viernes, 3 de octubre de 2014

Increíble


Anti Todo fue el nombre del segundo disco de Eskorbuto, el mítico grupo punk dos de cuyos tres miembros murieron por su adicción a la heroína. Roberto Bachs tiene poco de punk. A sus 41 años, este barcelonés del Eixample que se enganchó a la heroína con solo 17 años lleva desde los 23 alternando metadona y cocaína. Y asegura que es feliz. Que no cambiaría su actual vida por nada y que supo elegir libremente un estilo de vida que le permite dormir en la calle y vivir de lo que «siempre con mucha amabilidad y en varios idiomas» pide a los turistas.
Rober es un hombre de costumbres fijas. Usuario del espacio Calor y Café de la calle de Robadors, donde acude a diario a desayunar, merendar y buscar esa cercanía de unos educadores que tutelan su evolución y están muy pendientes de si toma con orden los retrovirales que mantienen firme al VIH.
«No quiero una vida encerrado, con hipoteca e hijos. Me gusta esta vida. Soy libre. Soy un drogadicto feliz». Lo dice con una seguridad que cuesta cuestionar si hay verdad o impotencia tras esas palabras. «Tengo lo que me he buscado. Es así de sencillo», insiste.

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