domingo, 9 de diciembre de 2012

"Resulta muy difícil establecer una clasificación con vivencias recurrentes que todos preferimos olvidar, pero en sucesivos "privados" unas amistades y servidor hemos llegado al siguiente ranking de embustes cuando un individuo con aspecto de que cabría dos o tres veces en la ropa que lleva o una mujer esquelética con graves problemas de dientes y encías te abordan en la calle y te piden un euro:


Rafael María García Treviño
Ayer publiqué en mi muro un pequeño artículo que quisiera compartir; espero que, a pesar de su apariencia frivola, pueda interpretarse como lo que intenta ser: una denuncia de que vivimos en una sociedad que abandona en el camino a quienes han caído bajo las garras de, precisamente, los peores enemigos de la sociedad. Un abrazo a todos.

"Resulta muy difícil establecer una clasificación con vivencias recurrentes que todos preferimos olvidar, pero en sucesivos "privados" unas amistades y servidor hemos llegado al siguiente ranking de embustes cuando un individuo con aspecto de que cabría dos o tres veces en la ropa que lleva o una mujer esquelética con graves problemas de dientes y encías te abordan en la calle y te piden un euro: 
1) Es para pagar un billete de autobús y volver a su ca
sa.
2) Es para echarle combustible a un ciclomotor (éste se usa sobre todo cuando el que pide acarrea por el manillar una moto que nunca está muy claro si le pertenece).
3) Es para comprar un bocadillo.
4) Es para llamar por teléfono a alguien desde una cabina.
Y...
5) Es para reunir lo que cuesta una medicina de la farmacia.

Es el único subgénero de mendicidad en que excusarnos diciendo que no llevamos nada no nos deja el mal sabor de la culpa; al contrario, nos sentiríamos culpables aportando un sólo céntimo a la adicción devastadora que sufre el pedigüeño. Nos alejamos caminando unos cuantos portales con más prisa de la que llevábamos. Después, nos damos cuenta de lo ridículo que es acelerar tanto el paso y aminoramos la marcha aliviados de no estar ya a la vista del pedigüeño (o peor aún, de que esté distraído abordando ya a cualquier otra persona). Al fin y al cabo, entre los narcos, los políticos, los maderos y los picoletos que se sacan su sobresueldo con la droga decomisada, y los que no movemos un sólo dedo para que nada cambie mientras no nos afecte o amenace de lleno, hemos hecho un mundo en que resulta fácil apretar un poco el paso y alejarnos de toda clase de yonkis, mendigos, pobres, enfermos y, en general toda clase de jodidos galileos crucificados."

No hay comentarios:

Publicar un comentario