miércoles, 15 de enero de 2014

Lágrimas sobre una cartera

David Valero Garcia
"Allí estaba yo, sacando la cartera del bolsillo trasero del pantalón. El subidón de esnifar la primera raya se mezclaba con el sentimiento de culpabilidad, pero no era consciente de lo que había dentro"

¡Buenos días!

Os dejo el post de esta semana.

¡Un abrazo!.

esnifar cocainaLos últimos años comoadicto a la cocaínafueron muy duros. Jamás he sido tan consciente de no querer hacer algo y no poder evitarlo. Algo más fuerte que yo me arrastraba al consumo, la adicción era enorme y no lograba dejar una raya sin esnifar. Ya no había risas, ni grupos de amigos. No necesitaba a nadie, y tampoco lo quería. Cada vez me resultaba más complicado estar en casa y cualquier excusa era buena para no ir, y de no existir, se creaba, o simplemente no se iba.
CONSCIENTE DE LA REALIDAD
Nada tenían que ver estos consumos de cocaína con los de antaño. Antes se planeaban con amigos, se procuraba crear una atmósfera que invitara a la fiesta, una celebración, escapada a algún lugar, fin de semana, comida, cena,… Pero en mi última época consumiendo cocaína todo esto desapareció. No buscaba divertirme, reírme con amigos o pasar un “buen rato”. Quería huir, huir de todos, de todo, de mí el primero.
Esto no era tarea fácil. Cuando el primer objetivo es huir de ti mismo, el empeño que has de poner en ello no es pequeño. Todo, absolutamente todo lo que invade tu cabeza te supera. No tienes capacidad de entender ni comprender. Sólo ves problemas, enemigos, tristeza, soledad, dolor, ninguna salida excepto consumir para olvidar y dejar de pensar durante unas horas. Y en realidad no dejas de pensar en ello cuando estás consumiendo, pero estando “puesto” no existe el dolor, todo está ahí, pero tu cabeza y alma está tan intoxicada de cocaína y alcohol que no eres capaz de sentir la menor molestia.
En los momentos de sobriedad eres consciente de que estás cayendo deprisa, cada vez más profundo. Aceptar lo que te ocurre y el daño que estás provocando es imposible, y eso teniendo en cuenta que realmente no eres consciente de la magnitud del daño que produces a todo aquel que esté a tu lado. Pero de pronto aparece ese David que no puede más, que desea no volver a consumir porque intuye que una vida sin droga, es la vida que él desea.
BUSCANDO SOLUCIONES
Es aquí cuando te tomas tu tiempo para pensar cómo evitar el siguiente consumo. No dejaba de repetirme una y otra vez que debía de existir alguna forma de lograrlo y que debía dar con ello. No quería volver a desaparecer de casa, no quería volver agastarme todo el dinero que cayese en mis manos, no quería volver a verme sólo en cualquier rincón de la ciudad esnifando sin parar, pero sobre todo, no quería volver a clavar un puñal en el corazón de mi mujer y odiarme por el daño que la estaba produciendo y todo lo que me estaba perdiendo con mis hijos.
Aquí es cuando creí dar con la solución, mis hijos. En realidad, cuando tuve la “gran idea”, sólo existía mi hija mayor. Se trataba de lo más puro e inocente que había en mi vida. Pensé que si, dentro de la cartera, ponía una foto suya sobre la tarjeta, sería lo primero que viese al hacerme una raya, sobre todo pensaba en esa primera raya, en la que todavía existe un atisbo de David. De esa manera, al sacar la tarjeta la vería a ella, y esto provocaría que me contuviese.
Como era de esperar no tardó en llegar el día que podría comprobar si esto tendría resultado o no. Allí estaba yo, sacando la cartera del bolsillo trasero del pantalón. El subidón de esnifar la primera raya se mezclaba con el sentimiento de culpabilidad, pero no era consciente de lo que había dentro. Al ir a coger la tarjeta vi la foto de mi hija. Dude unos segundos, me quedé quieto. Poco después saqué la foto de mi hija sin apenas mirarla, metiéndola en otro bolsillo de la cartera. Cogí la tarjeta y comencé a preparar la raya. Instantes antes de esnifar la cocaína cayó una lágrima por mi mejilla y continué haciendo lo que mejor se me daba, huir.
Hoy día es un recuerdo que cada vez me visita menos, pero en ocasiones hace sus apariciones. Ver la cara de mi princesita e imaginar, que aunque sólo fuera en fotografía, pudiera estar en contacto con la cocaína, me repugna.
De todo esto he sacado la conclusión de lo duras que son las adicciones, de en qué nos transformamos y lo que somos capaces de hacer. Mentiría si dijese que salir de todo eso es fácil, requiere mucho trabajo, y por supuesto hay pedir ayuda. Pero puedo asegurar que sí es posible, que todo es muy diferente cuando se ha comenzado a andar el camino hacia la recuperación. Disfrutar de uno mismo, y permitirte disfrutar de quienes quieres sin consumo de por medio, es algo que debería de experimentar todo adicto. Tener esa sensación libre de culpas, no tener la necesidad de esconder o mentir. Sentir tu corazón libre es algo fantástico.
Princesa, TE QUIERO
¡Un abrazo!

Fotografía: pedrojperez

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