martes, 10 de enero de 2017

La tarea de “dar consejos” parece ser inherente a nuestra esencia

Esta es una actividad que cada uno de los seres humanos podríamos desarrollar si no conseguimos trabajo. Todos somos expertos. ¿Te diste cuenta, amigo?
La tarea de “dar consejos” parece ser inherente a nuestra esencia. Nos sale naturalmente y desde ya que esa naturalidad surge de la idea de “cuánto sabemos”.
Fijate si no, lo que significa el verbo “consulere”, de donde deriva la palabra “consejo” (deliberar conjuntamente, consultar, pedir asesoramiento, ser experimentado y juzgar bien), sobre todo, esta última parte: “juzgar bien”, ¿verdad? Los seres humanos somos expertos en juzgar. No paramos de hacerlo: “Este es malo” “Este es bueno”, “Este está equivocado”, “Este está en lo cierto”, “Esto es hermoso”, “Esto es horrible”.
Quiero detenerme un momento en esto de “juzgar bien”.
Juzgar viene de “Juicio” y un juicio es una opinión –muchas veces mezcladita con una creencia- que pertenece a la forma de pensar de quién la emite, que no está basada en hechos y que será diferente dependiendo de quién sea su creador.
¿Es un juicio una verdad, entonces?
Y esto no queda aquí. Continúa con “bien”. ¿Qué es “bien” para vos? ¿Con qué parámetros definimos lo que está “bien”? Con los nuestros o con los de todo el mundo. Te aseguro que lo que para vos es “bien” puede ser muy diferente para otra persona.
¿Es lo que está “bien” una verdad, entonces?
Tanto “juzgar” como establecer que algo está “bien” son juicios y solo son válidos para el que habla. De ninguna manera son verdades, las que se basan en hechos.
Y no se equivoca esta mente brillante (“brillante” para mí, por supuesto, lo que es solo mi juicio) de Oscar Wilde. Los consejos tienen la única utilidad de repetírselos a otros cuando necesitamos exponer nuestra “sabiduría”.
Caemos en la engañosa explicación de que los damos porque estamos interesados en “ayudar”. Pero no lo estamos, nos justificamos por meternos en la vida de los demás como si fuéramos los autores del Libro de la Vida.
Vos… ¿Das consejos?
Alguna vez cuando lo hacés, ¿te pusiste a pensar en tu propia vida y en tus propios problemas para concluir si estás haciendo con ellos lo que está “bien” o vos, no pensás en tu vida porque es más fácil solucionar la de los demás?
¿Conocés en profundidad lo que ha vivido el otro para tomar determinadas actitudes o tus consejos sirven para todo el mundo?


¿Y si alguien ha decidido vivir como vive?
No des consejos, amigo, es mi sugerencia.
Por eso, espero que puedas concluir que ninguno de nosotros puede dar consejos exactos.

¡Sugerencia!
¡Qué diferente es esta palabra para realmente, darle a alguien una ayuda!
¿Qué diferencia fundamental hay entre ella y “consejo”?
Porque no se trata de no ayudar si es que querés hacerlo dando tu mirada del asunto. De lo que se trata es de no tratar de imponer lo que vos pensás como una verdad irrefutable. Y esto solo se puede hacer sugiriendo.
A esta altura quiero hacerte algunas preguntas:
¿Te gusta que te den consejos cuando no los pedís?
Y cuando los pedís… ¿cuánto caso hacés? A veces… ¿No terminás enojado con el que te lo da?
En el consejo siempre hay una imposición, un deseo de aparecer sabio, una soberbia de creer que somos dueños de la verdad.
En la sugerencia está la expresión de nuestra mirada (forma de ver las cosas), el deseo de que el que nos escucha pueda ampliar su campo de comprensión del problema, sin pretender que la misma sea seguida sino que realmente, pueda servirle al otro siendo de su absoluta autonomía decidir qué va a hacer con ella. Esto es ayuda, libertad y respeto por el prójimo.
Puede suceder que vos no andes por la vida desparramando consejos pero de vez en cuando, caigas en esto. ¿Te pusiste a pensar por qué te sucede?
Una de las causas es meterte donde no te llaman. ¡Uy! ¡Qué duro suena esto! ¿Verdad?
¡Y sí! Tampoco podemos evitar, como seres humanos super poderosos, meternos donde no nos llaman.
 Y ni hablar, si el contexto es algo escrito y no nos detenemos a leer bien eso que está escrito –algo bastante habitual en esta especie que constituimos, también.
¿Vemos un ejemplo?
Ponés un aviso, en cualquier lado donde te puedan contestar… “Pido a todos los que viajan habitualmente a (cualquier lado, lo mismo da), en forma colectiva en autos de alquiler, que me avisen si saben que sale un viaje este domingo”.
Entonces empiezan los comentarios… (Solo pondré aquí los que hacen que te metas donde no te llaman).
“¡Uy, qué peligro! No viajes de esa forma”
“Vale más pagar un pasaje y viajar tranquilo que meterte en estos grupos que ni siquiera conocés”.
¿Qué es no leer bien y meterte donde no te llaman?
Si vos sos un autor de estos comentarios, ¡cuidado! No estás siendo de “los que viajan habitualmente…” (Parece que no leíste bien) y lo que has comentado no tiene nada que ver con lo que se está pidiendo.
¿Por qué es tan importante no caer en estas situaciones?
Porque no queda ahí y dependiendo de quién sea el autor del pedido, podría desatarse una catástrofe que hasta rompería una relación amistosa.
Imaginate que ese autor te contesta: “¿Qué te metés si vos no viajás?”
Y así comienza una discusión interminable porque los humanos olvidamos que…
“Para discutir se necesitan dos y para finalizar una discusión solo hace falta uno”, y aparecen los “manuales de conocimiento” que te dan aval para opinar de todo lo que esté volando por ahí.

Esta situación que te comparto, puede asociarse con cualquiera de tu vida, de tus relaciones, de conflictos que tengas y no entiendas por qué los tenés.
¿Estás con conflicto en tus relaciones?
¿Cuán frecuentemente, das consejos?
¿En qué medida no podés limitarte a sugerir?
¿Cuánto te metés donde no te llaman?

Quiero avisarte que esta parte de tu transformación personal puede ser difícil.
Mi sugerencia es que intentes reflexionar sobre las diferencias de un “consejo” y una “sugerencia”.
Serás mucho más feliz evitándote inútiles problemas.

 Por el placer de compartir.
RitaTonelli Coach- Escritora

No hay comentarios:

Publicar un comentario