.

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