martes, 11 de junio de 2013

EDITORIAL: CONSUMO RECREATIVO DE DROGAS EN ADULTOS

La prevención de drogas no cala lo que debiera, posiblemente porque existe un enfrentamiento claro, entre lo que decimos y hacemos los adultos; nuestros jóvenes no son tontos y entienden más allá de los consejos estereotipados. La sociedad, en términos generales, está preocupada por el consumo de drogas de los jóvenes y en ellos centramos, desde luego, todo nuestro interés para retrasar al máximo el inicio de consumos, para evitar los abusos y formarles en disuadir el consumo de sustancias, con la finalidad clara de que crezcan libres y lo más sanos posibles física, psíquica y socialmente.

Si analizamos el momento actual respecto a la preocupación por las drogas, nos encontramos en una encrucijada importante. Por un lado, el problema de las drogas ocupa un puesto muy alejado en el "ranking" de las preocupaciones mayores de los españoles, sobre todo, si se compara con las inquietudes existentes en la década de los noventa, donde esta problemática se situaba uno de los primeros puestos. ¿Había entonces más problema con las drogas? rotundamente no. Por otro lado y en contraposición, nos encontramos con una percepción social exagerada, cuando se contacta directa e individualmente con la gente de a pié y se escuchan comentarios, como que: la droga está en todas partes, todos los jóvenes consumen, es el mal del siglo, hace falta más información, se necesita más mano dura etc. Así mismo nos insisten con vehemencia sobre lo que debemos hacer los profesionales o los responsables institucionales.
Socialmente, el consumo de drogas se une de forma mayoritaria a jóvenes y fines de semana, en lo que se ha definido como el consumo recreativo de drogas (Becoña, 2000). Es cierto, en líneas generales, que los jóvenes que consumen alcohol, salvo casos muy concretos, lo hacen exclusivamente durante los viernes, sábados y/o domingos, al igual que el consumo de otras drogas ilegales (Bellis y Hughes, 2003). Pero también es cierto que se trata de consumos con baja frecuencia, aunque no exentos de un riesgo importante al asociarse la ingestión de grandes cantidades en un breve periodo de tiempo, buscando fundamentalmente la desinhibición y nuevas sensaciones como sinónimo de diversión y gran fiesta. Esta situación progresivamente se ha ido tolerando e incluso justificando a nivel social.
La preocupación que dista mucho de apreciar la mayoría los "adultos" es el hecho de que al aceptar esa normalización de consumos e incluso los abusos de sustancias con fines lúdicos por parte de los jóvenes, ha ido calando en sectores poblacionales de mayor edad, constituyendo uno de los principales factores de riesgo para el fomento y la extensión de los consumos y que también va dificultando las estrategias preventivas. Ante ello, ¿qué hacemos los mayores?
Las publicaciones respecto al consumo recreativo de sustancias psicoactivas en adultos son escasas. Existen estudios de campo para comparar los niveles de intoxicación etílica en determinadas celebraciones anuales, tales como Halloween o el día de San Patricio (Riley y Blackman, 2008).
Otros trabajos, ponen de manifiesto las consecuencias asociadas a los incrementos del consumo abusivo de alcohol en las diferentes celebraciones puntuales, tales como las arritmias del síndrome de "corazón de vacaciones" (holiday heart syndrome) (Aasebo, Erikssen, Jonsbu y Stavem, 2007; Glindemann, Wiegand y Geller, 2007; Klein, Gardiwal, Schaefer, Panning y Breitmeier, 2007) o la pancreatitis aguda enólica (Steinbigler, Harberl, Koning y Steinbeck, 2003) así como estudios sobre muertes por intoxicación etílica (Makela, Martikainen y Nihtila, 2005; Raty, Sand, Alho, Nordback, 2003). Apenas existen estudios que relacionen el incremento de consumo abusivo de otro tipo de drogas durante estos eventos con la problemática que conlleva, aunque sí que se ha encontrado relación entre el consumo abusivo de cannabis y el síndrome del corazón vacacional (Charbonney, Sztajzel, Poletti y Rutschmann, 2005).
Las cenas navideñas de empresa, por ejemplo, se han convertido en los últimos años en un evento muy concurrido, ya que tan sólo en el año 2007, la previsión en la Comunidad Valenciana rondaba las 200.000 cenas. Aprovechando este tipo de celebración, la Fepad (Vidal-Infer, Tomás-Dols, Aguilar-Moya, Samper-Gras, Zarza y Aguilar-Serrano, 2009) llevó a cabo un estudio, donde se comprobó la similitud existente del consumo recreativo de drogas entre adultos y jóvenes escolares. La secuencia del consumo de alcohol en las cenas comienza con la espera del resto de los compañeros. En los entrantes y a lo largo de los almuerzos/cenas, el vino y la cerveza son las bebidas alcohólicas predominantes. Tras los cafés, comienzan el cava y las bebidas alcohólicas de mayor graduación (cubatas, whisky, etc.). Este patrón de consumo, como es sabido, es el que se repite prácticamente en estos y otro tipos de acontecimientos similares en los que participan de forma habitual los adultos. Durante estas cenas, la percepción de consumo de alcohol era muy superior que en el caso de una noche normal de fin de semana; los asistentes que ocasionalmente consumían sustancias ilegales apreciaban un incremento del consumo y fomentaban el inicio de consumo a personas que no habían consumido con anterioridad ¿presión de grupo?
También los factores que pueden provocar el inicio en los consumos de sustancias, coinciden con algunos de los factores de riesgo ya identificados por trabajos previos (Bandura, 1986) entendiendo como factor de riesgo "un atributo y/o característica individual, condición situacional y/o contexto ambiental que incrementa la probabilidad del uso y/o abuso de drogas (inicio) o una transición en el nivel de implicación con las mismas (mantenimiento)" (Whiteman y Christiansen, 2008). Esos factores del inicio, no distan, en absoluto, de los factores que verbalizan nuestros jóvenes escolares en las encuestas, tales como la búsqueda de sensaciones, la desinhibición o la presión grupal. Se trata, pues, de una ocasión señalada para experimentar con nuevas sustancias, e ir a la búsqueda de efectos como un instrumento para conseguir una desinhibición. Pese a la diferencia de edad respecto a los escolares, la información / formación y responsabilidades y muchos etc. más, que se presuponen inherentes a la condición de personas "maduras" se puede manifestar que, frente al consumo de sustancias, el comportamiento no difiere entre unos y otros.
Además, como ya se ha comentado, se ha detectado un mimetismo del adulto con los jóvenes, y la búsqueda de la "vía de rejuvenecimiento" a través del consumo de drogas, semejante al modelo de imitación de la conducta de los jóvenes a partir de sus referentes adultos (Gómez, 2006).
Normalmente, son los más jóvenes quienes propician el inicio en el consumo de sustancias de aquellos con una edad superior quienes, a su vez, asumen el consumo como una manera fácil y rápida de sentirse joven y aceptado en el grupo.
En este tipo de fiestas son los hombres los que más consumen, tanto en cantidad como en tipo de sustancias, debido al proceso de estigmatización social que se tiene, todavía, para con la mujer sugerido ya en diversos estudios (Wilsnack y Murray, 2001).
El consumo y abuso de sustancias no están exentos lógicamente de las consecuencias asociadas como relaciones sexuales no deseadas, prácticas de riesgo, confidencias desafortunadas etc.; por otro lado, dada la condición de adultos puede incluso llegar a repercusiones posteriores, lo que incrementa los sentimientos de culpabilidad del día siguiente.
En cambio, sí que debemos resaltar que es preocupante iniciar el consumo o consumir como vía de rejuvenecimiento y aceptación en un grupo ya que posibilitará la repetición de esta conducta en posteriores celebraciones, el aumento de la normalización de todo tipo de consumo y la perpetuidad del sinónimo de fiesta con el abuso de sustancia.
La preocupación de la sociedad por el consumo de drogas en los jóvenes contrasta pues con la normalización de los consumos en adultos. Está claro que es preciso intervenir más en la población adulta, en distintos sectores y niveles. Los adultos consumen, especialmente alcohol, con una gran frecuencia, y además puede que imiten a sus hijos en el consumo recreativo de sustancias ilegales. Habrá que insistir en que, lo que más llega, educacionalmente, es el ejemplo (mucho más que lo que se dice) y, desde esa premisa, pedir el apoyo familiar hacia un ocio saludable.
Referencias
Aasebo, W., Erikssen, J., Jonsbu, J. y Stavem, K. (2007). ECG changes in patients with acute ethanol intoxication. Scandinavian Cardiovascular Journal, 41, 79-84.
Bandura, A. (1986). Social foundations of thought and action: A social cognitive. New Jersey: Prentice Hall.
Becoña, E. (2000). Los adolescentes y el consumo de drogas. Papeles del Psicólogo, 77, 25-32.
Bellis, M. A. y Hughes, K. (2000). Consumo recreativo de drogas y reducción de daños en la vida nocturna global. Adicciones, 15, 289-305.
Charbonney, E., Sztajzel, J. M., Poletti, P. A. y Rutschmann, O. (2005). Paroxysmal atrial fibrillation after recreational marijuana smoking: another "holiday heart"? Swiss Medical Weekly, 135, 412-414.
Glindemann, K. E., Wiegand, D. M. y Geller, E. S. (2007). Celebratory drinking and intoxication - A contextual influence on alcohol consumption. Environment and Behavior, 39, 352-366.
Gómez, J. (2006). El alcoholismo femenino, una verdad oculta. Trastornos Adictivos, 8, 251-260.
Klein, G., Gardiwal, A., Schaefer, A., Panning, B. y Breitmeier, D. (2007). Effect of ethanol on cardiac single sodium channel gating. Forensic Science International, 171, 131-135.
Makela, P., Martikainen, P. y Nihtila, E. (2005). Temporal variation in deaths related to alcohol intoxication and drinking. International Journal of Epidemiology, 34, 765-771.
Raty, S., Sand, J., Alho, H. y Nordback, I. (2003). Alcoholic, but not biliary, pancreatitis varies seasonally in occurrence. Scandinavian Journal of Gastroenterology, 38, 794-797.
Riley, S. C. y Blackman, G. (2008). Between prohibitions: Patterns and meanings of magic mushroom use in the UK. Substance Use & Misuse, 43, 55-71.
Steinbigler, P., Haberl, R., Konig, B. y Steinbeck, G. (2003). P-wave signal averaging identifies patients prone to alcohol-induced paroxysmal aerial fibrillation. American Journal of Cardiology, 91, 491-494.
Vidal-Infer, A., Tomás-Dols, S., Aguilar-Moya, R., Samper-Gras, T., Zarza, M. J. y Aguilar-Serrano, J. (2009). Las cenas navideñas de empresa. ¿Un modelo de consumo recreativo de alcohol y otras drogas? Adicciones, 21(2), 133-142.
Whiteman, S. D. y Christiansen, A. (2008). Processes of Sibling Influence in Adolescence: Individual and Family Correlates. Family Relations, 57, 24–34.
Wilsnack, S. C. y Murray, M. M. (2001). Alcohol abuse and stigma. Comunicación presentada en «Stigma and Global Health: an International Conference». Bethesda, 5-7 septiembre de 2001.
Sofía Tomás Dols
Directora General de Drogodependencias
Generalitat Valenciana

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