Viví lo que le sucede a muchas mamás, esa tendencia innata a confiar. Si una no confía en sus hijos, ¿en quién puede confiar? Cuando se piensa que la libertad de los hijos es importante para su desarrollo, simplemente les damos oportunidades. A veces, las mamás somos poco objetivas, no sabemos que los hijos tienen problemas y somos ciegas por el lazo afectivo. El mundo exterior -fuera de la casa, de las amistades conocidas y del entorno familiar- es muy frío, indiferente. Si un muchacho empieza a incursionar en la droga nadie va a pensar que se puede dañar, cambiar su realidad y dañar a su familia. El joven sabe que eso es indebido, que está haciendo algo escondido, pero uno no lo alcanza a identificar.
Se ven cambios, pero como son jóvenes, como madre lo atribuyes a cosas de la edad, que es flojito por la adolescencia, que come más por el crecimiento, que no está siendo ordenado porque se identifica con ídolos desordenados, etc. El muchacho es social, conoce a tanta gente, por aquí y por allá. Uno peca de ingenuidad, hasta que comienzan a aparecer los llamados condoritos, la farra, el mal rendimiento en el colegio, las mentiritas cuando dice que va a un lado y no va. Todo es ambiguo.
Empiezas a darte cuenta de que tu hijo está cambiando mucho, que ya no es el mismo, que la comunicación espontánea, de persona a persona, comienza a dañarse. Hay como un velo entre medio que no deja que eso sea expedito, cercano, tibio.
En el caso nuestro, llegó un momento en que Alejandro empezó con el trago, la marihuana, una especie de espiral sin fin. Cuando nosotros nos dimos cuenta fue como muy traumático . Un día encontramos en el escritorio del papá una carta en la que nos decía que se iba por dos o tres días con una niña fuera de la ciudad. Era algo que nunca había hecho, y menos en esa forma, y que podía haberlo comunicado personalmente. Nos dimos cuenta de que algo no funcionaba, que algo no encajaba. Era inaudito que nos hiciera eso e inmediatamente me puse en movimiento. Llamé a fulanito y menganito. Descubrí que todos lo tapaban, lo encubrían, pero un amigo fue más blando, me vio desesperada y yo fui incluso amenazante con él. Me dio un teléfono. Llamé y casualmente contestó mi hijo Alejandro en muy mal estado. Le dije que se viniera inmediatamente a la casa.

Apenas salimos de la oficina del siquiatra llamó a un reeducado, un ex adicto, quien a los cinco minutos estaba en la casa. Habló a solas con Alejandro y bastaron 20 minutos para que mi hijo decidiera someterse a tratamiento. Estuvo dos años en rehabilitación y ha cumplido ya tres años y medio limpio, sin consumir drogas.
Me entregué absolutamente a él, al saber que mi hijo tenía problemas de poli-abuso: marihuana, alcohol, pepas, etc. Durante el tratamiento observé un cambio tajante, claro, enternecedor. Alejandro empezó a crecer como persona, a tener talento y estabilidad. Maduró emocionalmente.
Por mi parte, viví un proceso personal muy interesante. Comencé a descubrir un mundo desconocido. Empecé a preocuparme del problema, a saber más, a no quedarme solamente con lo que sentía. Fui más allá y me involucré mucho en la comunidad.
Fueron dos años de un proceso personal muy lindo. Me fui transformando poco a poco en una terapeuta. Venían mamás nuevas y yo las acogía, las ayudaba a hacer este doloroso camino. Me puse la camiseta y adquirí un compromiso muy grande: rehabilitar. Así, instalé este centro, Procambio. Sigo creciendo, sigo trabajando con los padres que llegan angustiados, frustrados, desesperados. porque no saben cómo manejar esto y no soportan lo que sienten internamente. En ese diálogo de padre a padre, yo les trato de dar paz. Trato de abrirles una puerta y darles un poquito de optimismo dentro de todo ese desastre que sienten. Les muestro que yo pasé por eso y que tengo a mi hijo sano. Alejandro trabaja ahora conmigo y ha llegado a convertirse en modelo para los hijos de muchos padres. He fundado otras comunidades pequeñas, he asesorado clínicas, hasta que hicimos realidad esta comunidad, muy grande, muy digna, muy integral.
ENTREVISTA
-¿Cómo definiría la adicción? ¿Cómo se manifiesta?
-La adicción es una enfermedad crónica, muy difícil de manejar. La persona que la padece tiene que armarse de nuevo y construir mecanismos o herramientas para ser preventivo consigo mismo el resto de su vida. Es una enfermedad que se manifiesta de muchas maneras. Lo primero que ataca es la estructura de personalidad, porque la droga desorganiza las estructuras internas y externas. Potencia todo lo malo. Los síntomas son infinitos: la inmediatez, la impulsividad, la irreflexión, la frialdad, la callosidad afectiva, etc.
-¿Qué se pierde con la droga?
-Principalmente, la identidad. No hay un enlace entre como Žramos antes y como somos ahora. Existe pérdida de transparencia, de humildad, de la capacidad de sentir y amar. Se pierde la capacidad de experimentar sensaciones naturales y no químicas.
-¿Qué ha significado para usted tener un hijo drogadicto?
-Un dolor y un desafío muy grandes. Mi primer sentimiento fue preguntar ¿por qué a mí? Después de hacer este largo camino, puedo decir que amo más que nunca a mi hijo. Él ha crecido como persona, porque quien ha sufrido tiene después una capacidad de generosidad muy grande. La gente crece a través del dolor. Los adictos son pioneros generosos.
-¿Qué es lo más importante durante la rehabilitación?
-Creo que aparte de la abstinencia, saber trabajar con uno mismo, interiorizarse, saber identificar por qué se siente eso y poder modificarlo. Así se logra la estabilización y se evita la descompensación.
-¿Cómo es posible salir de la droga? ¿Con dinero?
-No, no. Se puede salir de la droga en una choza o en una infraestructura esplendorosa. Importante es el proceso que tiene que vivir la persona que padece la enfermedad, para encararla y lograr descubrir lo que no quiere descubrir. La droga daña terriblemente la autoestima.
-¿Cuánto tiempo piensa que estará limpio su hijo?
-Como es una enfermedad crónica, va a estar limpio todo el tiempo que él esté en sintonía, renueve su compromiso todos los días y cada día sea capaz de quererse, de cuidarse. Él mismo debe ser el preventivo.
-¿Qué es más importante, prevención o rehabilitación?
-Ambas cosas son importantes. Si no hay prevención, debe haber m'as rehabilitación.
-¿Qué les diría a sus madres?
-Que sean fuertes y consistentes.
-¿Qué perdió usted con la drogadicción de su hijo?
-¿Qué perdí yo? Importante pregunta. Perdí la ingenuidad.
-¿Qué ha ganado con el proceso de sanidad de su hijo?
-Fortaleza.
-¿Qué papel puede cumplir la madre para sacar adelante a un hijo adicto?
-Un papel incomparable, muy grande. Somos manos amigas que sacamos a nuestros hijos del pantano para que crucen por un puente al valle fructífero de la vida.
-¿También tocan fondos los familiares de adictos?
-Sí, tocan fondo emocional, afectivo, porque es como un terremoto interno, pero cuando se logra reconstruir, puedes hacer las cosas mejor que antes. Se puede construir más sólido, más bonito, más permanente y consistente.
-¿Qué efectividad ofrece este centro de rehabilitación?
-Somos muy buenos. Siempre existe un porcentaje de personas que no termina la rehabilitación, pero los que sí continúan el tratamiento y hacen el seguimiento salen adelante. Somos un centro integral de primera. Las personas quedan preparadas para enfrentar la vida afuera.
-¿Qué pasará con el consumo de drogas en el próximo milenio?
-Esto crece y crece, lamentablemente.
-¿A qué le tiene miedo?
-Tengo miedo de que la humanidad no tenga conciencia de todo el daño que se puede hacer la gente a sí misma.
-Despídase con un mensaje para los adictos activos.
-Sean fuertes, humildes. Entréguense. Sean capaces de pedir ayuda. Al adicto no se le rechaza como persona, se le rechaza por sus actitudes y si esas actitudes cambian, a través del tiempo, siempre van a ser queridos y aceptados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario