Hoy quiero compartir con vosotros algo que he experimentado esta tarde en el grupo de terapia.
A pesar de de que ya sabemos lo fuerte y poderosa que es la enfermedad de loa adicción, no deja de sorprenderme.
Durante muchos años en los grupos he vivido en el lado oscuro de la luna, en ese lado en el que lo normal es que me dijesen lo que estaba haciendo mal, porque poco hacia bien, ese lado en el que a menudo, las saltadas de limites las tiendes a minimizar, y a normalizar el que poco a poco te acerques al abismo y sin paracaídas. Pero hoy en cambio, y ya desde hace un tiempito largo, vivo en el lado donde la luz ilumina de la manera más brillante posible, lo que da una tranquilidad tremenda pero a la par, al menos a mí, me genera una sensación de impotencia contenida al ver que, en muchas ocasiones, por mucho que hagas no puedes hacer más que sentarte a ver como otros saltan al abismo y practican el salto base sin paracaídas....
Hoy he tenido esa agridulce sensación que por un lado te da la tranquilidad de estar bien lejos de la zona de salto pero por otra te deja mal sabor de boca al ver que no puedes hacer nada por otra persona que ha dejado que su enfermedad se haga fuerte y le haga justificar lo injustificable, minimizar y poner en la cuerda floja todo el trabajo realizado, con mucho esfuerzo y tesón
Pero esto es la adicción en estado puro, una enfermedad que no se ve, una enfermedad que, como decía una gran terapeuta es muy "sibilina" y utiliza cualquier resquicio para colarse y entrar cual tren de mercancías arrollando todo a su paso.
Quizás todo lo que se ha hablado en el grupo haya calado, y en la soledad de la noche haga poner en marcha la contra ofensa que sea capaz de contrarrestar al enanito que poco a poco iba ganando terreno, o quizás simplemente sea que, como en muchas ocasiones, la enfermedad sigue su curso natural y debe empeorar la cosa antes de poder mejorar.
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