Día 22/02/2013 - 02.48h
Los continuos comentarios como que es el más listo, el más guapo, el más inteligente... deben tener fecha de caducidad. La barrera entre la autoestima sana y el narcisismo es muy estrecha
«Eres el más listo del mundo», «no hay nadie tan guapo como tú», «eres el más fuerte», «nunca he visto a nadie que juegue mejor al fútbol»... ¿Quién no ha dicho alguna vez frases como estas a sus hijos? Normalmente estas reacciones se producen como resultado del orgullo que nos produce ver los logros de nuestros pequeños y, por otra parte, para animarle, motivarle y hacer que su autoestima crezca. Pero, ¡cuidado! Estos elogios deben tener fecha de caducidad.
Lógicamente el niño se siente encantado de escuchar que es el mejor. Su autoestima crece como la espuma, pero si esta actitud la mantenemos los padres más de lo debido, es muy probable que el niño se sienta por encima de los demás, y se convierta en un ser arrogante y narcisista en un futuro no muy lejano.
Según Teresa Rosillo, psisóloga infantil y socia de Pericial Psicológica, sobre los cinco o seis años, en función de la maduración del menor, se debe ir poco a poco, evitando este tipo de comentarios para desmontar el «yo grandioso». Además, no hay que olvidar que se irá dando cuenta de que no es verdad que sea el mejor en todo «por lo que hay que hacerle ver la realidad, a través de la observación, la palabra y los juegos: "mira cómo corre tu amiguito; el es muy rápido, ¿verdad?", "no importa que hoy no hayas ganado al parchís, no se puede ganar siempre, otro día seguro que ganas tú". Siempre hay que hablarle de forma amistosa y estar dispuesto a calmarle si insiste en que él es el mejor, o se niega a perder en un juego. Hay que hacerle entender que se puede ser el segundo,el tercero..., o no estar entre los primeros».
Cuando muestre su enfado hay que dejar que se exprese y manifieste toda su rabia y así podremos aprovehar para evaluar su conducta globalmente y mostrarle sus fallos, pero también sus aciertos. «Por el contrario —explica Teresa Rosillo—, si le decimos que todo en él es magnífico, en el momento que tenga un fallo, y descubra que no es perfecto, se sentirá muy mal y se criticará sin límites».
No obstante, los padres son un modelo a seguir y si el padre se muestra como un narcisista, el hijo tiene muchas probabilidades de serlo también. Es una actitud más constructiva la que muestran aquellos padres que muestran sus errores, que las cosas cuestan y que equivocarse sirve para aprender a no equivocarse.
Los niños narcisitas o con una autoestima muy elevada y, por tanto nada sana, se considerarán por encima del resto de compañeros. Si no lo es necesitará llamar la atención, de cualquier manera, para conseguirlo. Son, además, incapaces de ponerse en el lugar del otro, piensan que todo lo que se dice es en relación a ellos, están todo el tiempo preocupados para que nadie vea que comete un fallo, muestran una autoestima exagerada —«pues yo», «pues a mí»...—, lo que, en muchas ocasiones, provoca el rechazo de los demás a estar con ellos.
Autoestima alta, pero sana
Por eso, depende mucho de los padres, que los hijos tengan unaautoestima elevada, pero sana. «Un niño con la autoestima alta será una persona asertiva —asegura Mónica Manrique, psicoterapeuta, formadora y divulgadora—. Buscará la manera de cooperar en lugar de competir para encontrar la forma de conseguir sus objetivos sin dejarse llevar por las emociones del momento, es capaz de expresar de forma clara y concreta sus deseos o necesidades siendo siempre respetuoso con los demás. Y también sabe empatizar (ponerse en el lugar del otro), hacer críticas sin ofender y también recibirlas, decir no, afrontar la hostilidad del otro sin “entrar al trapo”, y ser capaz de identificar sus emociones y expresarlas. También podríamos decir que se trata de una persona con inteligencia emocional».
En consecuencia, las personas asertivas tienen una alta autoestima, suelen conseguir sus objetivos y resuelven conflictos de manera adecuada. Por otro lado, resultan atractivos a los demás y consiguen tener y mantener relaciones profundas y duraderas. No mostrarán una actitud altiva puesto que no entienden el mundo en términos de dominio–sumisión.
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