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¡Cuánta sabiduría repartimos diciéndoles a los demás lo que deben y no deben hacer!
¿Te diste cuenta de esto?
Siempre sabemos lo que los otros hacen mal y en qué se equivocan, tenemos la rapidez
de la luz para enjuiciar y dar consejos.
Me pregunto…y te pregunto: ¿Por qué no aplicamos tanta sapiencia en nuestras propias vidas?
No juzgues o jamás serás uno con el Todo. Te quedarás obsesionado con fragmentos,
sacarás conclusiones de pequeñas cosas. Una vez que juzgas has dejado de crecer. El juicio
implica una mente decaída y la mente siempre quiere juzgar porque estar en un proceso es siempre
incómodo y peligroso. Osho
Y allí, en el otro lado, tu víctima. Ésa a quien le hablo ahora.
Te pido que me escuches, vos, sí, el que se tortura recibiendo, guardando y acumulando los juicios
de los otros.
Ya, en mi post La Acción De Juzgar, te di la información acerca de lo que es un juicio y de por qué
es necesario que adoptes el significado que te permite aprender de su acción y no defenderte cada
vez que escuchás esa palabra porque cuando se usa para tu desarrollo tiene que ver con tus
opiniones las que no son ni verdaderas ni falsas sino solo eso, opiniones.
¿Te ponen mal los juicios de los demás?
¿Empezás a dudar de todo porque a lo mejor, tienen razón?
Es bueno escuchar a los demás y si les preguntás o le contás algo, tenés que estar dispuesto a la consecuencia que implica que el otro opine. Está bueno, juzgo –opino-, porque esto te permite revisar lo que hiciste o cómo lo hiciste pero lo que no está bueno es que te creas que el otro tiene razón y vos estás siendo “el peor de la clase”.
Nadie puede ver tu vida como vos la ves porque nadie está dentro de tu Ser. Y todos te van a decir lo que te digan, desde su propia subjetividad. Entonces:
¿Qué verdad pueden constituir esos dichos?
La diferencia entre una flor y la maleza es un juicio. Autor Desconocido
Tengo mi frase de cabecera respecto del valor del juicio ajeno y que he compartido más de una vez.
“Nadie puede herirte sin tu consentimiento.” Eleanor Rossevelt
Cada vez que la comparto, recibo un feedback muy abultado y formado por las reflexiones: “Esto es muy difícil”. “Perderemos el contacto con nuestros afectos si creemos en esto” “Cómo se hace para que no nos duelan las opiniones ajenas” y similares.
Estas devoluciones me sirven para observar que este es un tema que necesita de nuestro trabajo personal y de la transformación de nuestro ser.
La propuesta es que desarrolles tu inteligencia emocional, que aumentes tu confianza en tu desarrollo, que nutras tu autoestima, que tengas presente que si compartís algo con alguien sobrevendrá la opinión del otro, y lo que es más importante: que vos podés elegir qué vas a hacer con ella.
¿La vas a usar para cotejar si podés mejorar pero sin angustiarte?
¿Le vas a dar el poder de verdad absoluta y como es contraria a tu sentir, te entristecerás?
Vos decidís… De ello dependerá tu calidad de vida.
Cierta vez, en un antiguo monasterio, un discípulo consternado porque sus compañeros se dividían en opiniones sobre el, algunas buenas… otras malas, vio a un gran sabio y se acercó a comentarle:
- Maestro, un grupo de condiscípulos suele elogiarme ante mis actos, y yo me siento pleno.
- ¿El otro grupo?- dijo el sabio maestro.
- El otro grupo me critica, el otro grupo me denosta, el otro grupo me subestima.
- ¿Y qué te sucede muchacho?- pregunto el sabio.
- Caigo a lo más profundo, pierdo la confianza en mí.
El maestro lo miro y siguió caminado. El joven lo acompañó. De repente, el anciano se detuvo, dio media vuelta, lo miro a los ojos y le dijo:
- Ve al cementerio.
- ¿Al cementerio?- preguntó asombrado el muchacho.
- Sí, ahora mismo, ve al cementerio… llega hasta la mitad, observa todas las tumbas y entonces ponte a proferir insultos a los muertos.
- ¿A los muertos?- preguntó aun más asombrado el joven.
- Si, a los muertos… Es mi orden, ejecútala ahora mismo.
El muchacho fue al cementerio, llegó al centro del cementerio y mirando a las tumbas, comenzó a insultar a los muertos, de una y otra manera… y cuando terminó, regresó.
Encontró a su maestro en el mismo lugar y le explicó lo sucedido.
- ¿Y qué pasó? ¿Qué dijeron los muertos ante tus insultos? – preguntó el sabio maestro.
- Nada, ¿Que iban a decir?
- Entonces regresa – dijo el sabio.
- ¿Regresar? – preguntó el joven sin entender.
- ¡Sí! regresa al mismo lugar, observa las mismas tumbas, y comienza a lanzar elogios a todos los muertos… Las mejores palabras que puedas encontrar en tu boca, díselas.
Y así hizo el discípulo, fue hasta allí… No comprendiendo el mensaje del maestro, y cuando hubo terminado todo lo indicado, regresó.
- ¿Y qué respondieron ellos ante tanta alabanza? – dijo el maestro.
- Nada respondieron…. ¡Si están muertos! – contestó el joven.
- Entonces… Se como los muertos – dijo el sabio – -Que ni el elogio de los vivos te ensalce, ni la crítica de los vivos te rebaje… Se como los muertos…
Mi atención está puesta en vos. Decí lo que necesites… así nos comprenderemos. ¡Conversemos!
Por el placer de compartir