jueves, 7 de noviembre de 2013

" Nadie puede salir del tormento y sufrimiento que nos mantiene sofocados y enajenados y son producto de una mala vida denigrante

Jose Luis Marmolejo
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" Nadie puede salir del tormento y sufrimiento que nos mantiene sofocados y enajenados y son producto de una mala vida denigrante que es la dependencia a las drogas y una existencia malformada. Sólo la voluntad y el anhelo de salir de ese fuego; es levantar los ojos al cielo y decir: Sí. ¡ Dame tu mano Dios Mio ! Pues tenemos la libertad de elegir y Dios respeta las voluntades, y dispuesto está a tomarnos de la mano y ponernos en Pie firme. "

Feliz y bendecido Jueves 7 de Noviembre de 2013, con el mejor deseo de que siempre tengamos un espíritu agradecido por todas las bendiciones que DIOS hace llegar a nuestras vidas, especialmente por cada día de vida, como hoy seguramente lo estarán haciendo los cumpleañeros, entre los cuales están: FREDDY JOSÉ ALVA MARTÍNEZ; MARISELA GONZÁLEZ; ÁNGELA MARÍA HERRERA; CARLOS ENRIQUE PEDRÓN MENDEZ; YÉSSICA BLÁNQUEZ y ZENAIDA CASTRILLO. Para todos ellos muchas bendiciones, invitándolos, así como a los que lo deseen, a leer y meditar esta narración denominada LA PARÁBOLA DEL GUSANITO: “Un hombre que vivía en una comunidad rural había hallado la paz en Dios, cambiando radicalmente, de una vida de depravación, borracheras e infidelidad, a una vida de verdadera satisfacción y paz. Siempre hablaba de su salvación y de lo que Jesucristo había hecho por él. No le importaba dónde estuviera ni quién estuviera viéndolo o escuchándolo. A todos les daba el testimonio de su conversión. Un día un compadre suyo le preguntó: —Compadre, ¿por qué hablas tanto de Jesucristo? El hombre no respondió de inmediato, sino que comenzó a recoger palitos y hojas secas que fue colocando uno sobre otro en un círculo. Entonces buscó hasta hallar un gusanito, y lo puso en el centro del círculo. Todavía sin decir palabra, encendió un fósforo y lo acercó a las hojas y a los palitos secos. El fuego dio la vuelta al combustible seco, y el gusanito atrapado comenzó a buscar locamente cómo salir, pero no podía. Por fin el fuego avanzó hacía el centro, y el calor se fue acercando al gusano. Éste, desesperado, levantó en alto la cabeza como para respirar, cuando menos, un poco de aire fresco. El gusanito sabía que su único refugio tendría que venir de arriba. Al verlo así, el hombre se inclinó y le extendió sus dedos. El gusano se asió de ellos y el hombre sacó el gusano de en medio del fuego. Fue hasta entonces que emitió su primera palabra. «Esto —explicó— es lo que Jesucristo hizo por mí. Yo estaba atrapado en los vicios del pecado, y no había esperanza de salida. Había tratado, por todos los medios posibles, de salvarme a mí mismo, pero me era imposible. Entonces el Señor se inclinó hacia mí y me extendió su mano. Lo único que tuve que hacer fue asirme de ÉL. Jesucristo me sacó de esa prisión. Por eso no puedo dejar de contarles a todos lo que hizo por mí»”. Queridos hermanos y hermanas en Cristo, lo cierto es que aquel hombre describió a la perfección lo que Jesucristo puede y quiere hacer por cada uno de nosotros. Sin Jesucristo estamos atrapados. Más vale que reconozcamos de una vez por todas que la vida real no respalda el argumento popular que dice: «EL DÍA QUE YO QUIERA DEJAR EL VICIO, PUEDO DEJARLO». De no ser por una ayuda que venga de arriba, moriremos en nuestros pecados. Jesucristo está cerca de nosotros y nos extiende la mano. Sólo tenemos que asirnos de ella. El hombre de la narración lo hizo y encontró paz. Así como él, lo han hecho millones más, y han hallado la paz. ¿Por qué no hacerlo nosotros también? Jesucristo quiere rescatarnos y darnos su paz. No desaprovechemos la oportunidad. “ASÍ PUES, SI HEMOS RESUCITADO CON JESUCRISTO, BUSQUEMOS LAS COSAS DE ARRIBA, DONDE ESTÁ JESUCRISTO SENTADO A LA DIESTRA DE DIOS. ASPIREMOS A LAS COSAS DE ARRIBA, NO A LAS DE LA TIERRA. PORQUE HEMOS MUERTO, Y NUESTRA VIDA ESTÁ OCULTA CON JESUCRISTO EN DIOS. CUANDO APAREZCA JESUCRISTO, VIDA NUESTRA, ENTONCES TAMBIÉN NOSOTROS APARECEREMOS GLORIOSOS CON ÉL” (Colosenses 3, 1-4). Amén.

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