domingo, 19 de enero de 2014

PREVENCIÓN DE DROGAS: ¿UN BLANCO EN MOVIMIENTO?

En primer lugar, creo que para situarnos puede ser conveniente, hacer un breve análisis de los patrones y tendencias de consumo de drogas de los últimos años en nuestro país. En cuanto a las drogas más consumidas en nuestro entorno, en este caso son alcohol y tabaco los que “lideran” la clasificación; Un 63,3% de los encuestados ha consumido alcohol en el último mes y un 39,3% ha hecho lo mismo pero con tabaco. Le sigue el cannabis, con un 7,6% de los encuestados que consumió alguna de sus variantes (marihuana, hachís o polen, etc.) en los 30 días anteriores a la encuesta. Luego, sorprendentemente les siguen los hipnosedantes y tranquilizantes (con un repunte de consumo en los últimos años), la cocaína, el éxtasis, las anfetaminas y speed y los alucinógenos. Todos estos datos proceden del “Observatorio Nacional sobre drogas” al igual que el resto de estadísticas que vaya detallando, por lo tanto son datos oficiales.

Tras este breve análisis de la situación en la que vivimos, cabe preguntarse ¿Han cambiado los patrones y tipos de consumo en los últimos años y décadas? La respuesta es “depende”. El alcohol continua siendo “de calle” la droga más consumida y de una forma más temprana (a los 13,7 años de media). Es seguida del tabaco cuyo comienzo se sitúa entorno a los 14 años. Pero sin embargo, con anterioridad a 2006 no existían apenas casos en los que se diera un abuso de sustancias como son los tranquilizantes e hipnosedantes. Por tanto, una de las primeras conclusiones que podemos extraer de los datos es que el consumo de las diferentes drogas existentes NO es estable; depende de múltiples factores (económicos, sociales, culturales, territoriales, modas o tendencias, etc…), y por tanto NO sigue unos patrones o reglas predeterminadas. Pero sin embargo, alcohol y tabaco continúan siendo las drogas más consumidas.
Es por ello, que la intervención en prevención en este campo debe planificarse muy detalladamente. Tiene que estar actualizada, contextualizada y sobre todo ha de ser flexible y dinámica. Es decir, la prevención no se debería por ejemplo estandarizar para un grupo de determinada edad de cualquier rincón de un mismo país o región, sin tener en cuenta antes variables como: el nivel socioeconómico de la zona, los diferentes grupos que conviven ahí, el nivel de fracaso escolar y/o desescolarización, la facilidad de distribución de determinadas sustancias en la zona, etc. Por tanto, habrá que tener muy claros (con anterioridad a la posible actuación en prevención) todos los posibles factores de riesgo existentes hacía el consumo y/o adicción que nos podamos encontrar en nuestro blanco (la población sobre la que queremos intervenir). Existe una evidente realidad y necesidad sobre la que no podemos dejar de actuar, y es especialmente el consumo de alcohol.


El alcohol es la droga más consumida por la población a partir de los 13 años en nuestro país, y como sorpresa para muchos de vosotros; es una de las cinco drogas más peligrosas y perjudiciales para la salud (clasificación de las 20 drogas más peligrosas del mundo; podéis ver un extracto del documental al final de la entrada). Pero, ¿realmente consideramos peligrosa a esta droga? Es obvio que NO. De hecho, probablemente muchos no la consideréis ni una droga, ni tampoco os consideréis drogadictos por consumirla. Pero si por ejemplo vemos a alguien por la calle pinchándose heroína o “metiéndose” una raya de cocaína, la cosa cambia.
Vivimos en una sociedad en la que desde bien pequeños visitamos bares con regularidad y creemos que “ser grande” implica beber cerveza, fumar tabaco y reunirnos con los amigos en el bar de turno. Es así, y por lo general (aunque existen excepciones) así lo hacemos conforme vamos creciendo, generación tras generación. Desde bien pequeños, asociamos el alcohol y el tabaco a determinadas situaciones de las que después nos cuesta desasociarlo: En aniversarios, fines de semana, celebraciones o simplemente en la sobremesa. 
Pero, ¿si es tan negativo por qué es legal entonces? La legalidad/ilegalidad de una droga NO determina (como muchos creen) la mayor o menor peligrosidad de la droga en cuestión. Suelen ser aspectos culturales y sobre todo económicos los que determinan el marco legal. Pero, claramente existen drogas ilegales con menor peligrosidad (atendiendo a los criterios científicos para determinarlo: efectos generados sobre la salud, capacidad de adicción y consecuencias sociales) que el alcohol. Un ejemplo de ello puede ser por ejemplo el LSD (existen muy pocos casos de muerte por sobredosis) o el cannabis. Esto no quiere decir que deban consumirse estas drogas y no el alcohol sino que por el contrario, el alcohol debería de ser igualmente ilegal, para así darle al menos la “importancia legal” que merece.
Ahora bien, es cierto que la ilegalidad de una droga NO erradica su consumo, y es aquí donde exíste una ardua tarea, por parte de nuestra sociedad en general para cambiar la “buena imagen” de la que goza alcohol actualmente. A la hora de hablar sobre drogadicción tenemos que dejar atrás la desfasada y desactualizada imagen del drogadicto heroinómano y cocainómano. El bebedor regular de alcohol y/o asiduo fumador de tabaco también puede desarrollar una drogadicción (si es que no la posee ya). No podemos excluir a estas “drogas legales” del resto a la hora de educar a los más pequeños. Estos deben percibir también a estas drogas como potencialmente peligrosas para la salud, y para ello se debe actuar desde todos los frentes posibles:entorno familiar, escolar y social deben ir encaminados en la misma dirección y al menos proporcionar una información adecuada sobre lo que algún día les ofrecerán a probar.
Por tanto, la intervención en prevención debe comenzar desde muy temprano y realizarse de una forma continua y dinámica. Esto quiere decir, que conforme se va avanzando en edad la prevención debe de ir adaptándose a las exigencias del momento (este es el blanco en movimiento del que el título habla). Por ejemplo, en la edad infantil la actuación irá más encaminada a fomentar competencias en los niños para afrontar las diferentes situaciones que se le presentarán en la vida (pero sin hablar de drogas explícitamente, ni de tipos de sustancias, etc.). En cambio, en la edad adolescente la intervención puede ir más enfocada hacía la resolución de dudas y desmitificación de ideas falsas sobre ciertas drogas. En personas con un consumo regular, la prevención podría ir encaminada no sólo a reducir el consumo, sino también a evitar consecuencias mayores (no consumir antes de conducir o de ir al trabajo, por ejemplo). 
En conclusión; por un lado, considero sumamente importante desmitificar a alcohol y tabaco como drogas poco importantes y/o peligrosas, así como “desnormalizar” su consumo regular. Es un principio de prevención con el que todos podemos ayudarnos y asesorar especialmente a los más jóvenes de nuestro entorno. Por otro lado y como apunte positivo para terminar; si damos la vuelta a los datos el 37% de los jóvenes no consume alcohol y el 71% no consume tabaco. Quizás haya que tener en cuenta también a estos últimos a la hora de planificar las posibles intervenciones.

Documental sobre las 20 drogas más graves 

http://psycosaludable.blogspot.com.es/

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