jueves, 19 de abril de 2012

¿Legalizar la droga?


¿Legalizar la droga?

JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO



Tal parece que un tema inevitable que se someterá a los presidentes americanos en la Cumbre de Cartagena será el de la legalización de la droga, estrategia en la que muchos insisten con el argumento según el cual solamente así se logrará desestimular el negocio de los narcotraficantes.

No estoy muy seguro de que sea ese el efecto, aun en el caso de que todos los países estuvieran de acuerdo en la legalización de manera simultánea, pero, para los efectos de este escrito, no voy a discutir la eficacia de dicha estrategia en el campo propio de la ley de la oferta y la demanda, ni los efectos económicos o de desestímulo especulativo que podría tener la libre circulación de las sustancias alucinógenas en nuestros territorios.

Me parece más útil, como aporte al debate, solicitar la reflexión de los gobernantes americanos acerca de si, en efecto, nuestros países están preparados para afrontar con éxito las consecuencias sociales de una decisión semejante.

Tengo entendido que no se propone la legalización del narcotráfico sino la total despenalización del consumo, y que al comienzo ella no se extendería a todas esas peligrosas sustancias, sino que se circunscribiría a la marihuana, pero inclusive en esos supuestos surgen muchas inquietudes.

Lo primero que se encuentra es una abierta contradicción en la política criminal de los Estados si optaran por liberar el consumo, manteniendo la persecución contra el narcotráfico. Y ello por una razón elemental: no es lógico señalar a los traficantes como delincuentes, y perseguirlos, por distribuir sustancias permitidas y perfectamente legales. Y a la vez, los consumidores de productos lícitos deberían poderlos adquirir de distribuidores también autorizados.

Más allá de tan palmaria incoherencia, se debe pensar en los niños y jóvenes de nuestros países, que a partir de la legalización de la droga se verán expuestos a toda clase de presiones para ingresar al mundo tenebroso de la drogadicción. En los colegios y universidades, y en los sitios de trabajo, así como en los lugares de diversión y esparcimiento, quienes no han consumido estupefacientes serán estimulados y hasta desafiados por sus compañeros y por el ambiente en general para que tengan la experiencia con un producto perfectamente aceptado por el Estado y por la sociedad, que antes lo rechazaban. Eso sin contar con la propaganda a la que, de manera subrepticia o abierta, acudirían los distribuidores de alucinógenos.

No se necesita ser arúspice o adivino para pronosticar que el consumo se incrementará a velocidades impresionantes en los países que autoricen la drogadicción, y eso aunque los gobiernos, adoptando posiciones farisaicas, inicien las consabidas campañas de prevención y de tratamiento sicológico y médico de los adictos.

Si el consumo será legal, ya veremos lo que pase en los estadios, en las discotecas, en los restaurantes, en los teatros, en los conciertos, y durante los recreos y descansos de los estudiantes en colegios y universidades.

Y algo muy grave, que con razón puso de presente en estos días el doctor Álvaro Uribe: que las autoridades de policía, y en general las autoridades, tendrán que observar impotentes cómo se autodestruyen a ojos vista nuestros niños y jóvenes. Y también los viejos.



El universal.com.co

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