jueves, 26 de septiembre de 2013

¿Eres un polichinela?

Kike Sanz
¿Eres un polichinela?


Es difícil dejar de mirar el reloj, no debería estar aquí, a mi alrededor gente por llamarlos de alguna manera, miradas amenazadoras, gestos calculados y posturas desafiantes, no se ya hacia dónde dirigir mi mirada, entonces acerco mi mano al bolsillo, sigue ahí, me tranquilizo pero noto como mi cuerpo y mi mente me piden una ralla mas, o dos, casi mejor dos seguidas, ya son demasiadas horas consumiendo y no puedo soportar el mal estar que me genera el bajón.

Otro antro más al que acudo, otro after en el que me sumerjo para seguir consumiendo pero no estoy a gusto, no disfruto de estar allí como parece que otros si lo hacen, yo solo lo hago para no parar de consumir, que mal rollo joder, el baño está ocupado y hay cola, no sé si voy a aguantar, menudo bajonazo. Decido salir a la calle a consumir en el coche, mierda es de día y mi paranoia se agudiza, gafas de sol puestas y directo al coche, sin pensar, sin mirar, directo al coche.

Esta es la angustia que vivía a diario o casi a diario en mi época de activo, una época que incluso ahora mientras escribo me produce sensaciones muy desagradable, pero en aquella época era mi día a día. Como el de muchos de nosotros, como el de muchos adictos que aun siguen en activo, una vida perdida, una sensación extraña en la que por un lado creí que disfrutaba de ser el más de lo mas, pero la realidad llamaba a mi puerta y desmontaba esa falacia rápidamente convirtiéndome en algo muy triste.

A mí la droga me ha hecho que contase mi vida por lunas y antros, no por momentos y risas, no por amistades y logros, no por amor y desengaños sino por gramos. Es ahora con el paso de los años cuando realmente soy consciente de cómo sin apenas darme cuenta, mi adicción se adueño de mi, de cómo mi adicción tergiversaba la realidad y me hacía creer que yo disfrutaba de una vida plena cuando la realidad es que el vacio era el rey.

Imagino que muchos os habréis sentido identificados con algo o todo de lo que he contado, estos son los síntomas de la adicción, esta es la fiebre de nuestra enfermedad, la tos, la mucosidad y el sarpullido, así se manifiesta una adicción, manipulando las cuerdas que manejan al polichinela, creando sus diálogos y su forma de moverse, y aun existe gente que le cuesta aceptar que esto es una enfermedad.

Me atrevería a decir, al menos en mi caso, que durante esa época que viví me convertí en un psicópata obsesionado con un solo objetivo, yo mismo.

Pasan los años, las terapias, los terapeutas y sale el sol, me recupero y me descubro como alguien que no conocía, debo aprender a convivir conmigo mismo, debo aprender a vivir ya que lo que yo creía que era vivir….nada que ver.

Recuerdo una conversación que mantuve hace unos años con un terapeuta, una conversación de esas que tienen los adolescentes cuando van con los amigos a ver un amanecer y flipan con la estampa, una de esas. Yo le decía que me había despertado muy temprano y que había ido a dar un paseo por la playa y había visto amanecer, flipe en colores al poder disfrutarla, el me respondió; “Kike, ya era hora de que empezases a vivir”.

Es difícil dejar de mirar el reloj, no debería estar aquí, a mi alrededor gente por llamarlos de alguna manera, miradas amenazadoras, gestos calculados y posturas desafiantes, no se ya hacia dónde dirigir mi mirada, entonces acerco mi mano al bolsillo, sigue ahí, me tranquilizo pero noto como mi cuerpo y mi mente me piden una ralla mas, o dos, casi mejor dos seguidas, ya son demasiadas horas consumiendo y no puedo soportar el mal estar que me genera el bajón.

Otro antro más al que acudo, otro after en el que me sumerjo para seguir consumiendo pero no estoy a gusto, no disfruto de estar allí como parece que otros si lo hacen, yo solo lo hago para no parar de consumir, que mal rollo joder, el baño está ocupado y hay cola, no sé si voy a aguantar, menudo bajonazo. Decido salir a la calle a consumir en el coche, mierda es de día y mi paranoia se agudiza, gafas de sol puestas y directo al coche, sin pensar, sin mirar, directo al coche.

Esta es la angustia que vivía a diario o casi a diario en mi época de activo, una época que incluso ahora mientras escribo me produce sensaciones muy desagradable, pero en aquella época era mi día a día. Como el de muchos de nosotros, como el de muchos adictos que aun siguen en activo, una vida perdida, una sensación extraña en la que por un lado creí que disfrutaba de ser el más de lo mas, pero la realidad llamaba a mi puerta y desmontaba esa falacia rápidamente convirtiéndome en algo muy triste.

A mí la droga me ha hecho que contase mi vida por lunas y antros, no por momentos y risas, no por amistades y logros, no por amor y desengaños sino por gramos. Es ahora con el paso de los años cuando realmente soy consciente de cómo sin apenas darme cuenta, mi adicción se adueño de mi, de cómo mi adicción tergiversaba la realidad y me hacía creer que yo disfrutaba de una vida plena cuando la realidad es que el vacio era el rey.

Imagino que muchos os habréis sentido identificados con algo o todo de lo que he contado, estos son los síntomas de la adicción, esta es la fiebre de nuestra enfermedad, la tos, la mucosidad y el sarpullido, así se manifiesta una adicción, manipulando las cuerdas que manejan al polichinela, creando sus diálogos y su forma de moverse, y aun existe gente que le cuesta aceptar que esto es una enfermedad.

Me atrevería a decir, al menos en mi caso, que durante esa época que viví me convertí en un psicópata obsesionado con un solo objetivo, yo mismo.

Pasan los años, las terapias, los terapeutas y sale el sol, me recupero y me descubro como alguien que no conocía, debo aprender a convivir conmigo mismo, debo aprender a vivir ya que lo que yo creía que era vivir….nada que ver.

Recuerdo una conversación que mantuve hace unos años con un terapeuta, una conversación de esas que tienen los adolescentes cuando van con los amigos a ver un amanecer y flipan con la estampa, una de esas. Yo le decía que me había despertado muy temprano y que había ido a dar un paseo por la playa y había visto amanecer, flipe en colores al poder disfrutarla, el me respondió; “Kike, ya era hora de que empezases a vivir”.

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