viernes, 4 de enero de 2013

Y ¿quien me salva a mi?


Y ¿quien me salva a mi?

Yo se que tu sabes que cuando se vive en los sentimientos que deambulan perdidos en el mar de la confusión, también nos volvemos obsesiv@s y nos resistimos al cambio. Para entonces, ni siquiera eres capaz de preguntarte si ese mundo de sentimientos es el tuyo o el suyo... Y cuánto te resistes a creer que tu ya no eres tu cuando ni siquiera te crees una sombra de ti mism@, cuando en realidad no eres otra cosa que una imagen reflejo de lo que hay a tu alrededor, de una pareja, un hijo, un padre o una madre, un hermano... que tomad@ por la sustancia intrusa, asumió el centro del que para entonces era ya tu pequeño y cada vez más pequeño universo físico y emocional.
¿Será verdad que ya no eres sino alguien al otro lado del espejo, el que permanece al otro lado de la adicción?.
Yo no lo supe ver porque... estar al otro lado ¿no habría sido como ser apenas un espectador?... 
Y yo no era un mero un espectador... qué más hubiera querido que escapar de aquella función que me tenía atrapad@, sin salidas de emergencia -no era capaz de verlas-, en una representación tal que esa misma vida mía en la que de repente me vi envuelt@, que me asfixiaba, en la que me sentía atrapad@... nunca imaginé que podía poner fin al tremendo drama de mi aparente quietud, incapaz incluso de preguntarme si sería posible.
¡Un momento!: ¿quietud?. Dije bien lo de aparente porque ciertamente tardé mucho en darme cuenta que en el universo de la adicción, el que se cree al otro lado, nada tiene de espectador pasivo... también participa y más aún, alimenta el vaivén de ese drama que le rodea y que le somete hasta la más absoluta indefensión.
Ningún coadicto, ningún codependiente permanece quieto ante los quiebros de  su enfermo adicto. Todos reaccionamos directamente contra los efectos que la sustancia tiene sobre ellos. Antes, durante y después de ser consumida, nuestro comportamiento ¿no parece siempre una razón suficiente para ella, para la sustancia, una excusa perfecta para apoderarse del adicto y empujarlo hacia su terreno?. 
- El pero ¿qué he hecho ahora?: Cuántas veces me aplastó esa responsabilidad y un sentimiento de culpa que no me correspondía. Parecía como más fácil encontrar un culpable -por ejemplo, YO-, dispuest@ a cambiar constantemente de actitud para que desde la complacencia, las cosas fueran diferentes, pero lo que hoy me servía, mañana no
Y así bajo una presión constante, con emociones que me parasitaban mi vida, la vida... me preguntaba ¿y a mi? ¿quien me salva a mi?
... porque te quedas relegado a la invisibilidad, a un y a mi... marginado por una situación que favorecía la automarginación y la autocompasión hasta que tu, por fin, también tocas fondo. Ya no puedes más. Apenas tienes energía para ti mism@. Cuando ese momento llega, piensa que eres como el/ella... llega el momento de darte una oportunidad, tu oportunidad de salir del abismo, de ese círculo vicioso en el que estás atrapad@. Necesitas una mano, una mano que sepa no sólo escucharte... necesitas una mano que sepa ayudarte. Tu decisión de buscar ayuda es posiblemente tu única salvación... sólo así, dándote una oportunidad, podrías ser a tu vez la oportunidad para los demás-incluso si esto último dejara de ser tu objetivo-.
No puedo dejar de pensar que son nuestras respuestas las que nos hunden o las que nos salvan: ¡elige salvarte!

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