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En ocasiones distorsionamos los Doce Pasos para convertirlos en una herramienta de autoflagelación. Ponemos el ojo en nuestros recién descubiertos defectos y solo hablamos y pensamos en ellos. Continuamos alimentando la enfermedad viéndonos como unos defectuosos . Negamos el gran milagro de la recuperación que nos ha convertido en miembros aceptables y productivos de la sociedad.
La recuperación consiste en arrestar la enfermedad para vivir. La promesa de la recuperación es una vida plena. Para vivir plenamente hace falta que nos veamos como verdaderamente somos y ninguno de nosotros es totalmente malo. Por eso no podemos ver solamente la parte defectuosa de nuestra personalidad, tenemos que ver también lo positivo que tenemos.
La voluntad del Poder Superior es que seamos seres humanos y nuestras virtudes son también parte de nuestra humanidad. Aprender a vivir con nuestras virtudes y defectos es la verdadera humildad.
No somos humildes cuando nos criticamos constantemente o solamente vemos lo negativo de nuestra personalidad . De hecho, cuando nos comportamos así, estamos tomando el control de nuestras vidas para decirle a nuestro Poder Superior cómo es que se supone que seamos. Ahí se ve clarito como se cuela la soberbia bajo el manto de una falsa humildad. Pretender dirigir la voluntad del Poder Superior es querer jugar a Dios y si algo hemos aprendido en recuperación es que “hay un Dios y ese no soy yo.”
Aceptemos la voluntad de un Poder Superior que nos desea humanos: con defectos y virtudes, limitados. Vivir alegremente con nuestra humanidad es recuperación.
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