Joaquín Roberto Jiménez Carrillo
" Cuenta una vieja historia que había una vez un señor muy poco inteligente al que siempre se le perdía todo. Un día alguien le dijo:
- Para que no se te pierdan las cosas, lo que tienes que hacer es anotar donde las dejas.
Esa noche, al acostarse, cogió un papelito y pensó: “para que no se me pierdan las cosas…”
Se quitó la camisa, la puso en la percha, cogió un lápiz y anotó: “la camisa en la percha; se quitó el pantalón, lo puso a los pies de la cama y anotó: “el pantalón a los pies de la cama”; se quitó los zapatos y anotó: “los zapatos debajo de la cama”; se quitó los calcetines y anotó: “los calcetines dentro de los zapatos debajo de la cama”.
A la mañana siguiente, cuando se levantó, buscó los calcetines donde había anotado que los dejó, y se los puso, los zapatos donde estaban anotados, los encontró y se los puso; lo mismo sucedió con la camisa y el pantalón.
Y entonces se preguntó: - ¿Y yo dónde estoy?
Se buscó en la lista una y otra vez y, como no se vio anotado, nunca más se encontró a si mismo"
A veces nos parecemos mucho a este señor estúpido. Sabemos dónde está cada cosa y cada persona que queremos, pero muchas veces no sabemos dónde estamos nosotros. Nos hemos olvidado de nuestro lugar en el mundo. Podemos rápidamente ubicar el lugar de los demás, el lugar que los demás tienen en nuestra vida, y a veces hasta podemos definir el lugar que nosotros tenemos en la vida de otros, pero nos olvidamos de cuál es el lugar que nosotros tenemos en nuestra propia vida.
Nos gusta decir que no podríamos vivir sin algunos seres queridos.
Yo propongo hacer nuestra la irónica frase con la que sintetizo mi real vínculo conmigo:
NO PUEDO VIVIR SIN MÍ
“El camino del encuentro” de Jorge Bucay.
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