Pasados dos años desde que inicié el tratamiento para dejar mi adicción a la cocaína, me sorprendo de cómo han cambiado las cosas. La lucha ha sido enorme, muy intensa, y los resultados increíbles. En ocasiones vuelves la vista atrás y ves cómo comenzó todo y dónde te encuentras ahora, siendo inevitable esbozar una sonrisa.
Pero durante todo este proceso no he sido sólo yo quien ha estado tocado por todos estos cambios, todo aquel que estuviese a mi alrededor, también ha sido partícipe de ellos, siendo los resultados muy diferentes. Es imposible que, cuando una persona realiza un cambio tan importante en su vida, esto no influya a los demás. A lo largo del tratamiento son varias las etapas por las que he pasado, y en cada una de ellas, mi comportamiento y carácter era muy variable. Me enfrenté a multitud de recuerdos, actos que jamás pensé que pudiese perdonarme, emociones y sentimientos que de ningún modo quería sacar a la luz, provocando todo ello que, aquel que estuviese junto a mí, tuviese que soportar a un David triste, enrabietado, confuso y miedoso.
COADICTO, ¿Y CONTIGO QUÉ HACEMOS?
En mi caso, mi mujer es quien ha estado ahí las 24 horas, de principio a fin, teniendo que soportar todo tipo de situaciones, sumándolo todo a 16 años de relación bajo el consumo.
Al principio no estaba preparado, ni tenía las herramientas suficientes, para poder preocuparme de ella, toda mi energía estaba centrada en mí recuperación. Es duro admitirlo, pero su única función era estar ahí para mí, para apoyarme, para entenderme, y todo, después de haber pasado un calvario junto a mí. Gracias al fantástico grupo de terapeutas que nos acompañan durante todo el proceso, no estuvo sola. Ellos eran conscientes de la importancia de la figura del coadicto, y las necesidades que este tiene, y que de ninguna manera cubre el adicto.
Recordar algunas de las situaciones que mi mujer y yo hemos vivido durante mi recuperación, me hacen llorar. Llorar de dolor por lo que tuvo que aguantar, llorar por agradecimiento por estar ahí, por ser tan fuerte, por apostar por mí, por apostar por nosotros.
Todo mi ser estaba removido, se revelaba contra aquello que tenía que afrontar, traduciéndose en gritos, chantajes, días terriblemente grises. Ella, como coadicta, tenía que tener fuerzas para mí, para los niños, para otros que la necesitasen, y en último lugar, si quedaba algo, para ella.
Por todo esto, entiendo que las sesiones de grupo para coadictos son importantísimas, al igual que el interés de los terapeutas por ellos. El poder tener una vía de comunicación con los terapeutas es imprescindible, no sólo para poder consultar cuestiones referentes a cómo tratar ciertas situaciones con el adicto, sino también, para poder pedir ayuda, para poder pedir que le expliquen qué coño está pasando.
Hubo una ocasión, a los pocos meses de tratamiento, en la que mi mujer y yo discutimos. Yo salí de casa, ya no recuerdo que fui a hacer. Unos días después, cuando hablamos de ello, me contó el miedo que tuvo a que volviese a consumir, la aterrorizaba que por haber discutido, ello provocará caer de nuevo. Esto me cayó como una losa, de pronto fui consciente del peso que llevaba encima, la responsabilidad que estaba sintiendo, y el miedo que recorría su cuerpo cada vez que pensaba que podría bajar de nuevo a los infiernos del consumo. Y esto es sólo un pequeño ejemplo de lo que tiene que llegar a vivir un coadicto.
YO ME ENCUENTRO MEJOR, ¿Y TÚ?
Pasado algo más de un año, las cosas iban bien, esto funcionaba, me encontraba más fuerte. La lucha continuaba, pero disponía de nuevas herramientas, comenzaba a tener algo más claro quién era, qué quería.
En cambio, la persona que ha estado junto a mí todo este tiempo, estaba destrozada. Obviamente se alegraba de mi recuperación, y de cómo transcurría el tratamiento, pero físicamente, y psicológicamente, se encontraba agotada. A esto hay que sumarle que la relación había cambiado totalmente, los roles ya no eran los mismos. Yo lo tenía claro, había trabajado en ello, y por ello, el coadicto deja de tener el papel que tenía hasta entonces. De pronto, años y años de relación, han cambiado. Su constante preocupación por mí, el tener que centrarse de forma tan intensa por David, ya no es necesario. Ahora se encuentra con ella misma, y esto es algo nuevo. Esta situación, para la mayoría de los coadictos, no es fácil. Enfrentarse a años de renuncias a sueños, ilusiones, y cualquier cosa que desearan hacer, es una bofetada cruel, de esas que te dejan aturdido durante días, semanas,…
Yo este punto lo he estado trabajando en terapia, la culpabilidad por todo lo provocado, el tener que aceptar todo aquello que tus actos más deleznables han provocado, por lo que, cuándo mi mujer llegó a este estado, reconozco que me costó entenderla. Claro, yo iba para dos años de trabajo, ella comenzaba a enfrentarse a ciertas situaciones. Entender esto fue determinante para mi relación de pareja, pero sobre todo, para poder aportar aquello que necesitaba la persona que más sufrimiento soportó por mí.
ENCONTRAR EL EQUILIBRÍO ES VITAL
Como decía, que yo entendiese el momento en el que ella se encontraba fue vital. Recuerdo el día que lo hice, fue en terapia, explicando una de nuestras discusiones. Cuando me ayudaron a verlo, no podía dejar de llorar. Ella me necesitaba, y yo no había sido capaz de darme cuenta, esto me dolió muchísimo. Imaginar todo el dolor que ella llevaba dentro, saber que todas las discusiones que se producían, se traducían en necesitar aquello que ella me ofreció, fue muy doloroso.
Pero no me quedé ahí, en el dolor por lo ocurrido. Escuché, aprendí, y aposté por nosotros, como ella hizo siempre. El camino no es fácil, se cometen errores, las cosas se aprenden más tarde de lo que nos gustaría, pero lo importante siempre es, qué hacemos una vez somos conscientes de ello, ahí es donde se marca la diferencia.
¡Un abrazo!
Fotografía: taliesin
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