lunes, 27 de agosto de 2012

Las Adicciones en Mujeres.


Silvia Beatriz Alcantara


Diversas fuentes afirman que el consumo de drogas por parte de las mujeres ha sido un problema “invisible” y que no es tenido en cuenta por los programas de prevención y asistencia como se debería. Según estadísticas actuales, aún hoy las mujeres siguen consumiendo en menor medida que los varones, pero este estereotipo va desapareciendo cuando se mira desde una perspectiva de género.
Las mujeres jóvenes prefieren el consumo de sustancias “legales” como el alcohol y el tabaco y de aquellas “ilegales” que tienen una mayor tolerancia social, como la marihuana y el éxtasis. Esta elección se debe a que a las mujeres se les exige desde niñas tener conductas menos riesgosas que a los varones. En este tipo de consumo, y a edades tempranas, casi se iguala al consumo del varón. Las investigaciones muestran que unas pocas abandonan el consumo cuando desempeñan nuevos roles en la familia.
Un importante grupo de mujeres de más de 25 años continúa con su consumo de alcohol, pastillas, cocaína y Paco. Las mujeres sufren el peso del juicio de su comunidad y su familia, especialmente si son madres, son consideradas “malas madres”, cosa que no se exige a los varones consumidores. Las familias son más tolerantes con los varones consumidores que con las mujeres.
Los servicios de salud y los profesionales que trabajan en ellos históricamente están pensados en las necesidades de los varones.
La estrategia de internación es una barrera que impide a las mujeres ingresar en programas destinados a consumidores de drogas cuando están a cargo de hijos o hijas. Esto impacta negativamente en sus posibilidades de avanzar en el camino de un consumo menos comprometido o del abandono del consumo.
Se complica más aún, porque muchas mujeres adultas son consumidoras de pastillas en una escala mucho mayor que los varones.
Así también, debemos darle relevancia a los efectos sobre las mujeres del imperativo mediático “tú debes tener un cuerpo delgado”, el cual influye en ellas y contribuye a producir una problemática de muy difícil abordaje: “la bulimia y la anorexia”. En dichos trastornos se suele utilizar el consumo de pastillas, anfetaminas y cocaína, para generar mayor delgadez y no padecer el hambre. Cuesta mucho lograr la conciencia de enfermedad en estas mujeres, ya que, en estas patologías múltiples predominantemente particulares del género femenino, se suele ocultar la adicción mediante una poderosa tendencia a la represión. El profesional debe estar atento a estas patologías múltiples y adictivas porque no siempre son confesadas en la consulta.
Tenemos además la ludopatía con un incremento muy grande en mujeres mayores (maquinitas y bingo). En el hombre, la adicción al juego se da, predominantemente, en carreras de caballos y casinos, también compartidos por mujeres pero en menor medida. En muchas familias la adicción de las mujeres mayores crea grandes conflictos.
En resientes investigaciones entre mujeres pobres, al igual que los varones, se puede observar un crecimiento sostenido del consumo de pasta base (Paco). Esta droga genera un alto grado de adicción que obliga a un consumo constante e impide sostener actividades laborales. El adicto crea constantemente nuevas estrategias para sostener el consumo. Aquí también aparecen las diferencias de género: mientras los varones optan generalmente por robos, las mujeres encuentran en la prostitución una fuente de ingresos para sostener la adicción. Los varones se ven más expuestos a la violencia y a las muertes callejeras. En cambio, las mujeres se encuentran más expuestas a ser víctimas de violaciones, abusos sexuales, embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual, en especial, el VIH-sida y sífilis. En el caso de quedar embarazadas, ya se ha visto en el Hospital de Niños casos de bebes que padecen convulsiones causadas por el síndrome de abstinencia. Esto se debe a la suspensión de lactancia materna debido a la internación de la madre por su adicción. El niño compartía la adicción a través de la leche materna ingerida al mamar.

Cuando una mujer consulta por depresiones, crisis de pánico, problemas relacionados con los ciclos vitales o el agobio de cumplir infinidad de tareas laborales y domésticas, se opta muchas veces por indicar rápidamente psicofármacos como única respuesta, sin buscar el origen del malestar. Con el correr del tiempo los psicofármacos pueden convertirse en una adicción. También las drogas y el alcohol son un sostén al que apelan frecuentemente ante la falta de acompañamiento de la familia y los profesionales.
Esto nos trae un gran desafío a los equipos de profesionales, ya que tenemos que intervenir sobre una problemática altamente compleja, buscando tratar de reconstruir por qué empezó a consumir, dónde se produjo el quiebre que la llevo a la adicción, cómo realizar cambios en su estilo de vida para lograr mejorías que sirvan de soporte para su rehabilitación, etc.
A los especialistas y las personas con experiencia de trabajo en este tipo de problemáticas, se nos hace necesario abordar el consumo de drogas desde la perspectiva de género, debido a que permite analizar cómo el hecho de ser mujer o ser varón influye en las elecciones de consumo y en las formas en que se realiza este consumo. Y cómo también la pertenencia a uno u otro género aumenta la vulnerabilidad frente a las enfermedades, la posibilidad de acceder a servicios de salud o de mantener los vínculos familiares, etc. A su vez, esta mirada permite pensar estrategias más adecuadas, buscando mejorar su calidad de vida y reducir las desigualdades entre varones y mujeres.
Autora Silvia Beatriz Alcàntara “MADRE CONTRA EL PACO”

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