No es la primera vez que comienzo una entrada evocando un recuerdo del pasado por un hecho del presente, y es que tantos años viviendo bajo el infierno de la adicción, marca mucho. Por eso, es importantísimo laaceptación de todo aquello que ocurrió, saltarse este paso, significaría para mí no poder avanzar, no ser capaz de vivir el presente, y poder afrontar el futuro.
Como enfermo de adicción a la cocaína, esto ha sido una de las mayores dificultades por las que he pasado. Mi vida bajo el consumo está llena de momentos grises, turbios, totalmente rechazables, en ocasiones, despreciables. Cuando tu único objetivo en la vida se basa en consumir una sustancia para no estar en ti, eres capaz de todo para conseguirlo, no importa el qué, ni a quién te lleves por delante, tema aparte es lo que haces mientras estás en los infiernos.
QUÉ HA DESPERTADO AQUEL DOLOROSO RECUERDO
Ayer mi hija de 5 años salió emocionada del colegio, sus dos mejores amigas iban a comenzar sus clases de ballet, y ella estaba preparada para acompañarlas y hacer también la prueba. Su sonrisa era inmensa, si hay algo que la gusta, es cantar y bailar. Sobre este tema ya habíamos hablado mi mujer y yo, habiendo acordado que no sería posible, la situación económica actual no permite esto, así que la decisión ya estaba tomada.
Antes de subir al coche para irnos, la dijimos que no iríamos, proponiéndola hablar sobre ello en casa tranquilamente. No lo entendía, sus amigas iban a ir a clases de baile, algo que ella pedía desde hacía tiempo, y se había encontrado con una respuesta que no esperaba.
Una vez hablé con ella, me sorprendió como entendió todo dando por buena la explicación y no insistir en querer ir. Pero ahí me quedé yo, recordando todas las mañanas, tardes y noches que había quemado euro tras euro, llegando a fulminar todos y cada uno de los ahorros que teníamos, llegando a engrosar ceros en tarjetas de crédito, y os aseguro que mi sueldo no era pequeño, pero frente a una adicción, nunca es suficiente.
Por supuesto, son más las noches que no recuerdo que las que sí, pero esas que aún están almacenadas volvieron al presente de forma nítida, dolorosamente nítida. Era capaz de recordar pequeños detalles de aquellos momentos, como se escapaban entre mis manos el dinero de mi familia, en ocasiones llegando a las 4 cifras, algo insoportable, aun teniendo un buen suelo, cuando comienza a ser rutina.
Caras desencajadas con miradas vacías y falsas sonrisas, olores muy peculiares, lugares oscuros, refugio de corazones rotos y artos de dolor vuelven a recordarme donde estuve, qué hice, y qué ha provocado todo ello. Aquel colchón que teníamos ya no existía, y de estar, mi hija podría haber asistido a esas clases de ballet que tanto desea.
Las lágrimas de mi hija al descubrir que no podría ir, iban más allá de un simple “no es posible”, encerraban actos que nada tienen que ver con un buen padre, con alguien que debe velar por aquellos a quien más quiere, y depende totalmente de él, sus hijos.
POR QUÉ DOLOR Y NO ODIO
Lo lógico es pensar que al ocurrir todo esto, el odio hacia mí se hiciera presente, una repugnancia total por mi persona. Pero gracias a un duro trabajo durante una época del tratamiento la aceptación llegó. Costó muchísimas lágrimas, poner en la palestra todo tipo de situaciones y actos que provocaron una gran repercusión para muchos en el presente, fue muy duro. Recuerdo esas sesiones en las que ni siquiera era capaz de mirarme en un espejo. Para mí, la aceptación de todo esto no era una opción, me resultaba imposible vivir con ello sin machacarme cada vez que se hiciera presente en mi cabeza y corazón.
Cuando oía en terapia que el camino era aceptarlo, repetía una y otra vez que eso sería imposible. Hasta que me ayudaron a ser consciente que aquel David seguiría ganando la batalla si no le plantaba cara. Tuve que gritarle a la cara todo lo que representaba para mí y mi familia. El nerviosismo en esos momentos era inmenso, todos y cada uno de mis músculos entraban en tensión. Sentía un calor enorme, me recorría todo el cuerpo. Fueron varias las ocasiones en las que lo intenté sin lograrlo, quedándome agotado, con la cara llena de lágrimas mirando el suelo. La impotencia era tremenda, la decepción por no conseguir decir que ese David fue un hijo de puta que destrozaba todo aquello a lo que amaba, hacía que me fuese a casa totalmente hundido, pero jamás vencido.
Es curioso como algo tan obvio, decir aquello que ya sabes, no eres capaz de hacerlo. Hasta que llega el día, vuelves a sentir esa enorme pelota en el estómago mientras estás en sesión haciendo el ejercicio, y sabes que es el momento, esta vez tienes que ser capaz de hacerlo, ¡y lo haces! Comienzas a soltar todo aquello que tienes dentro, muy dentro. Sale como la lava de un volcán, ardiendo, pero sin poder pararlo, sabía que si ponía control o freno, ocurriría lo de siempre, me volvería a ir hundido. Estas sesiones eran tan intensas que volvía a casa agotado. Pasada una hora el dolor de cabeza se hacía presente, la tensión había sido brutal, pero descubrí que significa aceptación.
Hoy día, como os he contado, siguen llegando en ocasiones recuerdos que sabes que su repercusión llega hasta estos días, pero ya no hay odio, ya no me flagelo. Vuelvo la vista atrás y veo a aquel David como es, egoísta, manipulador, alguien a quien nada le importa lo que más quiero en este mundo. En cambio, ahora, cuando estoy frente a un espejo, no aparto la mirada, veo unos ojos diferentes, unos ojos que siempre estuvieron ahí, pero que no les di la oportunidad de estarlo. La aceptaciónde todo lo ocurrido provoca que al mirarme esboce una sonrisa y me sienta el “tío” más afortunado del mundo por llegar donde he llegado, por poder compartirlo con los míos y tener la oportunidad de vivir la vida.
Todos cometemos errores, de mayor o menor envergadura, nuestra es la responsabilidad de, una vez seamos conscientes de ellos, poner solución. Pero nunca podremos avanzar si no somos capaces de aceptar todo aquello que una vez fuimos capaces de hacer, es parte de nosotros, pero no tiene porqué ser lo que ahora somos.
¡Un abrazo!
Fotografía: Ananth BS
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