jueves, 24 de noviembre de 2016

Mente alerta compás.

Juan Enrique Corona Galvez


Mente alerta compás.
El elixir de la juventud que durante tanto tiempo buscaron los alquimista en todo tipo de lugares místicos está dentro de nosotros mismos. Nuestra mente esconde el secreto. El secreto de la eterna juventud sólo se encuentra con la rectitud en el pensar. Es así como nuestra verdadera edad depende de cómo pensamos y sentimos, pues los pensamientos y las emociones influyen decisivamente en el aspecto de nuestra personalidad.
El equilibrio mental produce armonía y la armonía conserva y prolonga la vida. Todo cuanto altera la paz de nuestra mente o trastorna su equilibrio, produce fricciones que rápidamente desgasta el delicado mecanismo de la vida.
Pocos saben cómo protegerse de las influencias correcivas que los rodean. Nada más efectivo para ello que conservar en la mente las optimista imágenes de la juventud, con todas sus gloriosas y magnificencias.
El siempre vivo espíritus de juventud es manantial perenne de todas las facultades mentales; pero nos equivocamos al limitar a la juventud los mayores goces de la vida afirmando:
"Deja que los jóvenes se diviertan. Sólo han de ser jóvenes una vez. Ya les llegará la vejez. Que sean felices antes de encararse con el infinito".
Sin embargo,la persona de conducta irreprensible experimentará mayor gozo y será mucho más feliz a los setenta años que a los veinte, porque cuando una persona llega a esa edad ya es esclavo de sus costumbres y no puede renovar las células de su cerebro ni las facultades de su mente tan fácilmente, sino que ha de atenerse al fruto de las que sembró y ejerció en la juventud.
Una de las razones por las cuales la mayor parte de la gente teme a la vejez, es porque no se prepararon convenientemente para recibirla tranquilos. Atendieron con preferencia a los intereses materiales y descuidaron los morales y espirituales, que son los que verdaderamente le dan contextuar a la vida. La pesadumbre de la vejez es la aparente imposibilidad del ejercicio mental, ya que la mente sin ocupación siempre estará angustiada.
Así es que todo nuestro esfuerzo en la juventud y en la vida adulta debe ser el adquirir los buenos hábitos, los valores y los gustos por todo aquello que nos ayude en la vejez. Porque si, por ejemplo, no hemos cultivado el gusto y la afición a la lectura en la juventud, difícilmente lo contraeremos en la vejez, que por ello será árida y monótona. Quien durante toda su vida se haya cuidado de crecer y desarrollar su mente mediante la lectura de buenos libros, el estudio, la admiración de todo lo que el universo tiene que ofrecer, el trato personal y el amor a la verdad y belleza, no podrá estar ocioso y aburrido en sus últimos años.
Sin embargo, nadie necesita esperar a la vejez para ser dichoso, porque quien en sus primeros años acierta a descubrir el cercreto de la dicha puede desafiar a todos sus enemigos, diciendo como San Pablo: "También nos glorificamos en nuestras tribulaciones, porque son motivos de paciencia, de las cuales nace la esperanza, cuando el amor de Dios está sembrado en nuestro corazon".
El ánimo placentero, esperanzado y amoroso sobrepone a la pesadumbre de los años. El corazón puro, el cuerpo sano y la mente generosa alumbran en nuestro interior la fuente de perpetua juventud e inundando nuestra alma de alegría de vivir. Y todo esto, en conjunto, nos ayuda a labrar nuestro camino a la felicidad.
El placer es propio de la juventud, el gozo de la madurez y la dicha de la vejez. Por lo tanto, la última época de la vida es la mejor, como antesala del hermosísimo lugar en donde ni el tiempo ni la muerte podrán marchitar la eterna felicidad

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