viernes, 8 de agosto de 2014

Y AHORA QUE???

Ya no consumo y ahora... ¿qué?

A nuestr@s amig@s adict@s, en proceso
de aprendizaje y rehabilitación

Muy frecuentemente quien ha dejado de consumir sustancias adictivas se hace estas preguntas: ¿Qué sigue?, ¿hacia dónde dirigirse?, ¿qué camino seguir?

Se debe  señalar, en primer lugar, que el hecho de ya no consumir sustancias no significa que ya se esté totalmente curado y rehabilitado. Nos encontramos apenas en una etapa del proceso de rehabilitación, por lo que éste debe continuar a sabiendas de que no hacerlo puede conducir a caer nuevamente en el consumo de sustancias.

Un segundo planteamiento tiene que ver con el hecho de que el estado de salud total no existe, ni de nacimiento. Todos nacemos, en alguna medida, enfermos, ya sea producto de la herencia de nuestros ancestros o de nuestro proceso de gestación en el vientre materno. Si a esto le agregamos un proceso de adicción a alguna sustancia con sus consecuencias en los diferentes ámbitos —psicológico, biológico y social—, entonces encontramos que un adicto que ya no consume es difícil, o casi imposible, que esté totalmente sano.

Con dejar de consumir la (las) sustancia(s) se ha logrado uno de los pasos más importantes en el proceso de rehabilitación; sin embargo, el proceso debe seguir porque es importante analizar cuáles fueron los factores externos e internos que desencadenaron la adicción.

Los factores externos
Aquí encontramos diferentes causas y motivos aparentes (y/o reales) que propiciaron (o intervinieron, de alguna manera en) la adicción; entre éstos podemos mencionar los ambientes de pareja, familiar, social, político, cultural, local o regional. Estos factores externos deben analizarse para saber cuáles de ellos estaban presentes cuando se estaba consumiendo una sustancia y cuáles (o en qué forma) están cuando ya no se consume. Debemos saber cuáles ya han cambiado para bien y que ya no contribuirán a desatar la situación de nuevo. Pero hay otros factores que no se han modificado y que, en muchos casos, está fuera del alcance personal poder cambiarlos; siguen ahí, y si ya con anterioridad contribuyeron a la adicción, es probable que hoy o mañana provoquen una recaída.

Todos nos hemos enfrentado a situaciones que no podemos modificar o eliminar. En el caso de una persona que ha dejado de consumir sustancias también ocurre, y en muchos casos regresar nuevamente al mismo ambiente negativo y hostil que propició y que puede volver a propiciar el consumo es necesario como respuesta y protección ante éste; es decir, como respuesta de la individualidad ante el entorno.

La pregunta en consecuencia es: ¿Qué se debe hacer ante esta situación?

Si los factores externos no pueden modificarse es importante plantearse la necesidad de analizar y trabajar con otro grupo de factores.

Los factores internos
Si en el anterior grupo de factores encontramos su inmodificabilidad e inmovilidad, entonces se debe trabajar en aquéllos que sí se pueden resolver.

Aquí nos encontramos ante el interior de la persona y es que los diferentes elementos de la personalidad sumados a los elementos externos dieron como consecuencia la adicción; cabe señalar que el planteamiento no pretende ser simplista, al contrario, la problemática es demasiado compleja, se plantea de este modo como objeto de estudio, análisis y reflexión.

Debemos partir de la individualidad de cada uno, porque todos podemos parecernos, pero somos seres únicos, diferentes uno de otro, y esto se refleja en la percepción que tenemos de la realidad; mientras que para algunos el día de hoy puede parecer fantástico otros pueden opinar que es el peor día. Esto es una realidad para la interpretación particular de cada uno de nosotros y debemos aceptar que cada uno tiene —y es válida— su opinión al respecto.

La percepción que cada persona tiene del mundo, de su mundo, es la que determina su estado de felicidad o infelicidad, de ánimo o tristeza, de fe o desesperanza, de amor u odio, de tranquilidad o angustia, de miedo o de paz, de adicción o sobriedad.

Todos y cada uno tenemos una forma de sentir, de interpretar lo que pasa a nuestro alrededor, y en función de cómo sentimos cada uno de los eventos que ocurren en nuestro entorno, es la respuesta que damos a esos hechos.

Para quien se encuentra en la etapa de no consumo de sustancias un evento alegre puede representar una oportunidad para un momento de felicidad, de compartir con los seres queridos momentos de dicha y felicidad; para otros, por el contrario, es un momento de terrible angustia porque puede representar la ocasión en la que se reúnen aquellos seres que son parte del ambiente que propició —entre otros elementos—, de alguna manera, la adicción y además se encuentran ahí las sustancias disponibles y accesibles: el mismo evento ante dos interpretaciones del mundo totalmente opuestas.

El planteamiento de trabajar con los factores internos, con las habilidades de las personas, pretende orientar y encauzar la continuación del proceso de rehabilitación hacia el fortalecimiento de ese yo, y evitar ser un no consumidor de sustancias reprimido lo que podría, en un futuro, desencadenar otro tipo de enfermedades mentales o físicas, o una recaída en el consumo de sustancias.

Más allá de pretender establecer o proponer un tipo de terapia, se pretende que la continuación del trabajo de rehabilitación, además de estar preocupada por el no consumo de la sustancia, aborde de una manera personal los sentimientos y emociones que desencadenaron la adicción.

Los sentimientos de una persona

Cuando sucede algo a nuestro alrededor, se desencadena una serie de reacciones en nuestro organismo: el interior se activa y como consecuencia de este evento comienza a procesarse una serie de elementos y sustancias químicas; la producción de otras sustancias, como resultado de esto, desencadena una serie de reacciones en todo el organismo; se procesan informaciones químicas, eléctricas, energéticas y todo esto con gran orden y precisión: de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo, de derecha a izquierda, de abajo hacia arriba, en orden y sentido aún desconocido. Como consecuencia, se ha logrado una respuesta interior en milésimas de segundo y aflora un sentimiento, una emoción.

Es importante identificar qué eventos dan como resultado ciertos estados emotivos: ¿Qué me entristece, qué me enoja, qué me pone feliz, qué me angustia, qué me desespera, qué me angustia, qué me agrada, qué me es placentero?

El conocimiento de uno mismo implica un profundo trabajo de exploración y descubrimiento del manejo emotivo interior consciente. Para lograr un mejor resultado debemos explorar en el interior no con el objeto de volver a sufrir, sino con el fin de alcanzar el auto-conocimiento: Cuáles son las fortalezas y las debilidades emocionales que, de alguna manera, conducen a un estado de infelicidad o euforia incontrolable y que llevan a iniciar una serie de actos para lograr resistir el exterior, pero que a la larga, como en el caso de las adicciones, conducen a la autodestrucción mental y física.

Poder identificar las debilidades emocionales personales permite su abordaje de una manera consciente, de forma honesta y sin represiones; es muy importante aquí, la auto-aceptación del yo mismo; conocerse implica también aceptarse, no para conformarse, sino para tener un punto de partida y empezar a crecer y desarrollarse en lo personal.

La aceptación del yo permite a la persona la preparación para la posterior aceptación de los otros, de la pareja, de los hijos, de la familia; por supuesto, es necesario trabajar en el crecimiento personal, pero éste no puede comenzar si no se sabe quién es uno.

El conocimiento del yo presente es el primer elemento del acto de amor y armonía para con los demás; no se debe rechazar lo que ya se es, por el contrario, hay que ser piadoso con uno mismo y el gran acto de piedad es aceptarse a uno mismo como se es, por el contrario, rechazarse uno mismo genera desamor, conflicto, ira, resentimiento y odio.

El inicio del crecimiento interior, de manera sana, es la aceptación del yo presente; a partir de esto se debe observar cuáles son los elementos de ese yo que no permiten alcanzar un estado de paz para con uno y con los demás; se debe buscar evitar alcanzar estados emotivos que generen rencor, odio, tristeza, ira, desesperanza y angustia, por mencionar algunos.

Los estados emotivos negativos del presente tienen su antecedente en el pasado, son precisamente los recuerdos los que motivan que una persona asocie un evento presente a sus recuerdos conscientes o inconscientes del pasado; de esta manera, lo que ocurre en el hoy de manera automática se asocia al pasado y si el pasado está cargado de tristeza, angustia, miedo o terror, el presente implica lo mismo de manera automática, porque así lo entiende el organismo, así lo siente, por tanto, así es y así será.

Los recuerdos de la memoria son eventos que a lo largo de la vida se aprenden, día a día, momento a momento, situación a situación y de manera automática van a la memoria del organismo; los eventos negativos o tristes de nuestra vida, aun los alegres, si no los aprendemos de una manera emotiva positiva terminan por afectar de una manera negativa nuestro presente y nuestro futuro, de este modo nos trastornan y afectan la conducta del hoy, de uno mismo y en la actitud hacia los demás.

De ahí se desprenden dos aspectos importantes y bien relacionados: la sanación emotiva del pasado y el aprendizaje emotivo sano del presente.

La sanación emotiva del pasado

Ésta implica estar en paz con los eventos anteriores ya vividos, SON DEL PASADO , son situaciones que ya ocurrieron y que no se pueden cambiar. Hay que vivir en paz con el pasado, olvidar de manera sana rencores, frustraciones, desamores y otros parecidos —o no tanto— que producen un terrible daño espiritual; esto se debe trabajar perdonándose uno mismo todas estas situaciones y a partir de esto también saber perdonar a otros para estar en paz con uno mismo.
Esta sanación se debe desarrollar a partir de la comprensión de que lo pasado no debe dañar el presente; el hecho de recordar eventos o situaciones pasadas y sufrir o angustiarse con ello nos hace profundamente vulnerables en el hoy y en el mañana; la continuación en el proceso de rehabilitación encuentra aquí el centro de su atención. Para llegar a esto se debe volver a aprender, percibir de una manera distinta a como se hacía hasta hoy; esto implica trabajar en los conocimientos emocionales que se tienen hasta el presente; algunos de éstos deberán, sin duda, desecharse, ser borrados y vueltos a estudiar y aprender.

Para ello, necesariamente se requiere de un esfuerzo profundo, de una madurez espiritual, física e intelectual, sin olvidar por supuesto la emocional, pues es la meta que se busca alcanzar.

El crecimiento y desarrollo del ser humano es continuo, no se detiene, es dinámico. Sin embargo, es la forma de interpretar el mundo, es el punto de partida, recordando que el aprendizaje emotivo del pasado determina la interpretación emotiva del presente, y que en toda interpretación del hoy se asocia el ayer; si asumimos el presente con serenidad, tranquilidad y amor, difícilmente se tendrá un desequilibrio; las crisis emotivas resultan de los desequilibrios internos de la persona. Alguien que no guarda rencores o tristezas del pasado se puede liberar de éste asumiéndolo con responsabilidad, con profundo respeto, cariño y amor hacia sí mismo y luego hacia los demás.

Hoy se tiene la gran oportunidad de recomenzar a ser felices otra vez.