lunes, 18 de noviembre de 2013

Amor y amistad, un poder extraordinario

Jose Ramirez
Hace unos días escribí esta entrada sobre una relación que cambió mi vida. Creo que a algunos les puede interesar.

Sol LeWitt @CPM Amor y amistad, un poder extraordinario
A veces llegan a nuestras vidas personas que son verdaderos ángeles, enviados de Dios, repletos de ofertas de amor y amistad pero uno no los reconoce.
Así fue L. para mi: una persona que me ofreció su amor y amistad desde siempre. Me ayudó en todo desde que la conocí en universidad. Entramos a la Escuela de Arquitectura el mismo año, tomamos clases juntos y poco a poco hicimos una buena y feliz amistad.
Cuando la conocí no era muy buen estudiante, estaba perdido en la universidad. Estaba muy solo. Ella me ayudó en todo. Así mejoré académicamente, hice amistades, conseguí trabajo y mi vida adquirió un sentido. Ella con su amor y amistad la reguló, la encarriló, la orientó. Cada vez que cogía para donde no era, allí estaba ella para devolverme al camino y mantenerme en sentido. Yo “más o menos” me daba cuenta, mi arrogancia me hacía difícil verlo, admitirlo sobre todo, pero sabía que dependía de ella.
Fuimos amigos por años. No se cómo, no puedo precisar, pero en algún momento pasamos a ser novios. No hubo sortijas, ni declaraciones de amor pero nos hicimos pareja implicitamente. Fue como si nos quedáramos solos después de una fiesta y puf!… ya que estamos aqui solos pues unámonos también. Algo así. Su amor y amistad se conjugaron con mi absoluta necesidad y mi temor.
Así mismo nos casamos. No fue una decisión, no hubo un proceso evaluativo, fue más bien un impulso, algo espontáneo, optado en un bar a la media noche. Ella estaba súper alegre y yo estaba bien. Sabía que fue casi por gravedad, por peso, que me debía a ella. Era otro resultado de su amor y amistad. Tambien de mi dependencia.
Nos casamos e inmediatamente tuvimos problemas. Yo era el problema y no lo sabía. Estaba en una negación tremenda. Pero le causé mucho daño injustificadamente, sin querer, por lo perdido que estaba. Lo siento mucho.
Sin embargo, con una asombrosa fidelidad, ella fue la que de nuevo, como siempre, a la carga con su amor y amistad, buscó ayuda, tomó las deciciones difíciles necesarias, promovió mi despertar espiritual y lo logró. Dios quizás se lo regaló. Si a alguien le debo mi recuperación es a su ayuda infinita. La vida que tengo se la debo a ella.
Dos años después nos divorciamos. Habiendo ella posibilitado mi libertad, me pareció que se oponía a que disfrutará de ella, a mi crecimiento. Descubrí la vida y nadie podia detenerme. La entiendo, estaba cansada de mis “inventos” y yo estaba “creándome” de nuevo. No la culpo. Yo carecía de credibilidad. Así nos divorciamos. Luego de tres años de casados y unos diez de amigos.
Fue el triste fin de una de las relaciones más significvativas de mi vida. Cómo no estar agradecido, ella hizo por mi lo que yo era incapaz de hacer solo. Dió su vida por mi durante muchos años. Un ejemplo de lo qué es el amor incondicional y su poder para sanar.

¿Haz tenido alguna relación a la que le debas la vida?

Si alguna persona ha cambiado tu vida significativamente o hasta te ha dado vida, como me ocurrió a mi, compártelo. Es importante darlo a conocer.
Foto original por: Julian Perre (editada)

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